HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

sábado, 28 de agosto de 2010

El árbol

Admiráis mi copa, discurrís sobre la frondosidad de mis ramas, analizáis mis hojas y los frutos que doy. Los más atrevidos buscáis en mis raíces, en su forma y en su largura, la razón de mi sabiduría. De esa sabiduría que se le supone al viejo roble.


Dicen que los árboles no dejan ver el bosque. No es cierto. Miramos con la herramienta equivocada y miramos lo que no tenemos que mirar. Fijaros en el árbol que queráis, el que más os atraiga. Abrazaos a él, pero no queráis ver el bosque: no veréis nada. Sentid lo que él siente. Hundid vuestros pies en su tierra, respirad el aire que él respira. Mirad al sol como miran sus hojas. Levantad los brazos al cielo como lo hacen sus ramas,… y veréis el bosque, pero ¡no veréis nada nuevo!

Vosotros no sois el árbol, sois el bosque y la tierra que lo sustenta y el aire que respira y la lluvia que lo humecta. Buscáis en el árbol y en el bosque lo que tenéis en vuestra casa. Aprovechad su sombra, alimentaros con sus frutos, pero buscad dentro de vosotros mismos. Entonces veréis el bosque y la tierra toda y el cielo y,… todo, absolutamente todo.

viernes, 27 de agosto de 2010

Evagrio el Monje (10)

Vivimos en el filo de la navaja. Tomar consciencia de nuestra realidad, percibir en nuestro interior la presencia de Dios y sentir como día a día crece y de forma exponencial, no deja de tener un peligro. EL mismo que provocó la caída del Ángel. Porque de sentir esa Divina Presencia en nuestro corazón a interpretar que somos dueños del bien y del mal hay un paso. Así, nos dice Evagrio:

“¿Y qué decir de ese demonio que deja al alma insensible? Siento temor de escribir al respecto. ¿No es increíble cómo el alma, cuando se encuentra con este demonio, sale de su estado interior, se despoja del temor de Dios y de toda piedad, no considera más al pecado como un pecado, ni actúa con responsabilidad, recordando al castigo y al juicio eterno como una cosa de nada y verdaderamente se mofa del terremoto del fuego (Jb 41:20). Reconoce a Dios, por cierto, pero no reconoce su mandamiento.”

De igual forma, los que intentamos dedicarnos a la vida contemplativa, aunque sea por momentos, caemos con frecuencia en un tremendo error. Tenemos tendencia a confundir la tranquilidad del meditante, su aislamiento, ambos necesarios, con una impasibilidad estúpida y egoísta. Borrachos de felicidad en los pocos o muchos segundos de experiencia mística que conseguimos en nuestra lucha diaria, tenemos inclinación al egoísta deseo de aislarnos del mundo y de forma permanente. Para llevar esa vida austera de indefinido aislamiento es necesario un muy elevado grado de consciencia y ser capaz de conseguir que el Brillo de la Presencia Divina, inicialmente en nuestro interior como en el de todos los hombres, salga de forma permanente al exterior y sea capaz de transmitirse, con su estela de beneficios, al mundo entero.

El resto, los que aún estamos subiendo la escalera a los Cielos, no podemos caer en la estupidez de salirnos de la escalera con la peregrina idea de llegar a Dios por el atajo de la meditación, el misticismo y la contemplación. La meditación no es sino el desayuno; convertir nuestra vida en una meditación continua es tan estúpido como estar desayunando continuamente, atiborrarse de tostadas y pillar un empacho.

Tremendo error. El hesicasta, el contemplativo en general, no puede ser egoísta, ni siquiera para favorecer su meditación. No es hesicasmo el encerrarse en uno mismo, olvidarse del mundo, de sus problemas y de sus dificultades. Estamos en este mundo porque debemos estar en él. Es un absurdo evitar vivir las experiencias que nos presenta la vida, por escatológicas que puedan ser, bajo el pretexto de una supuesta vida contemplativa. La trampa está servida.



sábado, 21 de agosto de 2010

Evagrio el Monje (9)

