HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

sábado, 31 de octubre de 2009

Meditar como el océano: enfermedades del alma (2)

Casi todo el mundo siente una inefable sensación de paz y tranquilidad cuando se encuentra al lado del océano. Algunos me dirán que tienen fobia a las playas, a las sombrillas, a los horteras de playa,… A mí eso tampoco me da paz, pero eso no es el océano.



Algunos querrán explicar la relajación por el efecto sobre la tensión arterial, pero tampoco estamos hablando de eso. Como tampoco hablamos de los efectos beneficiosos de los vapores de agua de mar sobre nuestras fosas nasales y nuestros pulmones.

El océano, esa inabarcable masa de agua, es una clara expresión en la Naturaleza del “igual arriba que abajo”. Eso sí que nos relaja: el encontrar un espejo de nuestro propio ser y de nuestra propia existencia.

Porque somos así, como el océano: agitados en nuestra apariencia, rompiéndonos contra las rocas de la costa, o lamiendo servilmente las arenas de la playa, como si estuviéramos ansiosos de dejar de ser lo que somos para convertirnos en tierra.

Porque nuestra existencia es así, como el océano: la inmensidad e intemporalidad de la masa de agua que constituye el océano es la base de la vida. Del océano, por el oleaje, se separan las gotas, una y otra vez, para, de nuevo, zambullirse en el sempiterno océano. De él salen difusas gotas en forma de vapor que inician existencias más largas, la de aquellos que suben a las nubes y se derraman sobre la tierra , como si de la Gracia Divina se tratara, para volver, como siempre, a la paz del hogar, a los abismos abisales, donde todo aparece tranquilo, en silencio, pero en Vida. Del océano salió la vida en la Tierra y sin él no habría vida en ella. Esto lo saben muy bien quienes se dedican a rastrear la vida por las galaxias.

Pero lo que vemos del océano es solo una ínfima parte, la gran masa de agua, la que tiene la entidad suficiente y la capacidad de dar y soportar la vida está en sus profundidades. Nos empeñamos en vivir la vida como si fuéramos barquitos sometidos a la fuerza de las olas y muchos naufragan. Algunos atemorizados yerran, se convierten en marineros de agua dulce e incluso reniegan del Agua y dejan trascurrir su vida en la no menos peligrosa tierra y ya en ella sufren dolores de espalda y otros males. Otros sin embargo se convierten en submarinos y se sumergen en las profundidades hasta donde sus humanas limitaciones les permiten. Quedan suspendidos entre dos aguas, sometidos a su merced, pero ninguno naufraga. Incluso hay quien renuncia prácticamente a toda movilidad y se hace batiscafo; permanecen unidos a la vida, al conocimiento humano, por un tubo que les da el aire y un cable de comunicaciones.

Esta parábola de la vida nos explica muchas cosas. Nos explica cómo no es bueno separarnos de la fuente de Vida que es el Océano. Nos explica cómo no podemos prescindir de la vida terrenal, cómo nuestra experiencia vital debe conjugar ambos aspectos, el material y el espiritual, cada uno en su justo término. Nos explica cómo la separación de la Fuente de Vida que es el Océano conlleva entrar en unos terrenos peligrosos que, lejos de darnos una ansiada seguridad, nos introduce en un mundo de ansiedades, de miedos, de incertidumbres, de deformaciones,…Con el devenir de los siglos, en esa continua separación del Océano, hemos llegado a ser incapaces de respirar bajo el agua y tenemos que recurrir a métodos y técnicas artificiales para tomar contacto con nuestro Origen. Con el transcurso de los tiempos hemos llamado enfermedades mentales a lo que no son sino las consecuencias de habernos separado del Océano de la Vida y, lo que es peor, en lugar de acercarnos a Él, lo queremos resolver con productos de la Tierra: antidepresivos, ansiolíticos, etc. Así nos vamos sometiendo, cada vez más, a la tiranía de la Tierra y separándonos progresivamente de la Fuente de la Vida. Estaremos perdiendo el tiempo, esto es cometiendo el único pecado que podemos cometer, según San Antonio.

