HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

domingo, 27 de septiembre de 2009

Ejemplo

Hoy, día 28 de Septiembre la iglesia Católica recuerda a San Wenceslao, rey y mártir. Muchos fueron los hechos destacables de este hombre, pero me interesa sobremanera destacar, en su corto reinado, la transformación de numerosas cárceles en hospitales.

Y me interesa porque, transcurridos los siglos, nuestras sociedades, la española, la américana, todas en general, han sido incapaces de transformar el sistema penitenciario en una herramienta de ayuda al ser humano. Solo se presenta como un medio de proteger a la sociedad de aquellos que son "malos" y de atemorizar a los que pueden serlo, sin caer en la cuenta que estamos generando más delincuencia, más sufrimiento, más odio,... que el ya había antes.

¿Alguien se dará por aludido y pensará en cambiar el sistema?

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Meditar como una montaña (3)


Siempre me ha parecido algo poco natural la postura del pensador de Rodin. Una estatua de un hombre sentado, vuelto hacia sí mismo, encorvado, apoyado con el codo derecho en su rodilla izquierda puede reflejar la postura de alguien que quiere aislarse del mundo exterior y concentrar su PENSAMIENTO en una idea o en un problema. Pero difícilmente puede ser una postura cómoda en la que permanecer mucho tiempo.
La postura de meditación nunca puede dar la sensación de abandono de nuestro cuerpo. Se trata de hacer que el cuerpo no moleste, pero tampoco que se relaje en exceso, provocando somnolencia.Aunque la postura ideal, incluso desde el punto de vista científico, es la de loto, no todos podemos adoptarla. Algunos habremos de conformarnos con el medio loto y otros deberán limitarse a sentarse en una silla de respaldo recto con las manos puestas sobre los muslos. Fundamental: La espalda siempre recta; la pelvis ligeramente por encima de las rodillas (imprescindible el empleo de un cojín tipo zafú o sentarse sobre una roca redondeada)y la vista centrada a unos 90 cm por delante de uno mismo, en el suelo (depende de la altura del individuo). Los ojos abiertos, si podéis sentaros frente a una pared lisa, sin adornos, y si la luz no es muy intensa. La práctica os dirá lo más adecuado a vuestra naturaleza y circunstancias. En cuanto a la posición de las manos, éstas pueden descansar sobre el regazo, la mano izquierda sobre la derecha y pulgar contra pulgar, tocándose sin tensión, o descansar sobre los muslos, con un ángulo superior a 90º entre brazo y antebrazo y las palmas de las manos hacia arriba cerrando el dedo gordo contra el índice o, menos ortodoxo, con las palmas hacia abajo. Algunos amigos practicantes de zen, podrán mejorar mi exposición, pero lo expuesto es suficiente para la práctica del hesicasmo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Meditar como la montaña (2)

No muy convencidos, nos sentamos rodeados de montañas o con la imagen de una de ellas en la mente. ¿Qué puede pensar una montaña? O mejor, de todo lo que constituye una montaña ¿en qué nos hemos de fijar? ¿En el manto de nieve que hoy la cubre y mañana se funde? ¿En las flores que hoy adornan los verdes prados en la primavera y que se marchitan meses después? ¿En las cabras que hoy triscan en los más altos pedregales y, llegado el invierno, se refugiarán en los valles? ¿En los vientos que silban gracias a las montañas? Todo esto es transitorio y no fundamental. Es bonito, da gusto oír los trinos de los pájaros, ver el majestuoso vuelo del águila, el cantar de las aguas en los arroyos, … pero mañana dejará de ser. Sin embargo la montaña seguirá ahí. Sí, la montaña, la roca que la soporta y conforma, la roca indestructible y eterna, la roca que la hace igual que las demás montañas, la roca que citaba Cristo: ¡Tú eres petrus y sobre esta piedra edificaré mi iglesia!

