HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

jueves, 27 de enero de 2011

Raíces

Preámbulo.


El de hoy es un artículo que se sale de lo habitual en este blog, por lo extenso y por las formas. Refleja una cierta metamorfosis. Espero y deseo que os sea útil.

Salvo en los ratos que logro lleva mi mente a la hesiquia, mi búsqueda, a veces obsesiva, de la Verdad no deja de utilizar los conocimientos y disciplinas intelectuales que mis pacientes maestros o mi propia disciplina me han proporcionado a lo largo de la vida.

Fruto de esta forma de actuar es la primera parte del texto que os presento a continuación. Es un texto árido, por mucho que haya tratado de hacerlo ameno. Es un texto que a algunos puede parecer herético. Asumo el riesgo. OS RUEGO que agotéis vuestra paciencia leyendo esta primera parte hasta el final o hasta donde vuestro tiempo os permita, cuanto más avancéis mejor. No saltéis esta primera parte, pero, acto seguido, no dejéis de leer la segunda.

Parte I: Homotecia consciencial

Navegando por el conocimiento de este mundo es fácil encontrar términos dispares, contradictorios, que nos llevan a enfrentamientos egocéntricos y, a la postre, a estancarnos en disputas fútiles.

Tomemos un ejemplo: la reencarnación. Cualquier cristiano, entendamos que acogido a la ortodoxia de su credo, negaría tal posibilidad. Después de esta vida, viene la Vida Eterna, ya sea en el Cielo, ya en el Infierno. Pero, cabe preguntarse: ¿y nos quedamos ahí, tal cual nos morimos sin más evolución posible? La libertad que un día se nos dio para forjar nuestro destino ¿se pierde una vez alcanzado éste? Perdonadme la guasa, pero parece muy aburrido ¿no?

Pasemos ahora al otro lado del concepto: la reencarnación es cierta, somos sometidos a una rueda de existencias con el objeto, se supone, de perfeccionarnos. Pero aquí los matices son muchos y hay múltiples teorías relacionadas: metempsicosis, reencarnación, transmigración,… y terminar degenerando en otras concepciones relacionadas con las anteriores pero radicalmente diferentes, como la anamnesis. ¡Hay que ver lo que pensamos los hombres para asegurarnos la Eternidad!

Decía el místico sueco Swedenborg que el hombre, cuando moría, permanecía en un nivel, sociedad decía él, de Amor y Verdad parejo al amor que había dado en su vida; que el goce de los bienes de ese Amor y esa Verdad eran los correspondientes, pero no iguales a los del Mundo y que esos bienes permanecían ya para el resto de los tiempos sin que se pudiera modificar al hombre por medio de la enseñanza, como ocurría en la Tierra. Había algo en esta afirmación que rechinaba y, al mismo tiempo, algo que resultaba claro. El hombre no puede quedar atado a un estado inmutable para la eternidad: sería contrario al libre albedrío, posiblemente la característica suprema diferenciadora de nuestro ser. Sin embargo, Swedenborg alude a la ley de la Correspondencia: igual arriba que abajo. En efecto, el Cielo que nos describe nuestro buen sueco, es similar a la Tierra y sin embargo diferente. Se me ocurrió, en primera instancia, tomar prestado de la geometría el concepto de homotecia. Una homotecia, evitando tecnicismos innecesarios y causantes de distorsión, es algo así como estirar una figura de goma manteniendo siempre la misma proporción entre sus características geométricas. Las sucesivas figuras resultantes son parecidas a la original pero más grandes. Aunque físicamente nos cueste trabajo verlo con el ejemplo propuesto, la homotecia puede ser negativa. Sería como volver un calcetín del revés y aplicar el mismo proceso expansivo de antes. Estaríamos hablando del Cielo y del Infierno en la terminología de Swedenborg. Pues bien, así me empecé a imaginar al ser humano. Decidí bautizarlo como homotecia consciencial. Claro que, rebuscando en el baúl de los recuerdos, todavía decidí afinar más. Y es que las figuras homotéticas lo son siempre según un factor de proporcionalidad constante entre cada dos de ellas, por lo que podríamos decir que el cambio de estado –de dimensión- sería imperceptible. La realidad, si hacemos caso a Swedenborg, aunque tampoco es, ni mucho menos, el único, es que el parecido entre estados correspondientes se retuerce y no siempre resulta fácil encontrar la semejanza. De nuevo volví a la Geometría y tomé el concepto de Transformación Afín Consciencial o afinidad consciencial. ¿Qué es una transformación afín? Pues una transformación lineal (rotación, homotecia, etc.) compuesta con una traslación. Lo vais a ver con un ejemplo que, además nos brinda una de las especies vegetales más primitivas –la Tradición en el Reino Vegetal-: el helecho.