Que el Agua de la Vida se derrame sobre vosotros.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Meditar como el océano: enfermedades del alma (1)



Hace poco tiempo vi un vídeo en el que se acusaba abiertamente a los psiquiatras de la primera mitad del siglo XX de haber creado artificialmente una gran cantidad de enfermedades mentales para “luchar” contra las cuales se diseñaron otros tantos medicamentos de dudosa eficacia y peligrosas consecuencias.


No quiero entrar en el aspecto moral del hecho porque no es el objeto de estas líneas. Lo cierto es que cada día hay mas personas desquiciadas, el número de bajas laborales por depresión y similares ha aumentado escandalosamente y los pacientes que son tratados con esos medicamentos a los cuales se aferran como a un clavo ardiendo apenas mejoran.

Claro que hay algunos que sí se curan. Curiosamente no son los más medicamentados. La acción conjunta de psiquiatras y psicólogos suele ser más eficaz, siempre que esté bien hecha ¿por qué? Porque el hombre se escapa a la Ciencia. La Ciencia aún no tiene asimilado que el hombre es algo más que un animal racional, que no es solo un cuerpo con una mente unida al mismo. Así el tratamiento mejora cuando consideramos cuerpo y mente, yo preferiría decir cuerpo y alma. Pero olvida la parte espiritual con la que ha de formar un todo equilibrado y que queda enquistada en el alma a la espera de tiempos mejores. El ateismo, el agnosticismo acomodaticio, el egoísmo recalcitrante aun camuflado en la moda de la solidaridad hueca, versión moderna de la caridad limitada a la hipócrita limosna,… son aspectos de un desdoblamiento de personalidad en el que la parte terrenal campa por sus respetos y la espiritual se queda, perezosa ella, en casa.

Meditar como el océano es la última enseñanza de lo que podríamos denominar hesicasmo terapéutico.

viernes, 23 de octubre de 2009

Nueva sección

Os informo que he abierto una nueva sección en el blog: "FRASES PARA LA MEDITACIÓN" se trata de una recopilación de frases de diversos autores hesicastas o que sin serlo estrictamente hablando pueden asimilarse.

La sección aparece en la columna  de la derecha del blog, debajo de la sección de SEGUIDORES.

Espero que os resulte de provecho.

La bondad del mal

Reconozco que el título parece un galimatías, pero creo que es una verdad que se mantiene oculta tras diversos aspectos incomprensibles de esta vida.


En demasiadas ocasiones aspiramos a que el que nos hace daño pague ya en esta vida el mal que injustamente nos ha causado. Basamos la bondad de la justicia en que el “culpable” reciba su castigo y quedamos defraudados cuando no es así.

Nos cuesta trabajo comprender que pueda haber situaciones injustas para determinadas personas: paro, pobreza, hambre, enfermedad, … No entendemos la necesidad de que haya guerras, robos, asesinatos, atentados y todas esas acciones que entre todos convenimos en calificar de calamidades, añadiendo al perjuicio y dolor que indudablemente causan en nuestra vida o en la de otros una sensación de impotencia y rebeldía que no hace sino agravar el sufrimiento.

No se trata de adoptar una postura de resignación al incomprendido estilo oriental tan difícil de asumir por nosotros los occidentales. Más bien debemos tomar todas estas acciones como oportunidades de ejercitarnos en las virtudes. Lo dijo Cristo: ¿qué mérito tendríamos si amáramos solo a los que nos aman? Y, por extensión, ¿cómo podríamos ejercitar el perdón, si todos nos trataran espléndidamente? ¿Qué clase paciencia tendríamos si todo nos saliera a pedir de boca? ¿Qué sentido tendría la esperanza si, indefectiblemente, se resolvieran los problemas o, mejor aún, si no tuviéramos problemas? Y así podríamos seguir haciéndonos preguntas cuyas respuestas nos llevaría a una existencia anodina, sin sentido, inservible.

