Dijo el Maestro: “a cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mi, mejor les fuera que se le atase una piedra de molino al cuello y que se le arrojare al mar” (Marcos 9:42)
Es frecuente aplicar las grandes frases de los maestros para sentenciar juicios o simples críticas sobre los actos de los demás. Ver la mota en el ojo ajeno es muy cómodo y, si me permitís la veleidad, divertido. No en balde están de moda los llamados programas del corazón o la prensa rosa. Cuando nos hablan de escándalo, automáticamente pensamos en actos deshonestos, atentados contra la ética, fraudes, etc. Sin embargo, siendo graves todos ellos, hay otros más sutiles, tan graves o más que los anteriores.
Tradicionalmente, las Escuelas de Sabiduría han estado a mitad de camino entre el secreto y la discreción, según lo agresivo o lo preparado que estuviera el entorno. Desde la simple seguridad física de los iniciados hasta la incomprensión de los no iniciados, había un abanico de posibilidades que terminaba en un proceso preparatorio de los aspirantes a entrar en la Escuela. Los iniciados eran conscientes de que las Verdades que manejaban debían ser digeridas poco a poco, aunque progresando rápidamente.
Sin embargo, esta prudencia está quedando atrás. Es cierto que nos acercamos a una época de fuertes cambios en lo espiritual y, por éste, en lo mundano. Es cierto que esto aconseja que aumentemos nuestro grado de consciencia, pero… Hay muchos hermanos nuestros que pueden sentirse incapaces ante nuestras disquisiciones en las que utilizamos términos que, suponiendo entendamos correctamente, son difíciles de digerir por gran parte de la humanidad. El peligro no está en esa simple incomprensión, sino en que nos constituyamos en piedra de escándalo. Se ha acusado con frecuencia a las religiones de buscar la conversión de los “paganos” empleando técnicas persuasivas manipuladoras o físicamente violentas. Y ahora venimos los privilegiados poseedores de algún tipo de Conocimiento y soltamos frases grandilocuentes, exponemos teorías (para los demás lo son aunque para nosotros sean experiencias personales auténticamente vividas) que resultan inentendibles, no ya desde el sentido común, desde la praxis cotidiana, sino incluso desde el punto de vista científico.
El problema es grave, porque, sin querer, podemos estar boicoteando el despertar de muchos hermanos que se sienten perdidos en un mar de ideas que, debemos reconocerlo, a veces resulta confuso. No podemos convertir nuestro Conocimiento, ni nuestras experiencias en piedras de tropiezo y escándalo. Puede que nosotros, los supuestos alumnos aventajados, podamos subir la escalera de la consciencia de tres en tres, pero hay hermanos que, aun queriendo ascender por la escalera, han de hacerlo de uno en uno y descansando. ¿Tenemos derecho a hacerles desistir de su intento, pisándoles la moral con nuestra incontinencia verbal? No, rotundamente no.
Es posible que alguno de nuestros hermanos se sienta impotente para subir la escalera. Cuando tienda la mano buscando ayuda, debe encontrar ayuda, o sea nuestra mano, pero no un saco de experiencias místicas, visiones angelicales, modelos vibracionales o cosas similares que cuando le cae encima lo hunde en la miseria. No se trata de evangelizar en el más puro estilo colonizador, ni de hacer prevalecer nuestra teoría, nuestra experiencia o la Escuela de Conocimiento a que pertenezcamos, sino de perfeccionar nuestro ser, entrenarlo para que, cuando ese hermano tienda la mano, estemos preparados para tirar de él.
Llegado a este punto, debo pedir perdón a todos aquellos a los que aturdo con mis palabras, a aquellos que me ven con la vestidura del modelo inalcanzable, a aquellos a los que, ocupado en mi desarrollo espiritual, no han encontrado mi mano lista para la acción. ¿Alguien más se apunta?
viernes, 24 de septiembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario