miércoles, 28 de octubre de 2009
Meditar como el océano: enfermedades del alma (1)
Hace poco tiempo vi un vídeo en el que se acusaba abiertamente a los psiquiatras de la primera mitad del siglo XX de haber creado artificialmente una gran cantidad de enfermedades mentales para “luchar” contra las cuales se diseñaron otros tantos medicamentos de dudosa eficacia y peligrosas consecuencias.
No quiero entrar en el aspecto moral del hecho porque no es el objeto de estas líneas. Lo cierto es que cada día hay mas personas desquiciadas, el número de bajas laborales por depresión y similares ha aumentado escandalosamente y los pacientes que son tratados con esos medicamentos a los cuales se aferran como a un clavo ardiendo apenas mejoran.
Claro que hay algunos que sí se curan. Curiosamente no son los más medicamentados. La acción conjunta de psiquiatras y psicólogos suele ser más eficaz, siempre que esté bien hecha ¿por qué? Porque el hombre se escapa a la Ciencia. La Ciencia aún no tiene asimilado que el hombre es algo más que un animal racional, que no es solo un cuerpo con una mente unida al mismo. Así el tratamiento mejora cuando consideramos cuerpo y mente, yo preferiría decir cuerpo y alma. Pero olvida la parte espiritual con la que ha de formar un todo equilibrado y que queda enquistada en el alma a la espera de tiempos mejores. El ateismo, el agnosticismo acomodaticio, el egoísmo recalcitrante aun camuflado en la moda de la solidaridad hueca, versión moderna de la caridad limitada a la hipócrita limosna,… son aspectos de un desdoblamiento de personalidad en el que la parte terrenal campa por sus respetos y la espiritual se queda, perezosa ella, en casa.
Meditar como el océano es la última enseñanza de lo que podríamos denominar hesicasmo terapéutico.
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