Sé, por experiencia propia, que no resulta fácil perdonar; que no es fácil aguantar vejaciones, insultos o, incluso, el más mínimo desaire; que no es fácil soportar un jefe incapaz; que no es fácil ver el progreso económico, social o del tipo que sea de aquellos a los que nosotros juzgamos unos inútiles, unos sinvergüenzas o peores calificativos. No, no es fácil. Será tal vez porque lo que vale cuesta. Decía Cristo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Y es que para crecer espiritualmente como hombre la mansedumbre, que requiere más coraje que la violenta rebeldía, es la vía más adecuada.

lunes, 19 de octubre de 2009

Quiero ser María (y 3)

En efecto, si quisiera representar gráficamente los diversos estados místicos, utilizaría imágenes de la Virgen María. Hasta tal punto estoy convencido, no ya de la eficacia de tales imágenes, sino de que las vidas de la Virgen y la de su Hijo son un mismo proceso, que a veces dudo de la realidad histórica.


María es un ejemplo de humildad (“He aquí la esclava del Señor.”). Un ejemplo de entrega a Dios en lo que podríamos llamar modélica obediencia (“Hágase en mí según tu voluntad.”). Es un ejemplo en la forma de poner a disposición de Dios todo su ser. Y finalmente o tal vez lo primero, está libre de cargas. Ni las económicas, ni las de la honra, ni las políticas,… ninguna de las que habitualmente nos preocupan le quitaban el sueño a ella, solo el servir a Dios le preocupaba. ¡Buen inicio para toda meditación!

Pero es que la meditación que hacía de las palabras del Ángel, culminan, por así decir, un 24 de Diciembre dando a luz a Cristo. Es una imagen perfecta de lo que sería un acto de iluminación, un éxtasis de un fenómeno contemplativo, el grado máximo del misticismo. Y digo el grado máximo porque María no experimenta un momento la presencia de Dios, lo vive de forma continua. Es más se muestra impaciente por mostrar al mundo tan maravillosos tesoro. Recordemos las bodas de Canaán. María anima a Cristo a resolver el problema de los novios que se han quedado sin vino. Habla con los hombres que andan por allí y les dice que hagan lo que Jesús les diga. Pero su Hijo le dice que no es llegado el momento, aunque termina atendiendo el ruego de su Madre. Lleva casi treinta años de experiencia mística, de parto que no acabó en Belén, y aún no es su momento, porque, como ocurrió, nadie entendió el porqué del milagro. Contar las experiencias místicas a los demás es como lanzar bocanadas de humo al aire que el viento se encarga de disgregar.

No puedo, ni debo seguir. Es posible que muchos no entiendan lo que escrito, tal vez algunos sí, tal vez algún día todos. Solo me queda recomendaros que os sentéis delante de una imagen de la Virgen con el Niño, de una imagen cuanto más antigua mejor, y, tal vez recordéis el milagro de San Bernardo ante la Virgen cuando del pecho de Ésta salió leche para humedecer los labios del Santo o, tal vez, su espíritu.

Que Dios os acompañe.


domingo, 18 de octubre de 2009

Quiero ser María (2)

Como venimos diciendo y pretendo haceros considerar, la Virgen María debe cobrar un protagonismo aun mayor que el que se le da de manera oficial.


Con la calificación de Bendita entre las mujeres, con el dogma de la Inmaculada Concepción y con otras consideraciones similares se le pone donde debe estar, se nos muestra como ejemplo, pero se nos hurta la esperanza de ser iguales que Ella, de la misma forma que se nos hurta la posibilidad de ser iguales que Cristo. PERDÓN: si alguien interpreta que estoy afirmando que somos iguales que Cristo o que su Madre, está equivocado, pero no anda lejos de la verdad. PERDÓN: si alguien piensa que lo que escribo es una herejía, estará equivocado, porque habrá entendido lo que no quiero decir.