“El odio contra los demonios nos ayuda mucho a conseguir la salvación y es conveniente para la práctica de la virtud. Pero nosotros no estamos en condiciones de cultivarlo por nosotros mismos como un brote cualquiera, ya que los espíritus amantes del placer lo destruyen y lo conducen a ese amor habitual. Este amor -o más bien, esta gangrena difícil de curar - es curada por el médico de las almas abandonándonos a una prueba. Efectivamente, permite que padezcamos de día o de noche, una situación horrorosa para el alma, de tal modo que ella retorna a su odio original, aprendiendo a decir lo que David dijo al Señor: De un odio perfecto los odié; se han convertido en enemigos para mí (Sal 138:22). Pues el que no peca con sus actos ni con sus pensamientos, odia con un odio perfecto, lo cual es índice de una máxima primitiva impasibilidad.”

El diccionario de la RAE dice: “Odio, antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. La verdad es que este significado nos lleva a un callejón sin salida, ya que nos debería resultar imposible desear mal a nadie, aunque sea nuestro enemigo.

Creo que es conveniente hagamos otra interpretación más acorde con la intención de Evagrio. Dicha interpretación queda implícita en la expresión “odio perfecto”.

El odio no deja de ser una pasión ciega y arraigada en un corazón descontrolado, viciado por el deseo de venganza, por la envidia, por el resentimiento, etc. Por tanto, siempre conlleva un calificativo de bajo e indigno, todo lo contrario de un espíritu cristiano. Por el contrario, hay un sinónimo mucho más adecuado: el aborrecimiento es un afecto nacido del concepto que forma nuestra mente de las características del ser aborrecido, esto es conlleva un análisis sereno de éste y de dichas características. Pero, además, puede ser compatible con la honradez, cuando las características que nos hacen aborrecible el citado ser tienen connotaciones negativas desde el punto de vista ético, moral o religioso. Así, decimos que el odio es implacable, pero no lo decimos del aborrecimiento, porque miramos a aquél como una pasión ciega, que nunca perdona, que va siempre de la mano del rencor y de la mala voluntad, mientras que el aborrecimiento es la consecuencia de una persuasión, que la razón o el desengaño pueden llegar a destruir. Un cristiano está obligado a perdonar el daño provocado por cualquier hombre porque no debe haber odio en su corazón; pero no puede dejar de aborrecer las cualidades negativas que han hecho que dicho hombre haya actuado así.

Por todo esto es que Evagrio dice que “nosotros no estamos en condiciones de cultivarlo por nosotros mismos como un brote cualquiera, ya que los espíritus amantes del placer lo destruyen y lo conducen a ese amor habitual (a mi entender se ha utilizado erróneamente el término habitual en lugar de vulgar u ordinario)” Este es el callejón sin salida a que aludía al principio de mi comentario. Y es precisamente aquí cuando el Médico de las Almas, Jesús, nos enfrenta a la disyuntiva amor sobre todas las cosas u odio hasta la muerte. De este enfrentamiento surge el equilibrio, el odio perfecto de David. Este es el retorno al hombre adámico, al hombre de la “máxima primitiva impasibilidad”

¡Que Dios nos de la capacidad de aborrecer sin odiar!

viernes, 20 de agosto de 2010

Claves

En la Unidad el Todo es idéntico a Sí Mismo. No hay diferencia entre partes, porque no hay partes. No hay dos estados diferentes, no hay tiempo. SIN PRISAS.


En la Unidad ninguna parte es más que otra, porque no hay partes. Nada pesa más que lo demás, porque lo demás no es diferente. Nada es una carga para el resto, nada depende de lo demás. SIN CARGAS.

En la Unidad todo es conocido porque todo es como todo. Nada puede ser ni mejor ni peor que el resto: La humildad es una clara manifestación de la Unidad. CON HUMILDAD.

En la Unidad Todo está Consigo Mismo, no puede ser de otra manera. No hay escapatoria. A PLENA DISPOSICIÓN DE DIOS.

Estas son las fases preparatorias de nuestra meditación hesicasta, pero ¿acaso puedo estar fuera de la Unidad? Entonces ¿qué hago yo ocupado en las cosas de este mundo? Y ¿qué cosa es este mundo?