Como podéis ver en la figura, la “hoja” del helecho se compone de otras hojas similares, giradas, progresivamente más pequeñas en las que el esquema se repite hasta la saciedad, pero donde cada figura, cada “hoja”, es similar pero diferente de las demás.

Volvamos a nuestro dilema: reencarnación, vida eterna, o ¿qué?

Pues, ni una cosa, ni otra o todas al tiempo. No es que quiera evitar el pillarme los dedos, ni ser piedra de escándalo, tampoco me gustaría y al mismo tiempo tampoco quisiera alterar la tranquilidad espiritual que las dogmáticas verdades teológicas producen en muchos seres humanos. Pero creo que es peor no utilizar los talentos que Dios me ha dado y que en un futuro Alguien o yo mismo me pregunte porqué no los utilicé. Me parece a mí que cuando los seres humanos planteamos conflictos filosóficos de carácter ontológico, tomamos diferencias semánticas, a veces sutiles, como características fundamentales de nuestras respectivas teorías. La realidad es más simple y, con ello, más amistosa. Vida Eterna no quiere decir inmovilismo evolutivo. Lo que es enseñanza en la Tierra, puede ser inmersión social en el Cielo de Swedenborg. Lo que es reencarnación para unos puede ser simple transformación en otros. Lo que es la hoja del helecho para unos, puede ser suma de hojas para otros.

Y ahora que hemos llegado a este punto, ahora que hablamos pomposamente de transformación afin consciencial ¿qué significa todo esto? Porque una transformación transforma, valga la redundancia, una cosa en otra –un espacio vectorial, diría un matemático, en otro- y todo partiendo de un punto que es el centro de la transformación. ¡Ojo a la palabra: punto! Pues mirad, acabamos de concebir un modelo matemático, geométrico, de la Creación. Nadie lo malinterprete: esto no es Dios, ni siquiera la “herramienta” con que Dios creó. Es sencillamente algo que nos puede ayudar a entender la Creación y el devenir del Hombre. No en balde dice nuestro buen sueco que el Cielo toma el Hombre como modelo. Así la Creación se conceptuaría como algo en permanente evolución/involución, nada nuevo por otro lado. Lo curioso empieza con el concepto de punto que daba en su día Euclides: “Aquello que carece de partes” Preguntémonos por un momento: ¿Dios carece de partes? La respuesta es evidentemente afirmativa. Pero, ¿Cuántas homotecias o, mejor aún, cuantas transformaciones afines hay? Tantas como puntos de transformación, o sea infinitos. Pero, al mismo tiempo y con esa definición, fuera de un punto no puede haber otro, porque llevaría en su misma esencia su contradicción existencial algo sin partes que tendría partes: dentro y fuera. Así mismo, tampoco es posible componer un espacio de puntos porque la suma de nada ha de dar nada, luego todas las transformaciones afines tendrían que tener el mismo punto de transformación. Hemos llegado a la conexión del hombre con el Todo y con los demás hombres. La manifestación divina, emanación dirían las tradiciones védicas, que constituiría cada transformación afín partiría del mismo y único punto de transformación. Cada transformación sería una emanación divina, hecha hombre, que iría expandiendo, retorciéndose, como expresión de vida. A su vez, cada transformación iría evolucionando, haciéndose más y más compleja. Así de una sencilla homotecia, pasaría a una transformación afín sencilla (giro y homotecia seguidos de una traslación) y así progresivamente. La transición de una transformación a otra no siempre es continua: se trata de los diversos estadios en que se divide nuestra vida que, como sabemos por experiencia, muchas veces se producen de forma brusca

Cabe hacerse dos preguntas: ¿quién y cómo encadena esa sucesión de transformaciones? Y ¿dónde estamos nosotros en ese sistema de transformaciones?