Más allá del “simple” hecho de ser la Madre de Dios, la Virgen es un ser humano, como tú o como yo, pero ¿qué es lo que nos diferencia de Ella? ¿Es una cuestión esencial o de grado? Sigamos.

La Virgen se entrega desde muy joven, niña aún, al servicio de Dios. Hija de padres ya mayores, sin esperanza humana de serlo, es entregada al Templo a los tres años de edad. Podríamos decir que su aislamiento del mundanal ruido le hace ser siempre niña, como su propio Hijo nos aconsejaría más tarde para entrar en el Reino de los Cielos. Y es a los catorce años cuando los sacerdotes judíos devuelven las muchachas que habían sido consagradas a Dios a sus padres para que cumplan el sagrado deber de procrear, pero María ya había hecho sus votos de entrega a Dios de por vida y no podía conocer varón. Por este motivo es entregada a un varón de la casa de David, José, de probada rectitud y del que se tenía la certeza que sabría respetarla. Se había terminado de desconectar totalmente del mundo, en el sentido de despojarse de toda posible carga.

Posteriormente, ante el anuncio del Ángel, esta circunstancia de inocencia forzada, es confirmada por la propia María: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. Subyacen aquí dos de los puntales de toda vía mística cuales son la humildad, o reconocimiento de sus propias limitaciones, y la entrega incondicional a Dios. Junto con el anterior, libre de cargas, tenemos ya una base muy estable para desarrollar un proceso meditativo bastante profundo e intenso. La vida de la Virgen María se nos mostraría, pues, como un auténtico proceso místico.

viernes, 16 de octubre de 2009

Quiero ser María (1)


No se trata de una veleidad por mi parte, sino del convencimiento de que, al margen de realidades históricas, la figura de María junto con Cristo es un modelo único que se nos presenta desde lo más Alto.
Siempre me ha llamado la atención la devoción de tantos santos, hombres y mujeres, hacia la figura de la Virgen María. Determinados cristianos de la península arábiga llegaron incluso a idolatrarla, lo que entonces se calificó de herejía.

Muchísimos autores, por vía exegética, han intentado analizar la figura de María, pero siempre cayendo en los mismos errores: Utilizar la razón de la mente y no la del corazón, interpretar las Sagradas Escrituras elucubrando sobre textos escritos en el mejor de los casos en griego clásico, cuando no en hebreo, y considerar siempre a la Virgen como personaje secundario en todo el proceso salvífico de la vida de Cristo. La propia Iglesia ha “regulado” la historia de María, con buena fe, pero basándose en la pura relación física de madre e hijo.

El análisis de la razón se ve necesariamente pervertido porque los matices, tan importantes en la transmisión de verdades espirituales, se van perdiendo a lo largo de los siglos si nos atenemos a la mera traducción de palabras. Veamos un ejemplo. En Génesis 3, leemos: “Yo pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo. Éste aplastará tu cabeza y tú irás acechando su calcañar” La traducción que aparecía en la Biblia Vulgata decía “Ella aplastará (…)”. Posteriores traducciones pusieron de manifiesto el error y se adoptó “Él aplastará (…)” y para hacer mayor hincapié “Éste aplastará (…)” Esto que ahora nos cuentan, supuso en su día la promoción equivocadamente cierta de la figura de la Virgen María.
Cuando el hombre pretende llegar a Dios o a cualquiera de sus actos por medio de la razón, se queda sistemáticamente corto. Aun reconociendo el poder de la mente humana para sondear en muchos misterios, la realidad es que podremos acercarnos a la Verdad Divina aprovechando el trampolín del raciocinio, pero finalmente tendremos que dar el salto en el vacío en la confianza de que caeremos en blando.
El último error es quizá el mayor, el que nos hace perder la posibilidad de aprovechar una enseñanza de una potencialidad tremenda. Pensar que María es un personaje secundario respecto de Cristo es mirar el Destino sin ver el Camino para llegar a Él.
Seguiremos con este apasionante tema.

