HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

viernes, 11 de septiembre de 2009

Denuncia: Explotación infantil

Un informe del gobierno estadounidense identifica más de 58 países donde el trabajo infantil o el trabajo forzado se utiliza para fabricar cientos de productos, desde café en Colombia a los adornos navideños hechos en China, que generalmente terminan en Estados Unidos.
La noticia es triste. Los niños y los jóvenes deben dedicarse a cimentar su experiencia vital. La lógica, nuestra lógica, nos dice que dejemos de comprar a esos países. ¿Es esa la conclusión correcta o debemos hacer antes otras consideraciones?
El informe, aún por publicar oficialmente, relaciona países en los que se produce esta situación de explotación infantil. La relación filtrada que circula por Internet, muestra países de América Latina, África y Asia. La mayoría son tercermundistas y algunos tienen una potente economía emergente, más o menos incipiente, como China o Brasil. La conclusión parece evidente, nos llega subliminalmente: “Esos países son malos, muy malos” Con esta simple acción se está mermando la poca o nula competitividad de esos países tercermundistas o se retrasa el avance de los chinos.
Sin embargo, los americanos han tenido buen cuidado de no relacionar las empresas que compran esos productos. Por el contrario, muestran aquellas que tienen políticas precautorias para evitar que sus proveedores de materia prima, compren o sean de tales países.
El gobierno se plantea reactivar una ley del tiempo de Bill Clinton por la que se prohibía al propio estado la compra de productos realizados bajo explotación infantil.
Bien, tras estas noticias, ¿no deberíamos preguntarnos porqué se produce la explotación infantil?
Subyace en los artículos que se leen al respecto la creencia de que los padres explotan a los hijos o que hay mafias que los enredan o que los propios estados lo favorecen. ¿Alguien ha preguntado cuánto ganan esos padres? ¿Alguien ha pensado cuánto necesitarían ganar esos padres para sobrevivir toda la familia? Les hemos llevado una civilización extraña; les hemos ensañado las maravillas tecnológicas de nuestra civilización, pero no les hemos facilitado los medios de producción; no les compramos sus riquezas naturales, se las hemos quitado dándoles una limosna; les hemos metido en una dinámica competitiva, sin darles medios para ello no nos fueran a ganar y así sucesivamente. ¡Y aún pretendemos que conserven los principios éticos y morales sobre los que se sustenta nuestra sociedad y que, dicho sea de paso, ni siquiera nosotros mismos respetamos a poco que nuestras necesidades lo demanden! En la selva moderna en la que los hemos introducido, ellos lo único que han hecho ha sido exportar su forma de vivir de una selva a otra.
Y, si no son los padres, ¿quién puede ser el causante de tamaño despropósito? ¿No estarán pagando las empresas, por casualidad, salarios de pura miseria que obligan a trabajar a familias enteras para poder sobrevivir? ¿No estarán esas empresas manteniendo una aún más rastrera, si cabe, esclavitud en el siglo XXI? Las grandes empresas de complementos del vestir, fabricantes de bolsos y maletas, por poner un caso, se quejan de las grandes pérdidas que para ellos suponen las imitaciones. Lo que no dicen es que tales imitaciones no siempre lo son. No dicen que son los mismos que fabrican los bolsos que ellos venden a 1.000 €, los que se quedan una ínfima parte de la producción para venderla en los mercadillos a 200 € o menos. ¿No parece mucho margen solo por hacer el diseño? Realmente ¿tienen fuerza moral para requerir la acción policial de estados y ayuntamientos?
Las empresas ¿son las únicas? Esas empresas que prefieren pagar una miseria en países subdesarrollados en lugar de pagar lo que realmente cuesta en sus propios países, ¿son las únicas culpables? Esas empresas que están considerando personas de segunda o de tercera a aquellas que han nacido en países distintos del suyo y que encima tienen la desfachatez de presentarse como promotoras del progreso en esos países, ¿son las únicas culpables? ¿No serán también los gobernantes de esas naciones que prefieren cobrar los cánones, tasas o demás impuestos legales, cuando no la “mordida” correspondiente, en lugar de defender a sus conciudadanos, exigiendo que se les trate como personas? Y, puestos a seguir buscando culpables, ¿no lo serán también esos gobiernos occidentales que, a veces, o sea cuando les interesa, se revisten del manto de la Justicia y se cargan un país y cuando tienen que tener un comportamiento justo no lo tienen? ¿Hay que recordar a esos países occidentales que se rasgan las vestiduras por la explotación infantil que todavía mantienen una potente industria armamentística, cuyos productos son juguete de uso habitual entre esos niños que dicen querer proteger?
Y, finalmente, ¿qué decir de nosotros mismos? ¿Acaso no compramos aquello que satisface nuestra ansia de tener, de consumir, al precio más barato posible? Y esta forma de actuar ¿no nos lleva a comprar productos manufacturados en esos vilipendiados países tercermundistas? ¿Cuánto calzado deportivo o balones de fútbol se fabrica en Afganistán, por ejemplo, a 1 € y se vende a 10 €?
¡Basta de comportamientos farisaicos! Todos somos responsables. Que una empresa tenga un comportamiento inmoral, incluso criminal, no me exime a mí de mi culpa. ¿No podemos, por ejemplo, seleccionar un poco los productos que compramos? Pensemos sobre este problema que no, nos engañemos, no lo es solo de los niños y de sus padres, sino de todos nosotros.

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