HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

sábado, 28 de noviembre de 2009

Meditar como Abraham (5)

Gen 17.


El capítulo 17 es el texto de la más primitiva alianza entre Dios y los hombres. Hay varios puntos sobre los que meditar. Veamos:

• Dios se aparece a Abrám y se presenta como "Yo soy el Dios Todopoderoso.” Pero, ¿qué necesidad tiene un ser todopoderoso de hacer una alianza con un ser netamente inferior y sin más contraprestación que éste ande en su presencia?

• Tiene entonces 99 años. Otra vez con las precisiones numéricas.

• Dios cambia el nombre de Abrám y Sarai, que eran sus nombres primitivos, por los de Abraham y Sara. La razón es muy sencilla (¿?): “para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones.”

• Como parte de la alianza, Dios impone a los varones la circuncisión: “Circuncidarán la carne de su prepucio, y ese será el signo de mi alianza con vosotros. Al cumplir ocho días, serán circuncidados todos los varones de cada generación, tanto los nacidos en la casa como los que hayan sido comprados a un extranjero, a alguien que no es de tu sangre.”

• Dios le promete descendencia por medio de Sara y Abraham se permite dudar: <>

• Y Abraham se conforma: "Basta con que Ismael viva feliz bajo tu protección".

• Pero Dios insiste:

     o Sara tendrá un hijo

     o Nacerá dentro de un año.

     o Con él, con Isaac, sellará su alianza

     o Aunque, sí, también a Ismael lo protegerá.

• Y termina la contemplación: “Y cuando terminó de hablar, Dios se alejó de Abraham.”

• El capítulo termina con la acción humana: la circuncisión de todos los varones de la casa

Para los que flaqueamos

“Siempre ten presente que… La piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años, pero lo importante no cambia: tu fuerza y tu convicción no tienen edad. Tu espíritu es el plumero de cualquier telaraña. Detrás de cada línea de llegada hay una de partida. Detrás de cada logro, hay otro desafío. Mientras estés vivo, siéntete vivo. Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas. Sigue, aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando el peso de los años no te permita correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa bastón. Pero… ¡nunca te detengas!”


Madre Teresa de Calcuta.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Meditar como Abrahám (4)

Gen.16


Tras la promesa de Dios de darle descendencia, Abrahám se muestra preocupado y traslada su preocupación a Sarai, su esposa. Ella, convencida de su infertilidad, le invita a conocer a su esclava Agar.

El capítulo 16 es ciertamente sorprendente para nuestra mentalidad actual. Hemos de hacer abstracción de algunos conceptos. La entrega de Agar a Abrahám como un mero medio de reproducción no deja de resultarnos extraño. Extraño, por impropio de alguien que se nos ofrece como modelo, es el comportamiento de ambos esposos cuando Agar queda embarazada. Pero más extraño nos puede resultar el hecho de que, cuando Agar huye de su ama, se le aparece el Ángel del Señor, que le ordena volver y someterse a su ama. ¿Porqué? Agar huye porque su ama le ha tomado envidia y le hace mobing. Su hijo, Ismael, dará origen al pueblo de los ismaelitas que estará enfrenado al resto de los pueblos. El Ángel del Señor le hace la misma promesa que a Abrahám: "Yo multiplicaré de tal manera el número de tus descendientes, que nadie podrá contarlos".

El capítulo termina con dos curiosidades más para meditar. Primero, Agar llama a Dios El Roí: <>. En segundo lugar, el texto termina indicando que Abrám tenía 86 años cuando nació Ismael. ¿Nos está indicando la edad real de Abrahám o su edad espiritual?

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Meditar como Abrahám (3)

Gen. 14.


En el capítulo 14, el Génesis narra la liberación de Lot que había caído preso de los reyes Quedorlaomer, rey de Elám, Tidal, rey de Goím, Amrafel, rey de Senaar, y Arioc, rey de Elasar que habían atacado, entre otras, la ciudad de Sodoma donde vivía Lot. De regreso: “Melquisedec, rey de Salém, que era sacerdote de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino, y bendijo a Abrám, diciendo: "¡Bendito sea Abrám de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra! ¡Bendito sea Dios, el Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!". Y Abrám le dio el diezmo de todo” Termina la narración con la contestación de Abrahám al rey de Sodoma cuando éste le pide que le entregue los prisioneros y se quede con las riquezas: Yo he jurado al Señor Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra, que no tomaré nada de lo que te pertenece: ni siquiera el hilo o la correa de una sandalia. Así no podrás decir: ‘Yo enriquecí a Abrám’.

martes, 24 de noviembre de 2009

Meditar como Abraham (2)

Difícilmente podremos meditar como Abraham si no recordamos su historia. En las próximas entradas al blog iremos recordando su historia, narrada en los diversos capítulos del Génesis, tal vez percibamos que no es una historia del pasado, sino algo muy presente.