La primera parte de la primera pregunta parece obvia: Dios Padre, el Punto. El cómo es algo más complicado aunque se puede expresar muy escuetamente: mentalmente. Dice el Kybalion que el universo es mental y dice Swedenborg que Dios es Amor y Verdad. El Amor es la causa de todo esto y la Verdad es el conjunto de “reglas de juego”. La Verdad no es otra cosa que coherencia consigo mismo y el Espíritu de la Verdad ya sabemos quien es: el Espíritu Santo. Pues bien, como elemento conjugador de ambos surge el Hijo, no como un ente distinto de los anteriores, sino participando de su misma esencia. El Hijo es precisamente la Mente, o, si lo preferimos, la Voluntad de Dios expresada en cada una de esas emanaciones, que hemos dado en llamar Transformaciones Afines Conciénciales (TAC) y que evolucionan positivamente, siempre positivamente, aunque una situada geométricamente en la parte opuesta pueda parecer negativa respecto de la primera.

La infinidad de TAC que podemos concebir hace potencialmente inagotable el número de hombres que podrían “crearse”. Otra cosa es que realmente se creen. Una vez creados, es fácil imaginar que determinadas partes de cada transformación pueden superponerse y ser comunes con determinadas partes de otra u otras transformaciones. Estaríamos hablando de las interrelaciones que se producen en la vida real entre los diversos individuos.

Como ya dijimos al definir las transformaciones afines, éstas se tratan, matemáticamente hablando, de aplicaciones, relaciones si queremos usar una terminología menos especializada, entre espacios vectoriales diferentes. Pues bien, si cambiamos los dos espacios vectoriales entre los que se produce la aplicación, cambiamos la transformación, sería como cambiar de existencia. Ello no quiere decir que cambiásemos de dimensión, ya que los espacios vectoriales seguirían teniendo todos ellos el mismo orden. Tratemos de explicar esto. El espacio vectorial más simple que podemos definir es el lineal, el de una dimensión. Es el que nos permite trasladarnos a lo largo de una recta, partiendo de un punto, pero sin salirnos de esa recta. Si ahora quisiéramos salirnos de la recta porque ya nos la conociéramos de memoria, pasaríamos a movernos en el plano, esto es en un espacio de dos dimensiones. Y así sucesivamente. Esto serían los cambios dimensionales, mientras que relacionar primero dos rectas y luego cambiar a otras dos rectas diferentes de las anteriores, pero también rectas, serían cambios de existencia o de vida. Podemos hablar de reencarnaciones o de Vida Eterna y particularmente, prefiero la segunda expresión porque, aunque parezca paradójico, es mucho más amplia que la primera. Con Vida Eterna conoceríamos todo este proceso inagotable, eterno, que hemos definido y que, además, es el principio de la Vida que es Una como Uno somos todos.

Parte II: Humildad

Tengo la suerte de trabajar en un enclave natural dentro de un entorno industrial. Esto me ha permitido hacer una amistad más gratificante de lo que muchos pudieran pensar: es un hermoso abeto, el símbolo de luz mística de los druidas.

Todos los días, nos dedicamos unos minutos. Un día me regala algo de sí mismo y otro inspira mis pensamientos. Esta mañana me ha dicho claramente: “No olvides tus raíces” Me lo decía él, anclado de forma permanente en la Madre Tierra, sin que su voluntad, al menos en apariencia fuera capaz de arrancarlo de ahí. Y me lo decía a mí que tengo libertad para ir y venir por este mundo sin restricciones. Ahí tenía a mi amigo, plantado delante de mí, diciéndome algo que, aunque venía rumiando desde hacía semanas, no acababa de digerir y menos de asumir. Y me lo decía cuando acababa de terminar de escribir el infumable ladrillo que antecede.

Casualidad o no, lo cierto es que sus palabras fueron un revulsivo. No podía, ni debía, llevar mis conocimientos técnicos al mundo espiritual. No podía, ni debía llevar mi lógica analítica a la búsqueda de la Verdad, porque la Verdad es agua entre los dedos. Si quiero Verdad debo vivir en la Verdad y la Verdad la tenemos en nuestras raíces y nuestras raíces no son sino los principios engendrantes de la Vida: Amor como motivo, Verdad como coherencia y Perdón como unidad.

