HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

viernes, 23 de octubre de 2009

La bondad del mal

Reconozco que el título parece un galimatías, pero creo que es una verdad que se mantiene oculta tras diversos aspectos incomprensibles de esta vida.


En demasiadas ocasiones aspiramos a que el que nos hace daño pague ya en esta vida el mal que injustamente nos ha causado. Basamos la bondad de la justicia en que el “culpable” reciba su castigo y quedamos defraudados cuando no es así.

Nos cuesta trabajo comprender que pueda haber situaciones injustas para determinadas personas: paro, pobreza, hambre, enfermedad, … No entendemos la necesidad de que haya guerras, robos, asesinatos, atentados y todas esas acciones que entre todos convenimos en calificar de calamidades, añadiendo al perjuicio y dolor que indudablemente causan en nuestra vida o en la de otros una sensación de impotencia y rebeldía que no hace sino agravar el sufrimiento.

No se trata de adoptar una postura de resignación al incomprendido estilo oriental tan difícil de asumir por nosotros los occidentales. Más bien debemos tomar todas estas acciones como oportunidades de ejercitarnos en las virtudes. Lo dijo Cristo: ¿qué mérito tendríamos si amáramos solo a los que nos aman? Y, por extensión, ¿cómo podríamos ejercitar el perdón, si todos nos trataran espléndidamente? ¿Qué clase paciencia tendríamos si todo nos saliera a pedir de boca? ¿Qué sentido tendría la esperanza si, indefectiblemente, se resolvieran los problemas o, mejor aún, si no tuviéramos problemas? Y así podríamos seguir haciéndonos preguntas cuyas respuestas nos llevaría a una existencia anodina, sin sentido, inservible.

Sé, por experiencia propia, que no resulta fácil perdonar; que no es fácil aguantar vejaciones, insultos o, incluso, el más mínimo desaire; que no es fácil soportar un jefe incapaz; que no es fácil ver el progreso económico, social o del tipo que sea de aquellos a los que nosotros juzgamos unos inútiles, unos sinvergüenzas o peores calificativos. No, no es fácil. Será tal vez porque lo que vale cuesta. Decía Cristo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Y es que para crecer espiritualmente como hombre la mansedumbre, que requiere más coraje que la violenta rebeldía, es la vía más adecuada.

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