Gen. 10-13


Tras la curiosa historia de Babel, algún día espero recibir la inspiración necesaria para hablar de ella, los hombres se dispersaron por la Tierra, hablando cada uno su idioma. Teraj, el padre de Abram, así se denomina en los primeros capítulos del Génesis, tuvo tres hijos, Abrám, Najor y Herán, padre de Lot y que murió cuando este tenía siete años, cosa harto curiosa cuando la mayoría de los hombres superaban no ya los cien años, sino incluso los doscientos y los cuatrocientos.

La familia de Abraham residía en Ur de Caldea. Su padre, Teraj, decidió trasladarse a Jarán, donde murió a los doscientos años de edad (Gen. 11) Allí, Abraham recibió el mandato divino de abandonar a sus padres y dirigirse hacia Canaán. Abraham marchó con su mujer, Sarai, y su sobrino, Lot, y todo su séquito a cumplir el mandato divino. (Gen 12, 1-3)

La vida de Abraham transcurre como nómada por dicha tierra, hasta que llega una época de hambruna por cuyo motivo decide trasladarse a Egipto. Es curiosa la narración bíblica: “Cuando estaba por llegar a Egipto, dijo a Sarai, su mujer: "Yo sé que eres una mujer hermosa. Por eso los egipcios, apenas te vean, dirán: ‘Es su mujer’ , y me matarán, mientras que a ti te dejarán con Por favor, di que eres mi hermana. Así yo seré bien tratado en atención a ti, y gracias a ti, salvaré mi vida". Cuando Abrám llegó a Egipto, los egipcios vieron que su mujer era muy hermosa, y los oficiales de la corte, que también la vieron, la elogiaron ante el Faraón. Entonces fue llevada al palacio del Faraón. En atención a ella, Abrám fue tratado deferentemente y llegó a tener ovejas, vacas, asnos, esclavos, sirvientas, asnas y camellos. Pero el Señor infligió grandes males al Faraón y a su gente, por causa de Sarai, la esposa de Abrám. El Faraón llamó a Abrám y le dijo: "¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me advertiste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste que era tu hermana, dando lugar a que yo la tomara por esposa? Ahí tienes a tu mujer: tómala y vete". Después el Faraón dio órdenes a sus hombres acerca de Abrám, y ellos lo hicieron salir junto con su mujer y todos sus bienes.”(Gen 12, 11-20)

De vuelta a Canaán, la riqueza de tío y sobrino era tanta que decidieron separarse para evitar disputas entre sus pastores. (Gen 13, 8-9)

Abraham recibe de nuevo de Dios la promesa de que recibirá toda la tierra de los cananeos para sí y su descendencia que aún no tenía. Se desplaza a Mamré donde se establece: “Entonces Abrám trasladó su campamento y fue a establecerse junto al encinar de Mamré, que está en Hebrón. Allí erigió un altar al Señor.” (Gen 13, 18) Esta “obsesión” de Abrahám por levantar altares a Dios era ya una costumbre: Bétel, Siquém, junto a la encina de Moré, etc.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Meditar como Abraham (1)

Basar la meditación imitativa de la tórtola en la oración del corazón y llamar así a ésta y no oración continua tiene un significado más profundo que la mera semántica de las palabras.


Hemos empezado haciendo una introspección de nuestro ser hasta descubrir nuestro Yo, pero, inmediatamente después de este descubrimiento, hemos incorporado ese Yo al Corazón. No a nuestro corazón de carne, sino a nuestro Corazón Crístico. Estamos descubriendo que en nuestro interior tenemos un Corazón que no es un corazón de carne, porque no es de nuestro cuerpo de lo que estamos hablando, ni siquiera de nuestro Yo más íntimo. Antes bien tenemos un Corazón, así con mayúsculas, que estando dentro, está fuera.