De todo el párrafo anterior deberíamos destacar y meditar sobre cuatro aspectos:
- La eternidad de la montaña en cuanto soporte de la vida que bulle sobre ella.
- La inmutabilidad de la montaña frente a ese devenir
- La naturaleza común de todas las montañas: la roca sobre la que se desarrollan.
- La estabilidad de la montaña que nos manifiesta cómo debemos practicar nuestra meditación (postura)
¡Meditemos pues y que sea en presencia del Señor!

domingo, 20 de septiembre de 2009

Meditar como una montaña (1)


Como os habréis percatado intento preparar mi casa para la venida del Dios Uno con la práctica de algo que puede parecer esnob, porque suena a exótico, como todo lo que viene de oriente, aunque sea de Oriente Próximo. El que así piense está en un error. El hesicasmo, la búsqueda de la paz interior, es algo que, aunque conservado como una reliquia por la Iglesia Cristiana Ortodoxa, está en las raíces de la Iglesia Católica Romana que incomprensiblemente dejó diluirse en el tiempo.
En las columnas laterales de este blog vengo desarrollando la historia y los fundamentos de esta práctica meditativo-contemplativa por lo que no procede que me extienda mucho más aquí.
El ritmo con que voy exponiendo el camino a seguir es lento, tanto porque es así de necesario, como porque aunque quisiera no podría correr mucho más. Dios sabe lo que hace.
Hay diversos caminos que configuran el hesicasmo. Espero que Dios y vosotros mismos me ayudéis a recorrerlos todos y cada uno. Por el momento nos centraremos en la hesiquia, pero no quiero dejar de manifestaros que, siendo fundamentalmente lo mismo todos ellos, difieren en que hacen hincapié en una u otra forma de disciplina.
He elegido el método del Padre Serafín de Monte Athos por ser probablemente el más eficaz pedagógicamente hablando, aunque deberemos acompañarlo del correspondiente soporte teórico que desarrollaremos en la columna de la izquierda.
El padre Serafín, una vez que se había asegurado de la preparación previa de sus discípulos, les ordenaba meditar como una montaña. Siempre he establecido un cierto paralelismo entre el hesicasmo y el zen y otras disciplinas orientales como elyoga. Decir a alguien que medite como una montaña no deja de ser un koan, esto es una frase, aparentemente ilógica y contradictoria, que encierra en sí misma su explicación. Es posible que nuestra paciencia occidental se agote nada más empezar, que nos cansemos porque no sepamos sentarnos correctamente, que no tengamos tiempo suficiente para penetrar en las duras entrañas de la montaña, es posible, en fin, que tenga que venir Cristo, como hizo en el Huerto de Getsemaní con sus discípulos, para decirnos: "¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil". Sin embargo, no debemos desistir. No voy a decir que al final del camino está la recompensa, porque el camino no tiene fin, porque la recompensa está en nuestro propio caminar, en saber aprovechar la experiencia del camino, en fusionar Cielos y Tierra, haciendo la voluntad de Dios.
Os dejo con la imagen del Monte Athos. Intentadlo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Las Notas


