HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Meditar como la tórtola: la oración del corazón (2)

La hesiquia no es un método. La hesiquia es una actitud, y no es porque el monje se vaya a retirar al desierto, huir del mundo, y buscar el silencio, por lo que va a encontrar a Dios.


Los procesos más o menos sistemáticos que se dan en el hesicasmo no son mágicos, solo son un soporte. Previamente se precisa un deseo profundo de encuentro con Dios. Entonces será cuando el método se podrá iniciar y el hesicasta estará en condiciones de progresar en esta hesíquia. Va a vivir en el silencio, en un cierto retiro, y va a orar. Éste es precisamente uno de los métodos ( banalizando el tema podríamos decir “trucos”): lo que llamamos la “oración continua”, “oración de Jesús” o, como personalmente prefiero, “oración del corazón”

¿Cómo es esta oración? Si dijera que es una repetición de una jaculatoria, no diría la verdad. En efecto, hay una repetición, con ayuda de un rosario, de una frase. La más habitual, que no la única, es: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador”. Esa es la fórmula más completa. Puede simplificarse diciendo simplemente: “Señor” o “Jesús” Los griegos dicen «Kyie eleison», «Señor ten piedad». Es la misma fórmula, más o menos desarrollada. Sin embargo, no es un medio que, al cabo de doscientas o trescientas repeticiones, permitan al hesicasta encontrar a Dios. Es mucho más que eso: es un grito de amor. El amor necesita de la palabra, pero la palabra más limpia. Muchos son los místicos que han comparado el hecho de la contemplación, el éxtasis final con el arrobamiento amoroso de la pareja. A las palabras, sigue la pasión incontrolada y culmina con una compenetración tal que ya no necesitan ni palabras.

Esa es la experiencia que vive el hesicasta. Al repetir, desde el silencio y la tranquilidad, la frase: ”Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí” hacemos una declaración de amor. Reconocemos nuestro Dios. Y Le decimos: «Ten piedad de mi», reconociendo humildemente que no sabemos amar y que somos incapaces de conseguir su amor, salvo que, por su Gracia, nos lo de. Nosotros no sabemos amar, pero queremos amar. Esta es nuestra única forma de lograr su Amor. Así, el hesicasta se esfuerza a lo largo de su vida en seguir el consejo de Cristo: “Orad sin cesar” (Luc 18,1)

No es que repitamos como papagayos, ya que el mismo Cristo nos dijo también: “En vuestras oraciones, no machaquéis como los paganos: ellos se imaginan que hablando mucho se harán escuchar mejor” (Mt 6,7). Realmente nos invita a contemplarle, a desearle. Esa es la oración continua. No es una mera formulación exterior, sino que es reflejo y ayuda de una actitud del corazón.

Muy a menudo nos encontramos jóvenes y ancianos con la impaciencia juvenil que se cansan, se aburren de esta repetición porque la inician con mucha fuerza, pero dándole la importancia que no tiene y se olvidan de la actitud. No comprenden que hay que comenzar muy suavemente y teniendo una actitud de deseo de Dios, una humildad tremenda, una paciencia extrema, un aislamiento de los problemas del mundo. Si me pidieran que me quedara con alguna de estas virtudes, elegiría la humildad, porque es la madre de las demás.

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