No en balde nos lo han dicho siempre: Conócete a ti mismo. Andarse por las ramas de la Geometría, la Filosofía o cualquier otra elucubración o rama del saber humano puede ser un gratificante juego discursivo o una herramienta útil para este mundo, pero es sencillamente inútil para nuestro desarrollo espiritual. ¡Qué complicado hacemos todo! Solo se dijo: “Y los bendijo Dios; y díjoles Dios: Fructificad y multiplicad, y henchid la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra!” (Génesis 1, 28). Pero ni hemos hecho dar Fruto a la Tierra, ni la hemos expandido, antes al contrario hemos sido y somos antes tiranos que señores. Y cuando Uno vino a mostrarnos el Camino y a decirnos cómo se cumplía el mandato divino, no lo entendimos. Fue tan simple como decir, “Amaros como yo os he amado”

Ahora tenemos una oportunidad, pero seguimos perdiéndonos en disquisiciones inútiles y en discusiones interminables. Mi amigo el abeto tenía razón: hay que volver a las raíces. Le bastaron cinco segundos de intercambio amoroso para decírmelo, el resto lo consumió mi torpeza para comunicarme con él. Yo he consumido cinco páginas en intentar contároslo. No sé si lo habré conseguido. Si he fracasado, perdonadme por haber desviado vuestra atención. Si lo he conseguido, bienvenidos al Nuevo Mundo.

martes, 18 de enero de 2011

La vida

La Vida es una lluvia de estados que Nos empeñamos en encauzar.

viernes, 14 de enero de 2011

Qué es un místico hoy. Calla y ve.

Qué es un místico hoy.
Calla y ve


Por Javier Melloni

Hoy, como en todos los tiempos, un místico es alguien tan necesario como inútil para su generación. Es inútil porque no produce nada y lo que ofrece no se puede comprar ni vender. No tiene precio en el mercado. Se escapa a quien lo quiere prender y confunde a quien lo quiere comprender. Por ello hay que apartarlo, porque se interpone entre la inmediatez de lo que hay que lograr y producir. El místico dice: lo que verdaderamente es, ya existe. Sólo hay que aprender a percibirlo. Molesta también a la institución, porque la relativiza y le recuerda que el cielo que ha pintado en el interior de sus bóvedas no es el cielo abierto auténtico.


Pero, a la vez, su presencia es indispensable porque señala un modo de existencia que anhelan todos los seres y las mismas instituciones. Ha nacido para alentar la llama sagrada que arde en todos y en todo. El fuego del místico es diferente al del profeta. Éste señala y grita lo que falta, mientras que el místico indica lo que ya es. El profeta habla del todavía no, mientras que el místico habla del ya sí. Ambas cosas son necesarias.

Parafraseando a Raimon Panikkar, “el místico no es el que tiene esperanza del futuro sino de lo Invisible”.

El místico no es ingenuo, sino inocente. La ingenuidad es una inmadurez que hace ciegas y torpes a las personas, porque les impide confrontarse con los elementos oscuros de la realidad y de sí mismos, mientras que el inocente lo ve todo, lo percibe todo y, sin echarse atrás, se entrega.

Otra de las cosas propias del místico es su capacidad de conjugar paradojas. Por un lado, es alguien exquisitamente cercano a las personas y a sus situaciones, pero también resulta inalcanzable, retirado en una extraña lejanía. Estando plenamente presente, está también ausente. Se halla en otro Lugar, y cuando está en otro lugar, se percibe su presencia. Su hablar es silente y con su callar, habla. Las palabras son sagradas para él -o ella-; por eso no las malgasta. Y por ello también sabe escuchar, y entiende lo que los demás no entendemos. Habla, mira, comprende desde un lugar diferente; a veces, tan diferente, que parece locura. Pero su locura no es más que el choque que produce en nosotros su anticipación de Realidad.

Ama cada objeto, cada planta, cada pétalo, y queda fascinado por ellos, pero, a la vez, puede prescindir de ello. Todo él es ternura, pero también vigor, como dice Leonardo Boff sobre Francisco de Asís. Es frágil y fuerte a la vez. No puede soportar el dolor de los pequeños. Ve desde ellos y para ellos, y su oración es siempre por ellos.

Es concreto, arraigado en su tiempo y en su lugar, capaz de un hablar sencillo y de poner ejemplos que los más pequeños comprenden, y a la vez, es universal, porque percibe lo que atañe a la condición común de los humanos. Ve la parte en el todo y el todo en la parte. Podríamos decir que tiene un instinto fractal, que es tal como hoy los científicos comprenden que está constituido el entramado de la realidad.