Difícil tarea es distinguir mi mente de mí mismo. El Cielo y la Tierra son semejantes a mí: no puedo distinguirlos. Y, sin embargo, la mente imagina. Pero siempre imagina a semejanza de lo que conoce. La vida es un juego y, para jugarlo, todos “nos hemos puesto de acuerdo”. La Totalidad no puede estar en desacuerdo consigo misma. Poderosa herramienta la Imaginación. Pero en este maravilloso juego de la vida solo se pierde cuando te crees en exceso tu papel, cuando te identificas con él y olvidas lo que eres, cuando, en definitiva, te olvidas de Dios.

Cuando uno duerme poco, la mente viaja de nube en nube. Es una experiencia maravillosa, única e irrepetible, pero no vendería en las agencias de viajes: es muy difícil contarla.

domingo, 15 de agosto de 2010

La Asunción de la Virgen María

Me resulta difícil, imposible, concebir la figura de Jesús sin la presencia de María. Y no es que Jesús precise de la presencia de nadie, como Dios, sino porque el mensaje que se nos transmite requiere de la consideración conjunta de ambos. El mensaje de Jesús queda incompleto sin la actuación de María. María nos representa, nos da ejemplo de lo que debemos hacer: preparar nuestro ser para “permitir” el nacimiento de Dios, de ese Dios que llevamos dentro sin ser conscientes de ello. Y sobre todo es un modelo mucho más asequible para un modesto ser humano que la inmensa figura de Cristo. Primero toca ser María y luego “seremos” Cristo.

Os dejo con la meditación de mi querido San Bernardo:

Hoy, la Virgen María, sube gloriosa al cielo. Colma completamente el gozo de los ángeles y de los santos. En efecto, es ella quien, con la simple palabra de salutación, hizo exultar al niño todavía encerrado en el seno materno (Lc 1,41). ¡Cuál ha debido de ser la exultación de los ángeles y de los santos cuando han podido escuchar su voz, ver su rostro, y gozar de su bendita presencia! ¡Y para nosotros, amados hermanos, qué fiesta en su gloriosa Asunción, qué causa de alegría y qué fuente de gozo el día de hoy! La presencia de María ilumina el mundo entero tal como el cielo resplandece por la irradiación esplendorosa de la santísima Virgen. Es, pues, con todo derecho, que en los cielos resuena la acción de gracias y la alabanza. Pero nosotros..., en la misma medida que el cielo exulta de gozo por la presencia de María ¿no es razonable que nuestro mundo de aquí abajo llore su ausencia? Pero no nos lamentamos porque no tenemos aquí abajo la ciudad permanente (Hb 13,14) sino que buscamos aquella a donde la Virgen María ha llegado hoy. Si estamos ya inscritos en el número de los habitantes de esta ciudad, es conveniente que hoy nos acordemos de ella..., compartamos su gozo, participemos de la misma alegría que goza hoy la ciudad de Dios, y que hoy cae como rocío sobre nuestra tierra. Sí, ella nos ha precedido, nuestra reina nos ha precedido y ha sido recibida con tanta gloria que nosotros, sus humildes siervos, podemos seguir a nuestra soberana con toda confianza gritando [con la Esposa del Cantar de los Cantares]: «Llévame en pos de ti: ¡Correremos tras el olor de tus perfumes!» (Ct 1,3-4). Viajeros todavía en la tierra, hemos enviado por delante a nuestra abogada..., madre de misericordia, para defender eficazmente nuestra salvación.

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia

1er sermón sobre la Asunción

sábado, 14 de agosto de 2010

Evagrio el Monje (8)

Continuamos con el mismo demonio del que nos hablaba ayer Evagrio: el demonio vagabundo, el del intelecto. A hora nuestro buen monje nos da la receta para luchar contra él. Aunque utiliza el lenguaje personificando nuestra “tentación” en la figura del demonio, podemos adivinar, tras sus palabras, la sentencia del Delfos: “Conócete a ti mismo”