Recuerdo, allá en mis años mozos, que tenía un pequeño mosqueo porque en un test psicotécnico, de aquellos que nos hacían en el colegio para determinar nuestro potencial intelectual, el resultado no había sido el que mi ego juvenil estimaba que debía haber sido. Lo estaba comentando con mi primo José Mari, q.e.P.d., y con su mujer, pedagoga y maestra y ella, que, esbozando una sonrisa, me dijo: “Fernando, es muy difícil que una persona, por mucho conocimiento que tenga, sea capaz de evaluar correctamente a otra que esté por encima de ella en capacidad intelectual. A lo sumo podrá estimar que le supera.”
Aparte de lo que de aliento podía tener para mí, que lo tuvo, el comentario me ha servido hoy para sustentar el siguiente análisis. Somos muy dados a evaluar y calificar a los demás, pero ¿en base a qué? ¿Qué parte de la persona evaluamos cuando lo hacemos? ¿Su cuerpo y su mente, su alma o su espíritu? Podremos establecer unos cánones de perfección estética en base a proporciones armónicas y evaluar cada individuo con regla y compás. Aunque parezca subjetivo, estaremos siguiendo pautas de la Naturaleza. Podemos realizar estudios estadísticos, establecer niveles de inteligencia, criterios de clasificación en dichos niveles y, finalmente, determinar el coeficiente intelectual de la persona. Pero su desarrollo espiritual es otro cantar.
Y yo, pobre entre los pobres de espíritu, yo que ando buscando a Dios por los rincones de mi desván, yo que, como decía un monje zen, solo tropiezo, caigo, me levanto y vuelvo a tropezar y caer de nuevo, para de nuevo levantarme, ese yo ¿va a ser capaz de poneros nota? Porque este yo de que estamos hablando es insignificante frente al Yo que hay en el interior de cada uno de vosotros. Como decía mi prima, este yo es incapaz de apreciar al Yo que lleváis dentro. Solo mi Yo, que no es otro que el mismo Yo que pugna por tomar carta de naturaleza en vosotros, es capaz de evaluaros. Pero si ambos Yo, el vuestro y el mío, es el mismo ¿no podéis vosotros mismos evaluaros?
Sí, no se trata de un juego de palabras. Recordad las palabras de Pablo: “Y si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquél que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros”. (Rom 8,10-14). Así, pues, cada vez que hacemos examen en conciencia, estamos “conectando” con Dios. No necesitamos que nadie nos evalúe: nosotros solos somos capaces de evaluarnos. Claro que, para eso, tenemos que ser, como dicen los chavales de hoy, auténticos. Y para ello nada mejor que la humildad si límites, el desprendimiento de todo, la paciencia más extrema y la entrega a Dios hasta el punto de someternos, de hacernos esclavos del Señor. Cuando seamos capaces de alcanzar ese sometimiento a Dios tan profundo, seremos capaces de presentar a Cristo al mundo, saliendo de nuestras entrañas, como María nos lo mostró. Al margen de la realidad histórica, la Encarnación de Jesús en María es todo un ejemplo simbólico que debemos seguir. Tal vez por ello, desde el inicio del Cristianismo, tantos y tantos santos han tenido devoción por María Santísima.
¡Que Dios sea con vosotros!

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Gracias

Pensaba daros las “notas” de vuestro examen de días atrás, sin embargo Algo me ha impelido a realizar esta acción de gracias.

Quiero dar las gracias a todas las madres que en este mundo han sido, precisamente por eso, por haber tenido la valentía de haberlo sido.

Quiero darle las gracias, en primer lugar, a la mía porque un día aceptó, junto con mi padre, el tremendo desafío y sacrificio que suponía, supone y supondrá, traer al mundo un hijo; por el esfuerzo continuado de ambos por sacarlo adelante; en fin, por todo lo que por mí han hecho.

También quiero darles las gracias a mis suegros por haber traído al mundo a mi mujer y a sus hermanos, porque entre todos hemos sido capaces de crear el entorno necesario para la venida y desarrollo de nuestros hijos.

Y también debo dar las gracias a todas esas madres de las buenas personas que ha habido, hay y habrá, por todos esos momentos tan buenos que nos han hecho pasar sus hijos, por la ayuda que éstos nos prestan a diario, aunque solo sea con su presencia. Gracias a las madres de mis, más que amigos, hermanos, que no voy a nombrar porque lo saben, porque no cabrían en la relación y porque sería tan torpe que me olvidaría de alguno.

Y también quiero dar las gracias a aquellas madres y padres que vieron morir a sus hijos víctimas de los males de este mundo, réplicas humanas de aquella divina Virgen de los Dolores.

Pero también quiero dar las gracias a aquellas madres y padres que, sin saberlo, trajeron al mundo enfermos de cuerpo o de alma; a aquellas madres que vieron a sus hijos desgarrarse en la tiranía de la droga, en la prostitución, en el latrocinio o en la barbarie más denigrante, porque me permiten encontrar a Dios en los lugares más insospechados, porque me han ayudado a desestimar lo aparente y lo superficial, a pesar de que mis defectos, aún hoy, me hacen sobreestimar los de los demás, ocultándome la presencia de Dios en ellos. Es más debo dar las gracias a las madres de aquellos que han tiranizado al mundo y que hoy lo tiranizan, vistiéndose incluso con la toga de la respetabilidad, porque ponen a prueba mi capacidad de amar incluso a los que dicen odiarme.