Permitidme un símil que refleje lo que os estoy intentando manifestar. Hay una figura geométrica bastante conocida, la cinta de Mobius, que podría reflejar muy bien lo que estoy queriendo transmitir. La podéis obtener de la siguiente forma: recortad una cinta de papel y unid sus extremos, pero retorciendo la cinta sobre sí misma. Y es que, en efecto, entramos a nuestro interior para terminar saliendo de él, pero permaneciendo en él. No sabemos a ciencia cierta si estamos en el plano superior o en el inferior de la cinta, pero sí que estamos en ella.

El padre Serafín nos propone la imitación de Abraham. Parece un personaje algo lejano en el tiempo para tomarlo como ejemplo. Pero esta lejanía es una ventaja que nos permite prescindir de detalles irrelevantes que los biógrafos se empeñan en matizar y que no hacen más que oscurecer el mensaje y convertir la meditación en una absurda imitación.

En las próximas entradas repasaremos la historia de Abraham. Descubriremos que, en muchos aspectos, es nuestra propia historia y descubriremos que su vida, como la nuestra, es una cinta de Mobius

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Orar como,... Madre Teresa de Calcuta

Todo hesicasta debe saber orar antes de meditar y, cuando sabe meditar, debe "conocer" como oran y como meditan los demás porque el beneficio de la oración y de la meditación en comunidad potencia terriblemente el acto individual.
Esta mañana, camino del trabajo, iba oyendo Radio María (96,8 FM) y oí por segunda vez la oración de la Madre Teresa de Calcuta para aprender a amar. No me he resistido y os la ofrezco. Dice así:

ORACION PARA APRENDER A AMAR



Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;


Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;


Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.


Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;


Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;


Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.


Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;


Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.


Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;


Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;


Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;


Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.




martes, 17 de noviembre de 2009

Meditar como la tórtola: la oración del corazón (y 3)

En los dos escritos precedentes relativos a la oración continua hemos usado una expresión personalista, dando algunas otras versiones impersonales como el Kyrie eleison. ¿No os parece que hay algo que no encaja muy bien? Como diría el protagonista del “Chavo del ocho”, “Ha sido sin querer queriendo”.

Para ver más claro lo que pretendo deciros nos vamos a basar en la oración que Jesús nos enseñó: el Padre Nuestro. Podemos ver diversas versiones del mismo, desde las más primitivas a las actualmente utilizadas por la Iglesia de Roma. También podemos ver diversos comentarios a la oración: ¡Hay que ver lo que dan de sí las palabras cuando empezamos a elucubrar sobre ellas! Todos los comentarios desgranan una a una las frases de Jesús, casi siempre partiendo de traducciones que han ido perdiendo la frescura de la versión original. Sin embargo, a lo largo de los siglos “algo” ha permanecido siempre. Y, sin embargo, en casi todos los comentarios ese “algo” ha pasado desapercibido. Cuando Jesús nos enseña a orar, Él se integra con nosotros en la oración, utiliza el plural y no precisamente el mayestático. Esa es la gran aportación, cuando oramos, somos uno en la oración. No es ya que no vayamos, como el fariseo, por las esquinas de las calles y por las plazas dándonos golpes de pecho, sino que no debemos orar de uno en uno, por uno y para cada uno, sino por todos y para todos.

Y  este es precisamente el corolario de estos tres escritos sobre la oración continua, sobre la oración del corazón. Aunque en muchas obras aparece como expresión habitual “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador”, la expresión que realmente utilizaban los Padres del Desierto era “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros pecadores”
Esta es, pues, la forma con que hemos de practicar la oración del corazón, pero más importante aún es que sea el fondo de nuestra oración. Los siguientes pasos en nuestro devenir hesicasta no nos llevarán a sitio alguno, sin esta disposición de ánimo.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Divina obediencia

En la natural rebeldía del hombre frente al sometimiento ante alguien o ante algo que considere posible, acertada o equivocadamente, sea sometido a su voluntad, subyace el origen de la soberbia, o sea de la más torpe forma de manifestación del ego. Esta soberbia que cuando no llega a la degeneración ha supuesto un acicate para el avance tecnológico, también supone, llevada a su expresión más extrema, la actual ruina espiritual y moral de gran parte de la humanidad y, más aún, de la degradación experimentada por Naturaleza.


