HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

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sábado, 21 de agosto de 2010

Evagrio el Monje (9)

“El odio contra los demonios nos ayuda mucho a conseguir la salvación y es conveniente para la práctica de la virtud. Pero nosotros no estamos en condiciones de cultivarlo por nosotros mismos como un brote cualquiera, ya que los espíritus amantes del placer lo destruyen y lo conducen a ese amor habitual. Este amor -o más bien, esta gangrena difícil de curar - es curada por el médico de las almas abandonándonos a una prueba. Efectivamente, permite que padezcamos de día o de noche, una situación horrorosa para el alma, de tal modo que ella retorna a su odio original, aprendiendo a decir lo que David dijo al Señor: De un odio perfecto los odié; se han convertido en enemigos para mí (Sal 138:22). Pues el que no peca con sus actos ni con sus pensamientos, odia con un odio perfecto, lo cual es índice de una máxima primitiva impasibilidad.”

El diccionario de la RAE dice: “Odio, antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. La verdad es que este significado nos lleva a un callejón sin salida, ya que nos debería resultar imposible desear mal a nadie, aunque sea nuestro enemigo.

Creo que es conveniente hagamos otra interpretación más acorde con la intención de Evagrio. Dicha interpretación queda implícita en la expresión “odio perfecto”.

El odio no deja de ser una pasión ciega y arraigada en un corazón descontrolado, viciado por el deseo de venganza, por la envidia, por el resentimiento, etc. Por tanto, siempre conlleva un calificativo de bajo e indigno, todo lo contrario de un espíritu cristiano. Por el contrario, hay un sinónimo mucho más adecuado: el aborrecimiento es un afecto nacido del concepto que forma nuestra mente de las características del ser aborrecido, esto es conlleva un análisis sereno de éste y de dichas características. Pero, además, puede ser compatible con la honradez, cuando las características que nos hacen aborrecible el citado ser tienen connotaciones negativas desde el punto de vista ético, moral o religioso. Así, decimos que el odio es implacable, pero no lo decimos del aborrecimiento, porque miramos a aquél como una pasión ciega, que nunca perdona, que va siempre de la mano del rencor y de la mala voluntad, mientras que el aborrecimiento es la consecuencia de una persuasión, que la razón o el desengaño pueden llegar a destruir. Un cristiano está obligado a perdonar el daño provocado por cualquier hombre porque no debe haber odio en su corazón; pero no puede dejar de aborrecer las cualidades negativas que han hecho que dicho hombre haya actuado así.

Por todo esto es que Evagrio dice que “nosotros no estamos en condiciones de cultivarlo por nosotros mismos como un brote cualquiera, ya que los espíritus amantes del placer lo destruyen y lo conducen a ese amor habitual (a mi entender se ha utilizado erróneamente el término habitual en lugar de vulgar u ordinario)” Este es el callejón sin salida a que aludía al principio de mi comentario. Y es precisamente aquí cuando el Médico de las Almas, Jesús, nos enfrenta a la disyuntiva amor sobre todas las cosas u odio hasta la muerte. De este enfrentamiento surge el equilibrio, el odio perfecto de David. Este es el retorno al hombre adámico, al hombre de la “máxima primitiva impasibilidad”

¡Que Dios nos de la capacidad de aborrecer sin odiar!

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