martes, 13 de octubre de 2009

Errores

La sociedad actual se haya inmersa en un océano de prisas, de agobios, de competitividades, de injusticias, o, al menos, eso es lo que parece. Los contemplativos han sido envidiados en muchas ocasiones por su capacidad para abstraerse de los problemas del mundo. Eso es lo que transciende hasta el común de los mortales. Cuando el yoga llegó a occidente, lo hizo como una forma de relajación, no como una vía de meditación trascendental. Nos quedamos con la parte terapéutica del sistema.

Desde luego supone un avance. Eso es innegable. Pero es tan absurdo como utilizar el mejor ordenador del mercado sólo para ver películas. La mera relajación se puede obtener de muchas formas, no todas sanas y convenientes. Nos podemos relajar corriendo por el parque, tomando cervezas con los amigos o tomando ansiolíticos. Si ese es nuestro único objetivo, puede que hayamos terminado.

Tampoco es raro encontrar personas que buscan la fórmula mágica, el chasquido de dedos que nos permita rápidamente alcanzar el anhelado bienestar. Otro error. Nada de lo que realmente vale se obtiene sin esfuerzo.

Mucho más frecuente es el ofuscado rechazo a todo lo que formalmente se pueda atribuir a una religión, sin que quienes así actúan sean capaces de separar el grano de la paja.

No nos engañemos. Las vías meditativo-contemplativas buscan el encuentro con uno mismo en la Unidad Divina y la relajación solo es un paso intermedio. Si nos quedamos en este primer paso, nos crearemos una dependencia de la relajación. Buscaremos a la desesperada nuestro tiempo de relajación y, cuando no lo podamos encontrar, estaremos tensos, adoptaremos soluciones intermedias, respiraremos profundamente, contaremos hasta diez, etc. Lo conseguiremos momentáneamente y pasado un tiempo volveremos a las andadas, porque la dualidad cuerpo-espíritu no se encontrará en equilibrio y lo manifestará sin que seamos conscientes de lo que nos está pasando. El camino del místico es un camino duro, donde la persistencia es el único medio de llegar al final. Ese acto volitivo continuado es lo único que Dios nos pide para manifestársenos. Finalmente, no seamos fanáticos de un laicismo mal entendido. Las religiones han sido durante muchos siglos las únicas vías que se presentaban a la inmensa mayoría de las personas para propiciar su acercamiento a Dios. Solo unos pocos privilegiados eran capaces de llegar por otros caminos más profundos, más esotéricos. Es evidente que la mayoría de dichas religiones han sido manipuladas con el devenir de los tiempos, perdiendo la frescura, la eficacia y la pureza que tuvieron cuando eran la estela inmediata de sus fundadores. Y también es posible que podamos prescindir de los dogmas de fe de las religiones porque ahora presentamos un grado de evolución más favorable para avanzar en el conocimiento, en la toma de consciencia. Pero también es cierto que la inmensa mayoría de las vías místicas e incluso de otras vías de carácter esotérico tienen tradicionalmente un vínculo formal con una o varias religiones, aunque solo sea por aprovechar el soporte cultural al que estamos acostumbrados y facilitarnos con ello el entendimiento de los misterios que tratan de transmitirnos. No es bueno, pues, prescindir bruscamente de la terminología religiosa habitual y menos aún sustituirla por otra más rebuscada.

domingo, 11 de octubre de 2009

Meditar como una amapola (y 3)

He dejado para el final las dos características más importantes.




