¿De qué sirve ponerse a meditar, alcanzar, si se logra en estas condiciones, la iluminación, si nos olvidamos de nuestros hermanos los hombres? Ocuparse de los demás, alentarles cuando los problemas les agobian, aligera nuestra carga, nos libera. Os aseguro que éste es el primer paso del camino más seguro para llegar a Dios, la mejor vía mística. Os dejo con unos versículos de Isaías (Isaías 58,7-10.)
Compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor.
Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: "¡Aquí estoy!".
Si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía.
sábado, 5 de febrero de 2011
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Querido Guzmán: A la fruta hay que quitarle la cáscara para saborearla. El mundo está lleno de cáscaras que nos impiden "saborear" a nuestros hermanos.
ResponderEliminarUn abrazo