Y, para terminar, quiero dar las gracias a aquellos que defienden el aborto, porque me muestran la debilidad del ser humano que es capaz de fagocitar sus propias entrañas en el colmo de la locura; porque me muestran de lo que es capaz nuestra parte material cuando decidimos olvidarnos de nuestra otra parte; porque aun creyendo que van a destruir la Vida la están consolidando; porque, si el egoísmo de transmite de padres a hijos, la futura Humanidad será muy dadivosa; porque el movimiento pro-aborto tendrá los días contados. Por todo y a todos: ¡Gracias!

viernes, 11 de septiembre de 2009

Denuncia: Explotación infantil

Un informe del gobierno estadounidense identifica más de 58 países donde el trabajo infantil o el trabajo forzado se utiliza para fabricar cientos de productos, desde café en Colombia a los adornos navideños hechos en China, que generalmente terminan en Estados Unidos.
La noticia es triste. Los niños y los jóvenes deben dedicarse a cimentar su experiencia vital. La lógica, nuestra lógica, nos dice que dejemos de comprar a esos países. ¿Es esa la conclusión correcta o debemos hacer antes otras consideraciones?
El informe, aún por publicar oficialmente, relaciona países en los que se produce esta situación de explotación infantil. La relación filtrada que circula por Internet, muestra países de América Latina, África y Asia. La mayoría son tercermundistas y algunos tienen una potente economía emergente, más o menos incipiente, como China o Brasil. La conclusión parece evidente, nos llega subliminalmente: “Esos países son malos, muy malos” Con esta simple acción se está mermando la poca o nula competitividad de esos países tercermundistas o se retrasa el avance de los chinos.
Sin embargo, los americanos han tenido buen cuidado de no relacionar las empresas que compran esos productos. Por el contrario, muestran aquellas que tienen políticas precautorias para evitar que sus proveedores de materia prima, compren o sean de tales países.
El gobierno se plantea reactivar una ley del tiempo de Bill Clinton por la que se prohibía al propio estado la compra de productos realizados bajo explotación infantil.
Bien, tras estas noticias, ¿no deberíamos preguntarnos porqué se produce la explotación infantil?
Subyace en los artículos que se leen al respecto la creencia de que los padres explotan a los hijos o que hay mafias que los enredan o que los propios estados lo favorecen. ¿Alguien ha preguntado cuánto ganan esos padres? ¿Alguien ha pensado cuánto necesitarían ganar esos padres para sobrevivir toda la familia? Les hemos llevado una civilización extraña; les hemos ensañado las maravillas tecnológicas de nuestra civilización, pero no les hemos facilitado los medios de producción; no les compramos sus riquezas naturales, se las hemos quitado dándoles una limosna; les hemos metido en una dinámica competitiva, sin darles medios para ello no nos fueran a ganar y así sucesivamente. ¡Y aún pretendemos que conserven los principios éticos y morales sobre los que se sustenta nuestra sociedad y que, dicho sea de paso, ni siquiera nosotros mismos respetamos a poco que nuestras necesidades lo demanden! En la selva moderna en la que los hemos introducido, ellos lo único que han hecho ha sido exportar su forma de vivir de una selva a otra.
Y, si no son los padres, ¿quién puede ser el causante de tamaño despropósito? ¿No estarán pagando las empresas, por casualidad, salarios de pura miseria que obligan a trabajar a familias enteras para poder sobrevivir? ¿No estarán esas empresas manteniendo una aún más rastrera, si cabe, esclavitud en el siglo XXI? Las grandes empresas de complementos del vestir, fabricantes de bolsos y maletas, por poner un caso, se quejan de las grandes pérdidas que para ellos suponen las imitaciones. Lo que no dicen es que tales imitaciones no siempre lo son. No dicen que son los mismos que fabrican los bolsos que ellos venden a 1.000 €, los que se quedan una ínfima parte de la producción para venderla en los mercadillos a 200 € o menos. ¿No parece mucho margen solo por hacer el diseño? Realmente ¿tienen fuerza moral para requerir la acción policial de estados y ayuntamientos?
Las empresas ¿son las únicas? Esas empresas que prefieren pagar una miseria en países subdesarrollados en lugar de pagar lo que realmente cuesta en sus propios países, ¿son las únicas culpables? Esas empresas que están considerando personas de segunda o de tercera a aquellas que han nacido en países distintos del suyo y que encima tienen la desfachatez de presentarse como promotoras del progreso en esos países, ¿son las únicas culpables? ¿No serán también los gobernantes de esas naciones que prefieren cobrar los cánones, tasas o demás impuestos legales, cuando no la “mordida” correspondiente, en lugar de defender a sus conciudadanos, exigiendo que se les trate como personas? Y, puestos a seguir buscando culpables, ¿no lo serán también esos gobiernos occidentales que, a veces, o sea cuando les interesa, se revisten del manto de la Justicia y se cargan un país y cuando tienen que tener un comportamiento justo no lo tienen? ¿Hay que recordar a esos países occidentales que se rasgan las vestiduras por la explotación infantil que todavía mantienen una potente industria armamentística, cuyos productos son juguete de uso habitual entre esos niños que dicen querer proteger?
Y, finalmente, ¿qué decir de nosotros mismos? ¿Acaso no compramos aquello que satisface nuestra ansia de tener, de consumir, al precio más barato posible? Y esta forma de actuar ¿no nos lleva a comprar productos manufacturados en esos vilipendiados países tercermundistas? ¿Cuánto calzado deportivo o balones de fútbol se fabrica en Afganistán, por ejemplo, a 1 € y se vende a 10 €?
¡Basta de comportamientos farisaicos! Todos somos responsables. Que una empresa tenga un comportamiento inmoral, incluso criminal, no me exime a mí de mi culpa. ¿No podemos, por ejemplo, seleccionar un poco los productos que compramos? Pensemos sobre este problema que no, nos engañemos, no lo es solo de los niños y de sus padres, sino de todos nosotros.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Examen

Resultaba muy desagradable cuando, allá en mis años mozos, el profesor anunciaba que en ese mismo momento iba a realizar un examen sorpresa de la asignatura. Era una práctica habitual en algunos profesores, en los buenos, aunque para muchos de nosotros el profesor mereciera todo tipo de epítetos poco agradables.
Posteriormente, en la universidad de los setenta, esa tentación de algunos profesores era contestada por grupos de alumnos a los que la vida, y no yo, se encarga de calificar. Lo cierto es que conseguían que dichos exámenes no se produjeran.
Finalmente, en la Universidad de la Vida los exámenes de este tipo son el pan nuestro de cada día. Más aún, somos nosotros mismos los que nos tenemos que examinar; los que tenemos que probar si estamos o no preparados para superar las pruebas de verdad. El Sacramento de la Penitencia habla del Examen de Conciencia. Tomaremos prestado el concepto, pero generalizándolo un poco y con un leve matizado. Prefiero decir “Examen en conciencia”. En efecto, se trata de comprobar si estamos o no preparados para tomar la vía meditativo-contemplativa y eso solo puede hacerse desde la verdad. No cabe copiar, ni sacar las “chuletas”, ni que nos “soplen” la respuesta. Cuentan del padre Serafín del Monte Athos que, cuando llegaba alguien pretendiendo convertirse en su discípulo, lo miraba fijamente durante un tiempo. En muchos casos, el examen concluía con algo así como “¡Horror! En usted el Espíritu Santo no ha pasado del mentón.” Solo en contados casos alcanzaba las rodillas. En la mayoría de las vías de conocimiento esotérico hay un proceso de iniciación que no es otra cosa que un examen en el que el examinando se enfrenta a una situación, a un problema, por sorpresa, que lo pone frente a la realidad de una forma cruda, sin edulcorantes. El iniciado metido en un callejón sin salida, se encuentra desnudo, sin defensa e incapaz de engañarse. Este es el “examen en conciencia” de que hablamos. Sentémonos frente a nosotros mismos y preguntémonos. Las cuestiones a plantear son innumerables.
Hagamos un inciso para saludar a todas las Martas que hay por el mundo. Yo también soy Marta a veces y lo peor es cuando empujo a otros a ser Marta. Hablamos, como habréis adivinado, de la prisa. Explica la mitología que Cronos, hijo de Gea y Urano, derroca a su padre, castrándolo además. Casado con Rea y conocedor de que uno de sus hijos lo derrocaría, se come uno a uno a todos los hijos que le engendra su mujer, hasta que ésta oculta a Zeus que finalmente derroca a Cronos. Zeus era el padre de numerosos héroes y heroínas y presidia el Olimpo. La artimaña de que se valió Rea para salvar a Zeus fue darle a Cronos una piedra envuelta en una manta. El insensible dios del tiempo cayó en la trampa porque el tiempo desconoce la naturaleza humana, solo absorbe lo que conoce: la parte material en la cual no diferimos mucho de otros seres. En cuanto Rea fue capaz de liberarse de la tiranía de Cronos surgió Zeus con todo su poder, pero ¿hablamos de un dios o es una forma genérica de hablar del hombre? ¿Es que aún no vemos claramente que el yugo del tiempo cae sobre nuestro cuerpo, pero no sobre nuestro espíritu? ¿Es que aún no vemos que no podemos hacer perder a nuestro espíritu una oportunidad de desarrollarse, de ser consciente de la realidad, por quedar sometido al ritmo frenético que nos impone el dios Cronos?