Es de una libertad soberana pero, a la vez, está al servicio de todos, porque percibe la irrepetibilidad de cada persona y de cada cosa, y ello le hace caminar por tierra sagrada. Acoge a cada ser como una epifanía y, estremecido, se somete libremente porque sabe que su yo no le pertenece, sino que es sólo receptáculo y testigo de las existencias ajenas.

Ama su tradición, aquella que le ha nutrido y le ha guiado, pero no hace un absoluto de ella. Sabe que “ser original es retornar a los orígenes” (Gaudí), no para repetirlos sino para recrearlos. Y el origen de cada tradición está más allá de ella misma, antes de que surgiera. Conoce el camino de la Fuente, “aunque es de noche”. Su fe es transconfesional, porque sabe que la existencia está atravesada de Presencia y ello es lo que celebran todas las tradiciones. Se alegra con ellas, por su diversidad y su riqueza.

Como un compás, con un pie está arraigado en su propio centro, y con el otro recorre los círculos de la alteridad. Este centro no es sólo el de la tradición a la que pertenece, sino que es un Centro más hondo que, descentrándole, le recentra.

Todo él está vacío. Su existencia es un pasaje por el que otros transitan para descubrirse a sí mismos. Como un icono, su sola presencia ayuda a los que le rodean a descubrir la hondura que les habita. Él sólo calla y ve. Y su alegría, tanto como su nostalgia, son inmensas.

 Publicados en: http://www.elciervo.es/html/default.asp?area=articulo&revista=76&articulo=509

domingo, 9 de enero de 2011

Acción y reacción

Con frecuencia recibo correos alarmistas (el fin del mundo en el 2012, el tsunami terrorista, etc.), escandalosos (los tejemaneje políticos, las manipulaciones informativas, las guerras autojustificadas,…) y otros de calificativos similares o peores. Hasta hace poco la sangre me hervía. Borraba unos, temblando de indignación. Reenviaba otros, ansioso de lucha, pensando en erradicar el mal, el despilfarro, la injusticia,… Hasta hace poco.
Leer los periódicos se ha ido volviendo poco a poco en la mejor forma de aborrecer la lectura. Las noticias que se recogen en sus páginas son desagradables, vergonzantes, desesperantes,... La existencia de numerosas cadenas de radio y televisión lejos de favorecer la creatividad, la educación intelectual, política, religiosa o espiritual, le hunden a uno en la miseria, el miedo, el desaliento,… o le sublevan y le lanzan a una vorágine revolucionaria que se convierte poco a poco en una marea roja de odio y pasión autojusticiera y autovengadora. Ahora, eso sí, hay numerosos programas que nos permiten sumergirnos en una relajación del cuerpo y del espíritu gracias a unas “estupendas tertulias” en las que todos dejan hablar a todos, donde reina un ambiente de respeto mutuo, donde no hay una palabra más alta que otra, llenos de buen gusto en el vestir y en el hablar,… Son, en fin, los reality show. Otra artimaña más para llevarnos a la degradación más absoluta, a la enajenación espiritual. Hasta hace poco me sublevaba tanta locura junta. Hasta hace poco.
No es que me hayan hecho una transfusión de horchata y por ello este penoso espectáculo haya dejado de soliviantarme, sino que he percibido el maquiavelismo del que escandaliza. Mejor dicho: el maquiavelismo del mundo. El Mundo, esa manifestación de Dios en la que nos encontramos de paso, tiende sus artes (sus redes y sus anzuelos, toda su batería de trampas) para sobrevivir creciendo. Todo en la Naturaleza ansía crecer. El mundo es así y, por eso, al Mundo le resulta difícil entender de espiritualidad, es más: la detesta. Es algo que escapa a su control, que no es suyo. Y ¿qué hace para crecer? Emplea la misma estratagema que el camorrista en las tabernas, que el chulo de la calle: provoca, incita al pardillo de turno a ponerse bravo, a emplear algo que, pobre de él, no sabe manejar: los puños, la fuerza, física o intelectual,…, las armas de este mundo. Tremendo error que puede dar con el incauto molido a palos o con un navajazo.
No. La solución… La solución ¿de qué? ¿Acaso hay algo que resolver? Si el mundo es así ¿qué tengo yo que cambiar? ¿El mundo cambió con Buda, con Cristo, con Mahoma, con Gandhi, con Martin Luther King,…? Estos avatares no cambiaron el mundo. Hicieron algo mucho más importante: servir de ejemplo, ser camino, mostrar la Verdad.
El mundo es como un teatro al que nos asomamos por numerosas ventanas. La mayoría de nosotros nos integramos tanto en la obra que la vivimos. Nos hacemos solidarios con sus actores y actrices. Algunos de nosotros, casi todos, se pasan de rosca y actúan como si la representación fuera la realidad y pretendemos cambiar la trama siendo que el guión ya está escrito. Y, así, una obra que deberíamos disfrutar, una obra de la que deberíamos sacar conclusiones y enseñanzas, se vuelve algo insufrible, algo que estamos deseando termine, algo que nos agobia y nos aturde, algo sin sentido,… ¿No os ha pasado que determinado actor que representaba el protagonista malo se os llega a hacer odioso en la realidad? ¿No salíais del cine, cuando erais pequeños, e ibais pegando tiros a imaginarios atacantes? No se trata de resolver el conflicto de la película, ni de luchar contra el malo, ni de castigar el crimen, ni…. Se trata de evitar dejarnos arrastrar por la trama de la película. No somos los actores, sino los espectadores, por mucho que en el teatro moderno se intente integrar al público en la acción para hacerle llegar mejor los sentimientos y mensajes que el autor ha querido reflejar en su obra.
Pues bien, ese es el riesgo que corremos. Ese es el problema que hemos de resolver. No debemos dejarnos enredar en las redes del mundo. Aun siendo cierto, no podría decir lo contrario, que debamos levantar nuestra voz ante la injusticia, la violencia, la impudicia,… no debemos dejarnos llevar por la misma corriente que mueve estas acciones y reacciones de nuestro mundo. Como ya he dicho en alguna ocasión, hace falta más hombría para aguantar un insulto que para liarse a mamporros con el insultante.
Claro que esta aparente y solo aparente pasividad no parece que sea aceptable desde nuestra formación ética o moral. ¿Cómo hacer compatibles y coherentes ambos extremos? Decidme: ¿Acaso puede la tórtola rugir como el león? Y, sin embargo, ¿puede la tórtola interrumpir su arrullo para siempre? Sí, esa es la solución, si sois tórtola, debéis seguir siendo tórtola. La paloma de la paz no se arma para la guerra. ¿Acaso trajo Jesús todas las cohortes celestiales para abatir al Sanedrín, y a los romanos y a los publicanos,…? La vida en este mundo es para vivila, para experimentarla en todas sus formas y no para destrozarla, sea cual sea el argumento bajo el que lo hagamos. Debemos mantener la inclinación divina que subyace en nuestro interior, ejercitar, bajo su influjo, nuestra voluntad y por ella desarrollar nuestro entendimiento al analizar nuestro entorno y al meditar nuestras acciones. Es posible, incluso diría que probable, que ello nos lleve a que nuestro cuerpo y nuestra mente se vean sacudidos por la ira, sean objeto de la envidia y de sus consiguientes ataques, el mundo nos mostrará su incomprensión y su intransigencia, o tal vez no. Pero el espíritu, aquello que permanecerá después de la desencarnación, lo agradecerá. Imaginaos a vosotros mismos en un viaje turístico por cualquier país exótico. ¿Diríais que habéis conocido el país si lo vierais desde un avión, sin pisar la tierra? ¿Diríais que lo conocéis si vais de hotel en hotel sin salir a la calle? ¿Diríais que lo conocéis sin hablar con sus gentes, sin recorrer sus mercados y sus calles, sin empaparos de sus costumbres, sin que el polvo de sus caminos manche vuestro calzado e inunde las mucosas de vuestras gargantas y narices? Y, en el colmo de la insensatez, ¿diríais que conocéis el país si, en el supuesto de que pudierais, cambiarais sus edificios por los de vuestras ciudades, convirtierais sus caminos en autopistas, sustituyerais sus gentes, alegres o serias, hoscas o amistosas, limpias o sucias,… por las que habitan vuestro país?
Ahora bien, ¿qué debemos hacer cuando algo en nuestro “viaje” no funciona como pensamos debe funcionar? Entre dejarnos llevar por la corriente como una musaraña y despertar nuestra ansia de dominación hay una postura más inteligente, más enriquecedora, más adecuada. Es la del piragüista que practica el descenso en aguas bravas. Debe de ser una experiencia apasionante. Pero, ¿a alguno de esos piragüistas se le ocurriría remar contra corriente? ¿Qué pasaría si alguno de estos piragüistas se quedara encogido en su kayak? El piragüista por el contrario se aprestará a aliarse con el ímpetu de las aguas, hundirá las palas en ellas de una u otra forma para esquivar las rocas que podrían hacer trizas su canoa y acabar con su vida y llegará a la meta satisfecho de su proeza. Claro que, otras veces, podrá experimentar una mayor satisfacción: perderse el descenso, hundirse en las aguas o romperse la cabeza contra las rocas por ayudar a otro piragüista. En todos los casos el piragüista habrá hecho el descenso de su vida. ¡Feliz travesía!

jueves, 6 de enero de 2011

HESICASMO: Preparación a la meditación

Tan importante como la propia meditación, incluso más, es la preparación. Una meditación breve, pero intensa, nos aporta mucho más que un largo período de tiempo sentados, deambulando por los rincones de la mente.


Los cuatro pasos tradicionales en la preparación para la meditación hesicasta -sin prisas, sin cargas, con humildad y con entrega total y absoluta a Dios- se pueden ver favorecidos con estos poemas y leyendas:

SIN PRISAS: vive tu tiempo

Date tiempo para trabajar:
es el precio del triunfo.
Date tiempo para pensar:
es la fuente del poder.
Date tiempo para jugar:
es el secreto de la eterna juventud.
Date tiempo para leer:
es el fundamento de la sabiduría.
Date tiempo para ser amigo:
es el camino de la felicidad.
Date tiempo para soñar:
es atar tu carreta a una estrella.
Date tiempo para mirar alrededor:
el día es muy corto para ser egoísta.
Date tiempo para reír:
es la música del alma.
Date tiempo para orar:
es la fórmula de encontrar a Dios

(Antigua canción irlandesa, anónima)


SIN CARGAS: el apego

Y, ¿qué es el dolor?
¿Qué es el sufrimiento?
El mundo fluye sin cesar,
todo en él es impermanente,
todo está en constante cambio, nada dura.
La vida no se mueve, sino que es movimiento.
Una cosa desaparece y condiciona
el surgimiento de la siguiente.
Aferrarse y apegarse a las cosas,
pretender poseer para siempre
lo que es impermanente,
es el origen del sufrimiento:
tengas o no lo que deseas,
ten por seguro que
tarde o temprano lo perderás.


(Buda)

HUMILDAD

Cuenta la leyenda que antes de que la humanidad existiera, los dioses inferiores se reunieron para hacer una travesura. Uno de ellos dijo:

- Pronto serán creados los humanos. No es justo que tengan tantas virtudes y posibilidades. Deberíamos hacer algo para que les sea más difícil seguir adelante. Llenémoslos de vicios y de defectos; eso los destruirá.

El más anciano de los dioses dijo:

- Está previsto que tengan defectos y dobleces, pero sólo servirán para hacerlos más completos. Creo que debemos privarlos de algo que les haga vivir cada día un desafío.

Un joven y astuto dios comentó:

- Deberíamos quitarles algo que sea importante... pero, ¿qué?

El viejo dios exclamó:

- ¡Ya sé! Quitémosles la llave del conocimiento.

- ¡Excelente idea! -gritaron los dioses.

El viejo Ser siguió:

- El problema va a ser dónde esconderla para que no puedan encontrarla.

El primero de ellos tomó la palabra:

- Escondámosla en el fondo del mar.

- No, recuerda que tienen curiosidad; algún día, construirán un aparato para poder bajar y entonces la encontrarán fácilmente. Escondámosla en otro planeta...

A lo cual los otros dijeron:

- No, recuerda su inteligencia, un día construirán una nave en la que puedan viajar a otros planetas y entonces la descubrirán.

Un dios anciano, que había permanecido en silencio, escuchando las propuestas de los demás, se puso de pie en el centro y dijo:

- ¡Sé dónde ponerla para que no la descubran!

Todos, asombrados, preguntaron al unísono:

- ¿Dónde?

El dios respondió:

- La esconderemos dentro de ellos mismos... en el interior de su corazón. Allí sólo los hombres sabios buscarán.