“Pero nosotros, si realmente nos proponernos reconocer la astucia de este demonio, no debemos apresurarnos a gritar en contra de él, ni a meditar sobre lo sucedido, contando como éste realiza estos encuentros en nuestros pensamientos y de qué manera va empujando el intelecto hacia la muerte. No soportando ser observado en su actuar, el demonio huirá de nosotros y nada podremos saber de lo que queríamos aprender. Más bien deberemos permitir que por uno o dos días, actúe a fondo, así podremos aprender bien sus maquinaciones, y lo haremos fluir enfrentándolo con nuestras palabras. Y sucede que cuando nos sentimos tentados, el intelecto está turbio y le resulta difícil ver lo que está sucediendo. Debemos pues, actuar cuando el demonio se ha ido de la siguiente manera: siéntate y trae a tu memoria lo sucedido, por dónde ha empezado todo, dónde has ido, y en qué lugar te sentiste atraído por el espíritu de la fornicación, de la tristeza o de la ira, y nuevamente recapitula lo sucedido. Examina todo muy bien y confíalo a tu memoria, así podrás enfrentar al demonio cuando se acerque. Observa atentamente el escondrijo donde él pretende llevarte y no lo sigas. Y si incluso quieres enfurecerlo, enfréntalo una y otra vez, hablándole directamente. Se sentirá muy molesto ya que no tolera ser avergonzado. Como demostración de que has sabido hablarle como es debido, verás que ese pensamiento que te acechaba te abandonó por completo. Es imposible que permanezca si es abiertamente enfrentado. Una vez que has vencido al demonio, seguirá una profunda somnolencia, una especie de estado de muerte, con una gran pesadez en los párpados, continuados bostezos, un gran peso en las espaldas. Pero el Espíritu Santo hará que todo esto se desvanezca luego de una intensa plegaria.”

¡Que la presencia de Dios sea percibida por todos nosotros!

viernes, 13 de agosto de 2010

Evagrio el Monje (7)

En el párrafo siguiente, Evagrio nos muestra contra qué debe luchar el hesicasta: el ansia de nuestro intelecto por cumplir sus funciones, pero llevadas al extremo.

“Hay un demonio, denominado vagabundo, que se presenta a los hermanos sobre todo durante el transcurrir del día. Éste pasea nuestro intelecto de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de casa en casa. El intelecto entabla, al principio, simples diálogos. Luego se entretiene por más tiempo con algún conocido y corrompe el estado interior de los que encuentra, y luego, poco a poco, se va olvidando de su conocimiento de Dios, de las virtudes y de su propia profesión. Es pues necesario que el solitario observe de donde viene este demonio y a dónde éste quiere llegar. No es por casualidad que este demonio da todas estas vueltas. Lo hace para corromper el estado interior del solitario. De este modo el intelecto, enardecido por estas cosas, ebrio por todos los encuentros, inmediatamente se tropieza con el demonio de la fornicación, o de la ira, o de la tristeza. Sentimientos que masivamente destruyen el resplandor del estado interior.”

En efecto, como ocurre con cualquier otra potencia del cuerpo, la mente desea desarrollarse, expandirse. Es como una toma de consciencia egoísta de la propia mente. Ansía cobrar el protagonismo que le parece propio de su aparente superioridad sobre el resto de características del hombre. Incluso lo hace con la inocencia de quien se cree en el buen camino. La elucubración de la mente se mueve en los ámbitos más dispares, para cada uno según su carácter. No pensemos que el místico está exento de esta debilidad. Puede tener la tentación de avanzar con la mente lo que en la meditación contemplativa no le es dado: ¡Craso error! La mente, igual que el resto del cuerpo, es una herramienta más para la vivencia que ansiamos tener. Dejadla que campe por sus respetos y será como un burro en una cacharrería.

Cuando meditéis, la mente debe reposar. No os dejéis seducir por su capacidad analítica, allí donde vais no sirve. No permitáis que su velocidad de acción os embriague, podéis estrellaros. No permitáis que maneje vuestra imaginación para mostraros ejemplos prefigurados como si fueran auténticos éxtasis, estaréis perdiendo el tiempo.

