HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

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HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

sábado, 31 de octubre de 2009

Meditar como el océano: enfermedades del alma (2)

Casi todo el mundo siente una inefable sensación de paz y tranquilidad cuando se encuentra al lado del océano. Algunos me dirán que tienen fobia a las playas, a las sombrillas, a los horteras de playa,… A mí eso tampoco me da paz, pero eso no es el océano.



Algunos querrán explicar la relajación por el efecto sobre la tensión arterial, pero tampoco estamos hablando de eso. Como tampoco hablamos de los efectos beneficiosos de los vapores de agua de mar sobre nuestras fosas nasales y nuestros pulmones.

El océano, esa inabarcable masa de agua, es una clara expresión en la Naturaleza del “igual arriba que abajo”. Eso sí que nos relaja: el encontrar un espejo de nuestro propio ser y de nuestra propia existencia.

Porque somos así, como el océano: agitados en nuestra apariencia, rompiéndonos contra las rocas de la costa, o lamiendo servilmente las arenas de la playa, como si estuviéramos ansiosos de dejar de ser lo que somos para convertirnos en tierra.

Porque nuestra existencia es así, como el océano: la inmensidad e intemporalidad de la masa de agua que constituye el océano es la base de la vida. Del océano, por el oleaje, se separan las gotas, una y otra vez, para, de nuevo, zambullirse en el sempiterno océano. De él salen difusas gotas en forma de vapor que inician existencias más largas, la de aquellos que suben a las nubes y se derraman sobre la tierra , como si de la Gracia Divina se tratara, para volver, como siempre, a la paz del hogar, a los abismos abisales, donde todo aparece tranquilo, en silencio, pero en Vida. Del océano salió la vida en la Tierra y sin él no habría vida en ella. Esto lo saben muy bien quienes se dedican a rastrear la vida por las galaxias.

Pero lo que vemos del océano es solo una ínfima parte, la gran masa de agua, la que tiene la entidad suficiente y la capacidad de dar y soportar la vida está en sus profundidades. Nos empeñamos en vivir la vida como si fuéramos barquitos sometidos a la fuerza de las olas y muchos naufragan. Algunos atemorizados yerran, se convierten en marineros de agua dulce e incluso reniegan del Agua y dejan trascurrir su vida en la no menos peligrosa tierra y ya en ella sufren dolores de espalda y otros males. Otros sin embargo se convierten en submarinos y se sumergen en las profundidades hasta donde sus humanas limitaciones les permiten. Quedan suspendidos entre dos aguas, sometidos a su merced, pero ninguno naufraga. Incluso hay quien renuncia prácticamente a toda movilidad y se hace batiscafo; permanecen unidos a la vida, al conocimiento humano, por un tubo que les da el aire y un cable de comunicaciones.

Esta parábola de la vida nos explica muchas cosas. Nos explica cómo no es bueno separarnos de la fuente de Vida que es el Océano. Nos explica cómo no podemos prescindir de la vida terrenal, cómo nuestra experiencia vital debe conjugar ambos aspectos, el material y el espiritual, cada uno en su justo término. Nos explica cómo la separación de la Fuente de Vida que es el Océano conlleva entrar en unos terrenos peligrosos que, lejos de darnos una ansiada seguridad, nos introduce en un mundo de ansiedades, de miedos, de incertidumbres, de deformaciones,…Con el devenir de los siglos, en esa continua separación del Océano, hemos llegado a ser incapaces de respirar bajo el agua y tenemos que recurrir a métodos y técnicas artificiales para tomar contacto con nuestro Origen. Con el transcurso de los tiempos hemos llamado enfermedades mentales a lo que no son sino las consecuencias de habernos separado del Océano de la Vida y, lo que es peor, en lugar de acercarnos a Él, lo queremos resolver con productos de la Tierra: antidepresivos, ansiolíticos, etc. Así nos vamos sometiendo, cada vez más, a la tiranía de la Tierra y separándonos progresivamente de la Fuente de la Vida. Estaremos perdiendo el tiempo, esto es cometiendo el único pecado que podemos cometer, según San Antonio.

Que el Agua de la Vida se derrame sobre vosotros.

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