HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

jueves, 10 de septiembre de 2009

Examen

Resultaba muy desagradable cuando, allá en mis años mozos, el profesor anunciaba que en ese mismo momento iba a realizar un examen sorpresa de la asignatura. Era una práctica habitual en algunos profesores, en los buenos, aunque para muchos de nosotros el profesor mereciera todo tipo de epítetos poco agradables.
Posteriormente, en la universidad de los setenta, esa tentación de algunos profesores era contestada por grupos de alumnos a los que la vida, y no yo, se encarga de calificar. Lo cierto es que conseguían que dichos exámenes no se produjeran.
Finalmente, en la Universidad de la Vida los exámenes de este tipo son el pan nuestro de cada día. Más aún, somos nosotros mismos los que nos tenemos que examinar; los que tenemos que probar si estamos o no preparados para superar las pruebas de verdad. El Sacramento de la Penitencia habla del Examen de Conciencia. Tomaremos prestado el concepto, pero generalizándolo un poco y con un leve matizado. Prefiero decir “Examen en conciencia”. En efecto, se trata de comprobar si estamos o no preparados para tomar la vía meditativo-contemplativa y eso solo puede hacerse desde la verdad. No cabe copiar, ni sacar las “chuletas”, ni que nos “soplen” la respuesta. Cuentan del padre Serafín del Monte Athos que, cuando llegaba alguien pretendiendo convertirse en su discípulo, lo miraba fijamente durante un tiempo. En muchos casos, el examen concluía con algo así como “¡Horror! En usted el Espíritu Santo no ha pasado del mentón.” Solo en contados casos alcanzaba las rodillas. En la mayoría de las vías de conocimiento esotérico hay un proceso de iniciación que no es otra cosa que un examen en el que el examinando se enfrenta a una situación, a un problema, por sorpresa, que lo pone frente a la realidad de una forma cruda, sin edulcorantes. El iniciado metido en un callejón sin salida, se encuentra desnudo, sin defensa e incapaz de engañarse. Este es el “examen en conciencia” de que hablamos. Sentémonos frente a nosotros mismos y preguntémonos. Las cuestiones a plantear son innumerables.
Hagamos un inciso para saludar a todas las Martas que hay por el mundo. Yo también soy Marta a veces y lo peor es cuando empujo a otros a ser Marta. Hablamos, como habréis adivinado, de la prisa. Explica la mitología que Cronos, hijo de Gea y Urano, derroca a su padre, castrándolo además. Casado con Rea y conocedor de que uno de sus hijos lo derrocaría, se come uno a uno a todos los hijos que le engendra su mujer, hasta que ésta oculta a Zeus que finalmente derroca a Cronos. Zeus era el padre de numerosos héroes y heroínas y presidia el Olimpo. La artimaña de que se valió Rea para salvar a Zeus fue darle a Cronos una piedra envuelta en una manta. El insensible dios del tiempo cayó en la trampa porque el tiempo desconoce la naturaleza humana, solo absorbe lo que conoce: la parte material en la cual no diferimos mucho de otros seres. En cuanto Rea fue capaz de liberarse de la tiranía de Cronos surgió Zeus con todo su poder, pero ¿hablamos de un dios o es una forma genérica de hablar del hombre? ¿Es que aún no vemos claramente que el yugo del tiempo cae sobre nuestro cuerpo, pero no sobre nuestro espíritu? ¿Es que aún no vemos que no podemos hacer perder a nuestro espíritu una oportunidad de desarrollarse, de ser consciente de la realidad, por quedar sometido al ritmo frenético que nos impone el dios Cronos?
Debemos plantearnos una segunda cuestión, tal vez la más sencilla, no de responder, sino de equivocarnos al hacerlo: “¿Podemos tirar la primera piedra?” ¿Somos lo suficientemente humildes como para reconocer que no somos mejores que los demás a los que nos empeñamos en juzgar, incluso desde un puesto premeditada, afectada y farisaica postura externa de comprensión? ¿Somos capaces de ponernos en el lugar y circunstancias del que roba, así, sin atenuantes? ¿Somos capaces de entender a esas hermanas y hermanos que se prostituyen o se drogan? ¿Los consideramos peores que nosotros que vendemos nuestro conocimiento tecnológico, el tiempo que podríamos dedicar a nuestra familia, a nuestros amigos o a cualquier ser humano que lo precise, por asegurar un nivel económico al que probablemente podamos renunciar? ¿Recordáis cuando hablábamos de humildad? ¿Estamos siendo humildes de verdad? ¿Cómo andamos de humildad? Repasemos por un momento un día cualquiera de nuestras vidas, incluso en cosas triviales. ¿Cuántas veces nos vamos del brazo de la soberbia? ¿Cuántas veces, por poner un caso, no dejamos que se incorpore otro conductor a la vía por la que circulamos? ¿Cuántas veces “miramos por encima del hombro” a los que nos rodean porque tenemos un coche mejor, vamos mejor vestidos, somos más altos o más guapos , somos blancos y ellos no, somos españoles y ellos no, etc.? ¿Cuántas veces discutimos acaloradamente sobre el más banal de los temas porque pensamos que nuestra razón es la mejor, cuando no la única?
La tercera cuestión es francamente compleja de responder. ¿Practicamos el desapego? ¿Somos capaces de renunciar a las cosas de este mundo? Algunos podremos responder que no queremos riquezas y creeremos ser los líderes del desapego. Otros avanzarán un poco más y será capaces de renunciar a su coche, su casa, su reloj o su televisor y creerán haber alcanzado el no va más del desapego. Y así sucesivamente. Pero ¿cuántos de nosotros serían capaces de renunciar a llevar la razón; de renunciar a todo tipo de aplauso, por muy motivado que esté, de renunciar a hacer prevalecer su natural cariño hacia sus seres queridos sobre el amor debido hacia el resto de la Humanidad, en un acto de “nepotismo del amor”; de renunciar a todo tipo de satisfacción por ver satisfecho a otro; de renunciar a su propia vida por salvar la de otros, y no me refiero al acto heroico puntual, sino al sacrificio continuado, día a día? ¿Cuántos de nosotros, en fin, serían capaces de pasar por este mundo, considerando todo lo que hay en él como polvo del camino que uno sacude de sus ropas al final de la jornada?
Quien haya respondido positivamente las anteriores cuestiones no debe tener mucha dificultad en conseguir hacerlo con esta. Porque el que es capaz de parar el tiempo, de humillarse hasta hacerse esclavo de todos y de renunciar a todo lo de este mundo ¿no va a ser capaz de someterse a la voluntad de Dios en todos y cada uno de los momentos y actos de su vida?
Que Dios os acompañe.

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