¿Sabéis que la amapola tiene un suave efecto sedante sobre el sistema nervioso y sin efectos secundarios? ¿Sabéis que es un buen anti-tusígeno y expectorante? ¿Sabéis que sus semillas, ya tostadas, se usan para condimentar ciertos tipos de pan? ¿Sabéis que es un notabilísimo coadyuvante para fijar el calcio en el organismo? Hay quien hasta le atribuye poderes mágicos. Una flor tan simple, tan HUMILDE, y sin embargo con esas virtudes. Y es que la humildad nace del conocimiento de sí mismo. La amapola sabe que su vida es corta: nace, crece, florece y muere en un año. Y sabe que todas esas propiedades que hemos citado solo se podrán aprovechar y dar continuidad en la tierra si cumple el ciclo completo, un ciclo muy breve. Por eso la planta se dedica a vivir su existencia con toda su alma.



La fugacidad de su existencia, como lo es la nuestra, no le permite distraerse. Su fragilidad, como la nuestra, le invita a vivir el momento, el día a día, porque, tal vez mañana una tormenta le arranque sus pétalos o el segador la corte con el manojo de trigo o cebada. Decía San Antonio Abad que el único pecado era la pérdida de tiempo. Perder el tiempo es lo que hace el hedonista, perder el tiempo es el que busca dinero y más dinero, perder el tiempo es el que solo busca la juerga o el adicto al juego, a las drogas o, ¿porqué no?, al trabajo.


Estas consideraciones que hemos hecho respecto de la amapola, os ayudarán a centraros en vuestra meditación, pero no olvidéis que una vez empezada la meditación, vuestra mente os querrá engañar trayendo a vosotros estos pensamientos. Dejadlos pasar como hacéis con cualquier otro pensamiento. No en vano, a dosis elevadas y según la variedad, la amapola también es tóxica.

viernes, 9 de octubre de 2009

Meditar como una amapola (2)

Esta sociedad nuestra ha metido entre nuestras costumbres la de cortar flores para entregárselas a nuestras madres o a nuestras novias. ¿Habéis observado que las amapolas en seguida se marchitan, se le caen los pétalos y ya no tienen ni rastro de la belleza que nos cautivó?

En efecto, la amapola no busca su engrandecimiento, como le puede pasar a la rosa. La amapola vive en y para el conjunto de su ser, para ella misma y para las hojas verdes que quedan en el suelo. Así, nosotros no debemos olvidarnos de nuestra razón de ser. No estamos en el mundo para olvidarnos de nuestro cuerpo y de nuestra mente. Si nos sometemos a la disciplina de la meditación, es para alcanzar un desarrollo equilibrado en el que, entonces sí, nuestro espíritu se enriquecerá con la evolución serena y controlada de su propio cuerpo. Tan malo es dedicarse solo al cuerpo, como centrarse solo en el espíritu.


Aún hay más. Los jardineros dicen que las flores se tornan más rojas cuanto más expuestas se encuentran al sol. Y ¿os habéis dado cuenta de la alegría que imprimen a nuestros campos esos puntitos rojos que surgen entre los trigales, en los prados verdes y hasta en los ásperos pedregales? Sí la amapola absorbe la Luz del Sol, pero la da en forma de alegre colorido a quienes le rodean.

jueves, 8 de octubre de 2009

Meditar como una amapola (1)



Muy bien, hemos conseguido permanecer inmutables en el tiempo e insensibles en el espacio, pero estamos rozando la imbecilidad. No se trata de adoptar una actitud hierática insensible. De la montaña hemos de aprender sus virtudes, pero no todas las características de su ser nos interesan, porque, no lo olvidemos, no somos montaña.




Ahora hemos de retornar a la vida y lo vamos a hacer de la mano de un ser vivo, muy conocido: la amapola. Creo que todos la conocemos. Es una planta erecta, con un único tallo verde claro con cerdas. En su base, en el suelo, unas hojas verdes lanceoladas y tumbadas sobre el terreno. En su otro extremo, a no más de 50 cm (en algunos climas llega a 90 cm): la flor. La flor es anaranjada o roja, con cuatro pétalos que fácilmente caen al suelo. En el centro de la flor una cápsula negra llena de pequeñas semillas.



