Basar la meditación imitativa de la tórtola en la oración del corazón y llamar así a ésta y no oración continua tiene un significado más profundo que la mera semántica de las palabras.
Hemos empezado haciendo una introspección de nuestro ser hasta descubrir nuestro Yo, pero, inmediatamente después de este descubrimiento, hemos incorporado ese Yo al Corazón. No a nuestro corazón de carne, sino a nuestro Corazón Crístico. Estamos descubriendo que en nuestro interior tenemos un Corazón que no es un corazón de carne, porque no es de nuestro cuerpo de lo que estamos hablando, ni siquiera de nuestro Yo más íntimo. Antes bien tenemos un Corazón, así con mayúsculas, que estando dentro, está fuera.
Permitidme un símil que refleje lo que os estoy intentando manifestar. Hay una figura geométrica bastante conocida, la cinta de Mobius, que podría reflejar muy bien lo que estoy queriendo transmitir. La podéis obtener de la siguiente forma: recortad una cinta de papel y unid sus extremos, pero retorciendo la cinta sobre sí misma. Y es que, en efecto, entramos a nuestro interior para terminar saliendo de él, pero permaneciendo en él. No sabemos a ciencia cierta si estamos en el plano superior o en el inferior de la cinta, pero sí que estamos en ella.
El padre Serafín nos propone la imitación de Abraham. Parece un personaje algo lejano en el tiempo para tomarlo como ejemplo. Pero esta lejanía es una ventaja que nos permite prescindir de detalles irrelevantes que los biógrafos se empeñan en matizar y que no hacen más que oscurecer el mensaje y convertir la meditación en una absurda imitación.
En las próximas entradas repasaremos la historia de Abraham. Descubriremos que, en muchos aspectos, es nuestra propia historia y descubriremos que su vida, como la nuestra, es una cinta de Mobius
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