"El verdadero conocimiento está en el interior de nuestro corazón, allí donde los dioses saben que no buscaremos". En potencia somos sabios, cada día podemos descubrir algo nuevo. No se ha de ser orgulloso, sino humilde, ser conscientes de lo que ignoramos pues hasta que no profundicemos en todos los aspectos de la existencia, en todos los saberes, nuestras reflexiones tendrán todavía muchos horizontes abiertos. Lo que jamás debemos perder es la capacidad de sorprendernos, y como decía Sócrates: "Creemos que sabemos, cuando en realidad no sabemos".

De ahí la famosa máxima del oráculo de Delfos: "Conócete a ti mismo y así conocerás a los hombres y a los dioses".

ENTREGA TOTAL A DIOS: lo que vos queráis

Lo que Vos queráis, Señor;
sea lo que Vos queráis.

Si queréis que, entre las rosas,
ría hacia los manantiales
resplandores de la vida,
sea lo que Vos queráis,

Si queréis que, entre los cardos,
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
sea lo que Vos queráis.

Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada,
sea lo que Vos queráis.

Lo que Vos queráis, Señor;
sea lo que Vos queráis,



J. R. JIMENEZ

Feliz Navidad

Las Iglesias Ortodoxas celebran hoy, día 6 de Enero, la Navidad. A todos estos nuestros hermanos en Cristo es el momento de desearles ¡Feliz Navidad!

lunes, 3 de enero de 2011

Reyes Magos

Muchos de entre nosotros habrán pasado estas fiestas navideñas de escándalo. En plena crisis de valores que los medios de propaganda del sistema se empeñan en traducir como crisis económica, muchos habrán pasado estos días a remolque de esa otra propaganda consumista que nos induce a comprar todo aquello que no necesitamos comprar, a experimentar aquello que nada nos aporta o a pavonearnos de nuestra superior capacidad adquisitiva, aunque muchos luego, a lo largo de los próximos meses, tengan que estar a pan y agua. Absurdos de nuestra existencia.

Pocos, sin embargo, habrán vivido estos días como un proceso de renacimiento. Pocos, porque muchos son los llamados y poco los elegidos. Pero suficientes para el desarrollo del “programa Hombre”

Llegamos ahora a la última de las fiestas que casi todo el mundo dice de los Reyes Magos, por eso de los regalitos, y casi todo el mundo olvida de llamar Epifanía, esto es manifestación de Dios. La liturgia cristiana es rica en manifestaciones de gran contenido. Lamentablemente el significado de muchos rituales, festividades y símbolos se ha perdido o tergiversado. Liturgia significa en griego “obra social” o “servicio público” y eso es lo que hacía Jesús un servicio a la sociedad humana, poniéndole delante de sus ojos y dándole caponcitos para que los mantuvieran abiertos las realidades que debían y debemos aprender.

Normalmente nos quedamos en que la Epifanía es la manifestación de Dios a todos, no solo al pueblo judío. Y ahí nos quedamos. Se conjugan en esa escena de la “adoración” de los Magos varios aspectos a tener en cuenta: la propia asistencia de los Magos, la presencia de los pastores y los regalos que unos y otros le hacen al Niño.

Los pastores atienden a la mera naturaleza humana, a la más material: le traen comida. Jesús no viene de paseo y sin necesidades. Es un hombre en toda la extensión de la palabra. Pero en ese hombre los Magos, que probablemente pertenecieran a la casta sacerdotal de Zoroastro que durante algún tiempo gobernó la antigua Persia, reconocen unas virtudes que en el resto de los hombres permanecen ocultas que no es lo mismo que inexistentes. Y esas virtudes las simbolizan con sus regalos que no pretenden apabullar a los humildes pastores, sino  ponerles de manifiesto que lo que en ese Niño destaca, también lo tienen ellos, los pastores, más o menos oculto, más o menos a flor de piel. El oro de la Sabiduría y el Conocimiento, la Verdad como esencia divina; el contacto permanente con Dios como forma sacerdotal que se evidencia con el incienso y la capacidad de salvarse a sí mismo y con ello a los demás, la sanación, manifestada en la mirra.

Así, pues, el oro, el incienso y la mirra no eran solo un presente al Niño, sino un mensaje para todos los hombres que, poseedores de esas mismas virtudes, porque en su naturaleza en nada diferían de ese Niño, solo tenían que desarrollarlas, siguiendo el ejemplo de Éste.

Recibid, hermanos, mi oro, mi incienso y mi mirra como reconocimiento de vuestra grandeza. Dios sea con vosotros.