Debemos plantearnos una segunda cuestión, tal vez la más sencilla, no de responder, sino de equivocarnos al hacerlo: “¿Podemos tirar la primera piedra?” ¿Somos lo suficientemente humildes como para reconocer que no somos mejores que los demás a los que nos empeñamos en juzgar, incluso desde un puesto premeditada, afectada y farisaica postura externa de comprensión? ¿Somos capaces de ponernos en el lugar y circunstancias del que roba, así, sin atenuantes? ¿Somos capaces de entender a esas hermanas y hermanos que se prostituyen o se drogan? ¿Los consideramos peores que nosotros que vendemos nuestro conocimiento tecnológico, el tiempo que podríamos dedicar a nuestra familia, a nuestros amigos o a cualquier ser humano que lo precise, por asegurar un nivel económico al que probablemente podamos renunciar? ¿Recordáis cuando hablábamos de humildad? ¿Estamos siendo humildes de verdad? ¿Cómo andamos de humildad? Repasemos por un momento un día cualquiera de nuestras vidas, incluso en cosas triviales. ¿Cuántas veces nos vamos del brazo de la soberbia? ¿Cuántas veces, por poner un caso, no dejamos que se incorpore otro conductor a la vía por la que circulamos? ¿Cuántas veces “miramos por encima del hombro” a los que nos rodean porque tenemos un coche mejor, vamos mejor vestidos, somos más altos o más guapos , somos blancos y ellos no, somos españoles y ellos no, etc.? ¿Cuántas veces discutimos acaloradamente sobre el más banal de los temas porque pensamos que nuestra razón es la mejor, cuando no la única?
La tercera cuestión es francamente compleja de responder. ¿Practicamos el desapego? ¿Somos capaces de renunciar a las cosas de este mundo? Algunos podremos responder que no queremos riquezas y creeremos ser los líderes del desapego. Otros avanzarán un poco más y será capaces de renunciar a su coche, su casa, su reloj o su televisor y creerán haber alcanzado el no va más del desapego. Y así sucesivamente. Pero ¿cuántos de nosotros serían capaces de renunciar a llevar la razón; de renunciar a todo tipo de aplauso, por muy motivado que esté, de renunciar a hacer prevalecer su natural cariño hacia sus seres queridos sobre el amor debido hacia el resto de la Humanidad, en un acto de “nepotismo del amor”; de renunciar a todo tipo de satisfacción por ver satisfecho a otro; de renunciar a su propia vida por salvar la de otros, y no me refiero al acto heroico puntual, sino al sacrificio continuado, día a día? ¿Cuántos de nosotros, en fin, serían capaces de pasar por este mundo, considerando todo lo que hay en él como polvo del camino que uno sacude de sus ropas al final de la jornada?
Quien haya respondido positivamente las anteriores cuestiones no debe tener mucha dificultad en conseguir hacerlo con esta. Porque el que es capaz de parar el tiempo, de humillarse hasta hacerse esclavo de todos y de renunciar a todo lo de este mundo ¿no va a ser capaz de someterse a la voluntad de Dios en todos y cada uno de los momentos y actos de su vida?
Que Dios os acompañe.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Nuestro Sol (meditación)