De jóvenes nos creemos capaces de hacer grandes cosas y de mayores nos seguimos creyendo jóvenes. Así, en los años mozos pensamos que nada ni nadie puede someternos y luchamos contra o huimos de experiencias desagradables. Es lógico: queremos ser felices. Pero buscamos la felicidad en un plano completamente material. Y esto tiene su límite, antes o después, mas alto o más bajo. Como dirían algunos: no sabemos gestionar la desgracia, lo desagradable, lo cruel,… porque en algún momento somos superados ¿qué hacer en tales casos?

En la Iglesia Católica han sido tradicionales los tres votos de pobreza, castidad y obediencia; tan tradicionales como mal entendidos y peor aplicados. Durante años no supe comprenderlos y, en ocasiones, provocaron mi sonrisa. Poco a poco fui penetrando en su significado, tal vez aún no los haya comprendido del todo. Un hecho provocó mi mejor comprensión: fue la lectura de la biografía de San Francisco de Asís y de algunos de sus escritos, donde comprobaba la actitud sumamente respetuosa del santo con todos ello. Para lo que estamos hablando, vamos a centrarnos en uno de ellos: el voto de obediencia. Era chocante que alguien que había sido llamado a sanear la Iglesia se sometiera a una jerarquía que no era precisamente un dechado de virtudes. ¿Era ésta la única forma de obediencia a que se refería el santo? O, mejor, ¿era esta la forma de obediencia que propugnaba? Repasando su biografía y la de sus compañeros, podemos ver que no se trataba de una obediencia jerárquica, ya que el propio santo, padre espiritual de todos ellos, se sometía también a sus seguidores por obediencia. Así, consultada la opinión de sus compañeros sobre lo que entendían debía hacer San Francisco, si dedicarse a la contemplación, como él quería, o a la predicación como hacían los demás y como aquéllos le indicaran que se dedicase a predicar, el santo salió uno y otro día a predicar con ellos, dedicando las horas que podía sustraer al sueño a la meditación.

Esta actitud de San Francisco es, para empezar, pura coherencia al considerar que todos sus hermanos, los hombres en general, son “hijos de Dios” y, a fin de cuentas, Dios mismo ¿Cómo podría contrariar la voluntad divina, se expresara ésta como se expresara?

Pero, al margen de tan encomiable y difícil actitud, debemos hacernos otra consideración. Nuestro paso por este mundo ¿tiene, por casualidad, el objetivo de potenciar nuestro ego, entrenándolo para la supervivencia, cuando está llamado a convertirse en polvo, sí o sí? ¿No deberemos pasar por la experiencia de la vida para tomar consciencia y desarrollar nuestra, a veces oculta, naturaleza amorosa?

El lenguaje con que nos entendemos está sometido a un proceso degenerativo que pervierte e invierte los conceptos de las palabras. Es la ley de Babel. Escapemos de significados encorsetados en diccionarios y tengamos la experiencia “virtual” de vivir lo que otros ya vivieron. Es una experiencia apasionante y enriquecedora que nos llevará a comprender y a desear algo que nuestra humana naturaleza nos inclina a rechazar. No puedo, ni debo, seguir hablando de obediencia, sin citar el ejemplo supremo, Cristo, que se sometió a la voluntad del Padre, expresada en el irracional grito de ¡Barrabás! Donde está el ejemplo de Cristo, mis palabras suenan torpes.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Meditar como la tórtola: la oración del corazón (2)

La hesiquia no es un método. La hesiquia es una actitud, y no es porque el monje se vaya a retirar al desierto, huir del mundo, y buscar el silencio, por lo que va a encontrar a Dios.


Los procesos más o menos sistemáticos que se dan en el hesicasmo no son mágicos, solo son un soporte. Previamente se precisa un deseo profundo de encuentro con Dios. Entonces será cuando el método se podrá iniciar y el hesicasta estará en condiciones de progresar en esta hesíquia. Va a vivir en el silencio, en un cierto retiro, y va a orar. Éste es precisamente uno de los métodos ( banalizando el tema podríamos decir “trucos”): lo que llamamos la “oración continua”, “oración de Jesús” o, como personalmente prefiero, “oración del corazón”

¿Cómo es esta oración? Si dijera que es una repetición de una jaculatoria, no diría la verdad. En efecto, hay una repetición, con ayuda de un rosario, de una frase. La más habitual, que no la única, es: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador”. Esa es la fórmula más completa. Puede simplificarse diciendo simplemente: “Señor” o “Jesús” Los griegos dicen «Kyie eleison», «Señor ten piedad». Es la misma fórmula, más o menos desarrollada. Sin embargo, no es un medio que, al cabo de doscientas o trescientas repeticiones, permitan al hesicasta encontrar a Dios. Es mucho más que eso: es un grito de amor. El amor necesita de la palabra, pero la palabra más limpia. Muchos son los místicos que han comparado el hecho de la contemplación, el éxtasis final con el arrobamiento amoroso de la pareja. A las palabras, sigue la pasión incontrolada y culmina con una compenetración tal que ya no necesitan ni palabras.