La mente se desarrolla y fortalece con el paso de los años. Probad a convencer a un adulto, más aún a un anciano, de que debe dejar de pensar. Decidle que sus argumentos, conformados desde un sistema experto, al más puro estilo informático, son erróneos. Os demostrará, lo intentará, que lo que decís son tonterías. Y es que ya lo decía Jesús: "Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos".

¡Que la infancia vuelva a todos nosotros!
NOTA: La imagen ha sido descargada de http://www.juegosmix.com/ ¡Cuántas veces nuestra mente actúa de espaldas a nuestro espíritu!

sábado, 7 de agosto de 2010

Evagrio el Monje (6)

“En cuanto a los pensamientos, algunos de ellos separan y otros, son separados. Es decir: los malos separan a los buenos y, a su vez, los malos son separados por los buenos. Por lo tanto, el Espíritu Santo atiende al primer pensamiento que nos acude y en base a éste, nos juzga o nos recibe. Quiero decir esto: tengo un pensamiento de hospitalidad y seguramente lo tengo hacia el Señor, pero como se acerca el Tentador, mi pensamiento es separado, porque éste me sugiere brindar hospitalidad por amor a la gloria. Y más aún: tengo un pensamiento de hospitalidad, pero para ser visto por los hombres. Y sin embargo, este mal pensamiento puede ser rescindido al acudir un pensamiento mejor, el de pensar que es mejor dirigir la virtud hacia el Señor e inducirnos a no hacer estas cosas por los hombres.”

Refleja Evagrio con estas palabras una lucha permanente, soterrada y profunda de almas que aspiran a la perfección, pero yerran en su camino. Es la debilidad del alma que pierde la espontaneidad de sus sentimientos. No podemos “pensar” lo que tenemos que hacer, porque nuestra débil mente se retorcerá en argumentos espurios y acabará por perderse. Es preciso disciplinar, entrenar la mente y el cuerpo, el espíritu y el alma para que todos ellos actúen de forma coordinada, pero espontánea, con esa espontaneidad que da ese vivir continuamente en la presencia de Dios, con esa oración continua que propugnaba Jesús y en la que procuramos perseverar los hesicastas.
“Después de mucha observación, hemos conocido cuál es la diferencia entre los pensamientos provenientes de los ángeles, los provenientes de los hombres, y los que provienen de los demonios. Los primeros, los angélicos, observan las varias naturalezas de las cosas y descubren las razones espirituales. Por ejemplo, la razón por la cual el oro fuera creado, esto es, para ser distribuido en las zonas inferiores de la tierra mezclado con la arena, y ser encontrado con mucho trabajo y fatiga. Y luego vemos cómo, una vez encontrado, es lavado con agua, pasado por el fuego, entregado a las manos de los artesanos, los cuales harán el candelabro de la tienda, el altar, los incensarios y las copas, en las cuales ahora no bebe más - por gracia de nuestro Señor - el rey de Babilonia. Por estos misterios arde el corazón de Cleofás. Pero el pensamiento que nos surge por obra de los demonios, no sabe ni comprende todo esto, sino que nos sugiere, descaradamente, el afán por la posesión del oro sensible, indicándonos todo el placer y la gloria que nos colmarán al tenerlo.”



“En cuanto al pensamiento que proviene del hombre, el mismo no busca la posesión del oro, ni se preocupa por entender su significado simbólico, sino que nos introduce en la mente su forma desnuda, sin pasión ni codicia por poseerlo. Lo que decimos del oro, es válido también para las otras cosas, cuando este pensamiento es místicamente ejercido según esa regla.”