El que mira la luz de su sol, no puede ver la Luz de las Estrellas

Cortesía (5)


Ya hemos preparado nuestra casa para recibir al Huésped. Nos hemos tomado nuestro tiempo en hacerlo. Hemos dado mil y un repasos, porque todos los detalles nos parecen pocos para agradarle y así debe ser. Hemos dejado resueltos nuestros conflictos, nuestras deudas, para que cuando estemos agasajando al Huésped, nadie tenga que interrumpirnos, para que cuando estemos hablando con nuestro Huésped, nuestra mente esté concentrada en Él. Hemos hecho nuestros ejercicios de humildad porque somos dados a presumir, a hacer alarde de lo que creemos poseer o ser, y eso molestará al Huésped. ¿Estará todo listo?
Pues no, falta lo más importante: la entrega. No podemos acondicionar la casa y marcharnos, dejarle al Huésped solo por muy bien acondicionada y preparada que le hayamos dejado la casa. El Huésped necesita de nuestro calor, de nuestra presencia, de nuestra dedicación a Él total y absoluta, de nuestra plena entrega a Él. “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
En efecto, el mejor presente que podemos hacer a nuestro Huésped es nuestra disposición hacia Él. Abrir las puertas de nuestra casa es el primer paso; ponernos a plena dedicación a Él es el segundo paso, el más importante y el más difícil, si queremos compatibilizar nuestra hospitalidad con nuestra presencia en este mundo.
Decía Jesús que diéramos a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César y también que no nos preocupáramos por qué comeríamos, ni por qué beberíamos. Estar en este mundo es una experiencia inevitable, no por una ciega resignación, sino porque nosotros mismos, como hijos de Dios, así lo hemos querido como parte de ese proceso, siempre abierto, que es la Creación. No podemos, ni debemos, abandonar este mundo; pero tampoco podemos olvidarnos de nuestro origen, de Dios. De ahí la importancia de la oración continua que el propio Cristo y los Apóstoles recomendaban. Es la forma de luchar contra el olvido original, propio de nuestra naturaleza material, que nos impulsa a olvidarnos de todo lo que no es de este mundo. Alcanzar un equilibrio entre lo divino y lo humano es el grado de superación de lo que se ha dado en llamar “pecado original”, que no es una maldad, sino una limitación.
Fr+ Fernando

viernes, 4 de septiembre de 2009

Me gustaría ser (meditación)

Me gustaría ser,
pero no soy.
Me gustaría tener,
pero de pobre voy.
Me gustaría allí estar,
pero aquí estoy.

Me gustarían tantas cosas que no puedo alcanzar
¿porqué tanto tiempo perder, si soy lo que soy,
tengo lo que tengo y lo tengo en mí y estoy donde debo estar?

martes, 1 de septiembre de 2009

Meditación (2)

Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitmente y quebrarse.
(Antonio Machado)

Si te parece que soy sabio, dímelo.
Si percibes mi bondad, dímelo.
Si sientes que te inunda mi amor, dímelo.
Si notas mi presencia, dímelo
Porque nada de todo eso soy yo
Porque si todo eso te parezco yo,
soy un usurpador del poder del Señor
nada de todo eso tiene valor,
si te parece que lo hago yo.
(Anónimo)