Cuando se nos dice que meditemos como una amapola, debemos fijarnos en sus cualidades. Hay dos características muy interesantes y que prácticamente son la misma cosa.



La amapola nos enseña a auparnos sobre nuestra naturaleza humana, dejando lo material, las hojas verdes, que son fundamentales para su vida, quedan próximas al suelo, mientras que la flor que lleva la Semilla de la Vida, se eleva hacia la Luz del Sol y sigue diariamente las evoluciones de éste porque sabe que en la Luz está el misterio de su Vida. Así, pues, meditemos como la amapola, dejando nuestra naturaleza humana donde debe estar, en el mundo, y elevemos nuestro espíritu para buscar incansablemente la Luz Divina.

sábado, 3 de octubre de 2009

Meditar como una montaña (y 4)


Cuando, en la meditación, utilizamos el lenguaje de los símbolos para orientar a los que quieren orientación, debemos ser conscientes de su riqueza a la par que de su “imprecisión”. Los símbolos representan la experiencia de alguien, pero solo podrá ser comprendido por otras personas que se preparen adecuadamente a vivir una experiencia similar. Así debe entenderse lo escrito por Pablo: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles. “(1 Co 1,23) Y así veréis que llegado un momento me faltarán las palabras y  mis escritos que ahora son largos, se irán haciendo cada vez más cortos, hasta que llegue a mi límite, me superéis o experimentemos todos juntos.


La montaña, mudo maestro, nos enseña a adoptar una postura estable de lo que ya hemos hablado. Nos enseña también que consta de dos partes. Si preguntas a la mayoría de la gente que te describa la montaña, la mayoría te citará la nieve, la ventisca, los prados, los arroyos cantarines o las cabras, pero pocos te hablarán de la roca. La roca es fundamental, sin roca no hay montaña. Sin roca no hay vida. La vida corta de la nieve, las cabras que triscan por los canchales, el agua que corre por los arroyos,… todo eso que nace y muere sobre la montaña, que le da una imagen a la montaña, pero solo su imagen, no sería capaz de crear montaña. Y ¿cuál es la roca que soporta nuestra vida?

Los comienzos, y estamos en los inicios del hesicasmo, son duros. Sentarse “sin hacer nada” es cansado, aburrido y nuestra mente quiere acción, busca en los recuerdos, se concentra en pensamientos que bullen en nuestra cabeza como si se tratara de una discoteca. Pero la montaña nos lo dice bien claro: La roca, que es su esencia, no se inmuta, soporta, sin quejarse, la vida que se desliza sobre sus cumbres y por su laderas. La percibe pero sabe que esas formas son solo una parte pequeña de su ser, una parte que, además, es temporal. Porque la nieve la cubrirá con su blanco manto durante el corto invierno para luego derretirse. Porque los polluelos de las águilas que nacieron entre las peñas, abandonarán el nido y aun los alrededores de la montaña para buscar abrigo en otra montaña. Todo mutará, menos la montaña, menos la roca de la montaña ¿sabéis ya cuál es esa roca que además es eterna?

Aún hay más. La montaña nos enseña a no juzgar, a recibir sobre nosotros la vida de tantos y tantos seres como quieran acercarse o pasar de largo, en silencio, con tranquilidad, sin criticar porque nos criticaríamos, conscientes de que lo que fue, ya no es, y lo que será, todavía no es. La montaña, la Naturaleza en general, vive el momento, es la práctica del aquí y ahora.

Para terminar quería traer a nuestro recuerdo la contestación de Jesús Niño a María y a José: “¿No sabéis que tengo que ocuparme de las cosas de mi padre celestial?” Cristo nunca renunció a esta vida, ni a su padre, ni a su madre, ni siquiera a sus sufrimientos. Pero siempre tuvo presente cuál era su roca.