Esa es la experiencia que vive el hesicasta. Al repetir, desde el silencio y la tranquilidad, la frase: ”Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí” hacemos una declaración de amor. Reconocemos nuestro Dios. Y Le decimos: «Ten piedad de mi», reconociendo humildemente que no sabemos amar y que somos incapaces de conseguir su amor, salvo que, por su Gracia, nos lo de. Nosotros no sabemos amar, pero queremos amar. Esta es nuestra única forma de lograr su Amor. Así, el hesicasta se esfuerza a lo largo de su vida en seguir el consejo de Cristo: “Orad sin cesar” (Luc 18,1)

No es que repitamos como papagayos, ya que el mismo Cristo nos dijo también: “En vuestras oraciones, no machaquéis como los paganos: ellos se imaginan que hablando mucho se harán escuchar mejor” (Mt 6,7). Realmente nos invita a contemplarle, a desearle. Esa es la oración continua. No es una mera formulación exterior, sino que es reflejo y ayuda de una actitud del corazón.

Muy a menudo nos encontramos jóvenes y ancianos con la impaciencia juvenil que se cansan, se aburren de esta repetición porque la inician con mucha fuerza, pero dándole la importancia que no tiene y se olvidan de la actitud. No comprenden que hay que comenzar muy suavemente y teniendo una actitud de deseo de Dios, una humildad tremenda, una paciencia extrema, un aislamiento de los problemas del mundo. Si me pidieran que me quedara con alguna de estas virtudes, elegiría la humildad, porque es la madre de las demás.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Meditar como la tórtola: la oración continua (1)


El hombre no deja de ser un ser vivo atado provisionalmente a este mundo. Dicha atadura lo hace semejante al resto de los animales. Lo mismo que mamamos como lo hace el lechón, temblamos como cualquier otro cachorro y nos comunicamos como cualquier otro ser vivo. Venimos serenando nuestro cuerpo con una buena postura y una respiración profunda y venimos tomando conciencia de la brevedad de nuestra vida y de lo limitado de nuestras capacidades. Sin embargo la mente todavía lleva el timón, todavía quiere analizarlo todo, quiere ser ella la primera que descubra a Dios, pero, al mismo tiempo, no puede dejar de recordar los “problemas” que nos rodean. Toda lucha contra la mente es inútil, porque solo somos capaces de contraponerla a sí misma y generar más y más pensamientos. No, no es la solución. Pero, lejos de carecer de solución la tenemos, una vez más, delante de nosotros mismos, en la naturaleza.


En efecto, todos los animales emiten sus gritos característicos como reafirmando su naturaleza. El león ruge mostrando su fuerza y la tórtola manifiesta la fidelidad a su pareja con el continuo arrullo. Pero también llaman la atención de sus semejantes Y ¿nosotros qué hacemos o qué debemos hacer? Pues, lo mismo: gritar.

Si estamos buscando nuestro Yo interior, si somos Hijos de Dios, tenemos que manifestarlo. Debemos hacer que nuestra mente esté ocupada en repetir el Nombre de Dios. Una y otra vez sin descanso. En todas las religiones se recitan versículos y jaculatorias, pero no se da la más mínima explicación, ni “biológica”, como acabamos de hacer, ni, menos aún, otras de mayor calado filosófico.

Podemos pensar en frases complejas o sencillas palabras, incluso monosilábicas. Dará lo mismo, porque lo único que se pretende es “entretener” la mente. Dios vendrá cuando vea nuestra disposición, no cuando oiga nuestras palabras. Dios vendrá no al ritmo de nuestras palabras, sino al sentir de nuestro corazón.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Meditar como el océano: enfermedades mentales (y 4)


Meditando como el océano, trabajamos en dos planos, aparentemente distintos pero idénticos, de forma simultánea: el individual y el colectivo.