Es curioso el “modelo” de funcionamiento que nos presenta Evagrio. Es curioso y muy interesante. En una primera impresión, puede parecernos que el hombre es algo así como un ring donde dos boxeadores, un ángel y un demonio, se enfrentan a puñetazos. Sin embargo, la explicación real anda lejos de esta simplicidad. En efecto, los amantes de la alquimia espiritual habrán vislumbrado rasgos de la misma en estas palabras. El hombre simple solo se preocupa de vivir la vida, conociendo, exclusivamente, el oro en su aspecto más material, sin preocuparse en buscarle significados más profundos, pero tampoco deseándolo por su valor material. El pensamiento perverso, el del diablo, se ve envuelto por el deseo del oro por su exclusivo valor material, lo que representa de poder y riqueza. Sin embargo, los pensamientos angélicos consideran el oro como representación simbólica de la pureza, de la excelencia espiritual. Habla de la creación de utensilios religiosos varios, pero las copas que incluye entre otros objetos ya no son para beber como haría el hombre vulgar, el Rey de Babilonia, sino que son reflejo de la belleza interior de un corazón puro como el de Cleofás, un Cleofás que no es otro que uno de los dos discípulos a los que se aparece Jesús camino de Emaús, un Cleofás que ha salido a buscar, sin saber muy bien el qué, perdido en los acontecimiento extraños que han vivido en los días precedentes y que aún no acaban de entender. No sabe que el oro de la revelación, extraído de las entrañas de la tierra, mezclado con arena, sucio y casi inservible, le va a ser entregado en unas horas y todo ello gracias a ese proceso que ha recorrido, casi sin saberlo, pero con mucho esfuerzo, de la mano del Maestro.
¡Que Dios nos acompañe en nuestro caminar!

viernes, 6 de agosto de 2010

Fe

"Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: 'Trasládate de aquí a allá', y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes".

La mayoría de nosotros piensa en la fe como en un conjunto de creencias o simplemente en la confianza ciega en algo o en alguien. Sin embargo, una fe así concebida es débil. Parte de la aceptación de algo que no vemos y que, por eso mismo, nos resulta difícil sentir.

La mayoría de los enfermos no mejoran porque quienes les atienden no dan la confianza necesaria, la confianza que daría el creer en sí mismos. Si a ello añadimos la ya de por sí difícil situación del propio enfermo, la mejoría de este queda sometida en el mejor de los casos a la ingesta de productos químicos o al traumatismo quirúrgico.

Es necesario asumir la fe no como creencia en algo o en alguien. Las creencias han sido históricamente tan manipuladas que una tal fe tendría los días contados. Es preciso asumir la fe como un sentimiento de pertenencia a un grupo incapaz de traicionar, aunque lo parezca en un análisis parcial. Un grupo que es la Creación entera, el mismo Dios. Un sentimiento de pertenencia a ese grupo, de compromiso entendido como comportamiento armónico con él, sería la esencia de la fe.

Por eso se “enfadaba” Jesús y les decía: "¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos?”

jueves, 5 de agosto de 2010

¡Qué bello es respirar!


Respirar es de Dios tomar

Para luego a todos dar



Respirar es comprender

Que no puedes siempre aprender,

Que también has de enseñar.



Respirar es componer y luego tocar

La sinfonía universal.



Respirar es vivir, siempre vivir,

Muriendo cada vez un poco más,

Hasta por fin la Vida alcanzar.



lunes, 2 de agosto de 2010

¡Señor, sálvame!

De la lectura de hoy, Mateo 14,22-36, interesa destacar algunas frases.


"(...) Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. (...)  "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". (...)"

La primera está muy ligada a la práctica hesicasta. La oración es una forma de comunicación con Dios ÍNTIMA Y PERSONAL que, hermoso simbolismo, requiere un ascenso previo de nuestra persona, con todo lo que conlleva de esfuerzo y disciplina. Eso se nos pretende indicar con la frase "subió a la montaña". No obstante, esa intimidad a que nos hemos referido no es opuesta a otras formas de oración colectiva complementarias de ella y muy necesarias o de compartir físicamente un espacio. En este último caso, sin necesidad de contacto físico de ningún tipo, se producirá una comunión espiritual intensa suma de las vivencias interiores de cada uno.

En la segunda Jesús nos descubre nuestra propia personalidad. Somos capaces de hacer lo que Él mismo hace, pero no nos lo creemos. Una indicación suya es suficiente para desarrollar esa potencia, si por nosotros mismos no fueramos capaces. Tanto en un caso como en el otro, es habitual que nos falle la confianza en nuestra capacidad e incluso que dudemos de ser merecedores de Su atención. Entonces siempre tendremos el recurso de gritar "Señor, sálvame"

¡¡Que Dios sea con todos nosotros!!