Cuando, hablando del Corazón, dicen que me entienden, malo. Utilizar las palabras es un mal necesario. Metidos en nuestra individualidad necesitamos conectar con nuestro origen, sentir la Presencia y vivir la Unidad. Pero nuestro ser, condicionado por su entorno, emplea las herramientas que tiene más a su alcance. Aplica la razón y se basa en las semejanzas y busca el medio de comunicarse con sus semejantes y en aplicación de la ley del mínimo esfuerzo o de la máxima eficiencia, visión pesimista y optimista de la misma cosa, habla y escribe. Pero las palabras solo sirven para esta existencia y para lo que es de este mundo y llevan a confusión cuando se emplean para lo que no fueron hechas.
Hablando del Corazón, las palabras son aldabonazos que damos en la puerta de los demás o, tal vez, en la nuestra propia. Y cuando abrimos la puerta, pocos, muy pocos, abren también su Corazón.
No quiero que me entendáis, porque nada habréis entendido. Quiero, necesito y necesitáis, que sintáis y sentir con vosotros, entrar en resonancia y recibir el “pan nuestro de cada día”, ese que nos permite continuar esta maravillosa aventura que es la Vida.
Por favor, cuando leáis estas líneas, oigáis mis palabras o las de otro, el grito desgarrador de la violencia o del hambre, la melodía de la flauta, el canto del jilguero o el ruido de las ametralladoras, no busquéis su significado, solo sentidlo; despojadlo de su vestimenta positiva o negativa; mirad de frente la desgracia y la alegría, la vida y la muerte,… Todo es lo mismo. Esta aparente imperturbabilidad, esa pasión serena que os propongo, es lo que necesitamos a nuestro alrededor para no sentirnos solos. ¡Es tan simple y lo hacemos tan difícil!
Un beso en el Amor y un abrazo en la Unidad.
viernes, 18 de febrero de 2011
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