En efecto, meditar como el océano es penetrar en las profundidades de nuestro ser buscando la serenidad de la gran masa de agua. Es superar la agitación superficial, de las olas y del viento que las provoca. Es superar los influjos del sol y la luna que provocan las mareas. Es bucear en nuestro interior para, de repente, encontrarnos suspendidos en una gran masa de agua de la que, al mismo tiempo formamos parte.

Meditar como el océano requiere una sintonía con sus ritmos y eso lo conseguimos con la respiración. Acallamos nuestras olas, nuestras inquietudes y buscamos el ritmo del océano, inspiramos y expiramos, una y otra vez, hasta sentir que, aunque somos nosotros los que respiramos, también somos inspirados y espirados. La gota de agua ya no está aislada, saltando en el aire o derramándose sobre la tierra, sino que forma parte del mismo océano. Esta sintonización es la que permitió a Cristo (Mt 14, 22-36) caminar sobre las embravecidas aguas del lago Tiberíades. Esta sintonización es la que Pedro percibió, pero la percibió externa a él y aun así, con la ayuda de la Fe, también él fue capaz de caminar unos momentos sobre las mismas aguas. Pedro basó su seguridad en Algo que consideraba externo a Él: Cristo. Aún así fue el principio de su “curación”. Cuando Cristo sube a la barca, cuando sus discípulos lo incorporan a sí mismos, encuentra calmado su mar, ese por el que navegaban todos los días, vendidos a él en la búsqueda ciega de sus bienes materiales que eran los peces.

Meditar como el océano es, pues, descubrir la potencia de nuestro Yo interior. Meditar como el océano es hacer sentir nuestra presencia/existencia a nuestros hermanos para, así, ayudarles a descubrir su propio Yo que no es sino el nuestro mismo. No hay, pues, enfermedades mentales, sino carencia de conocimiento, desconocimiento de nuestro yo.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Meditar como el océano: enfermedades del alma (3)

Así, pues, deberíamos revisar nuestra opinión sobre eso que han dado en llamar enfermedades mentales porque, aun cuando su origen pueda parecernos fisiológico y de hecho lo sea con frecuencia, su satisfactoria resolución está más en el espíritu que en el cuerpo y, aunque nos parezca mentira, es tarea común a todos nosotros: a los que las padecen directamente y a los que les rodean.


Podemos recordar la famosa frase de César: “Divide y vencerás”. En efecto, el Maligno (permitidme que utilice este término) lo tiene muy claro: la destrucción de la Humanidad vendrá de la división entre los hombres. Nada hay que más daño le pueda hacer a tan insidioso ser que nos llamemos y sintamos hermanos.

Hay una muy interesante iniciativa en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla que nos muestra como esto que aquí escribo no es una invención mía. Es una hermandad de personas de diversos orígenes y creencias que se reúnen en la capilla del hospital que han convertido es “espacio de silencio”. Allí “solo” meditan, en silencio, uniéndose al silencio de aquellos que sufren.

Otra forma, recuperada en las islas Hawai a mediados del siglo pasado, es el Ho’oponopono. La mejor definición que os podría dar al respecto es una pregunta: ¿serías capaz de no ayudarte a ti mismo? Pues el Ho’oponopono se basa en la corresponsabilidad de todo lo que ocurre a nuestro alrededor (podéis consultar http://hooponoponolaexperiencia.blogspot.com/2008/07/qu-es-hooponopono-es-un-mtodo-antiguo.html a manera de introducción)

En efecto, el paciente se encuentra bloqueado, es incapaz de ayudarse a sí mismo y, además, cree que ni lo entienden, ni pueden ayudarlo. Pero no tiene razón. Es difícil, largo, requiere dedicación y experiencia y algo que venimos intentando hacer desde hace tiempo en este blog: ser uno en la Unidad. No nos podemos permitir ni un minuto de reposo. Pero podemos hacer el milagro. Los psicólogos contemplan la figura del “vampiro”, esto es aquella persona que absorbe la energía psíquica de quien le rodea. Se trata de una forma incontrolada de trasvase de dicha energía que al “vampiro” no le resuelve, mas que temporalmente, la existencia y deja para el arrastre a la víctima. Así ocurre salvo que el “atacado” esté preparado para ello.

El meditar como el océano nos pone en contacto con la fuerza de la Unidad (a algún guionista se le coló en el subconsciente el decir ¡Que la Fuerza te acompañe!) la serenidad de la gran masa de agua que puede estar agitada en la superficie, como puede requerir la vida terrena, pero cuyo interior permanece inmutable.