Mi amigo tiene un amigo que, a su vez, tiene un gran tesoro. El amigo de mi amigo, tal vez, no lo sabe. Abatido por lo que cree su fin, se estaba olvidando de que los otros, su familia y sus amigos, pero también aquellos que teóricamente no le son nada, están con él. Engañado por la medicina oficial que le quita algo tan preciado para el hombre como es la esperanza, no quería saber nada de esta vida. Pero su amigo, sabe que donde no llega el razonamiento, llega el corazón. Su amigo sabe que cincuenta y dos personas enviando su “apoyo” a su amigo, son muchas personas. Mi amigo llama a las puertas de sus amigos y pide ayuda para nuestro común amigo. ¡Qué maravilla sentirse arropado por nuestros amigos! ¡Qué gran tesoro tiene el amigo de mi amigo y ambos mis amigos!
Tal vez sea mi deseo, mi ilusión, pero estoy seguro de que nuestro amigo ya sabe de todos nosotros, aunque nadie se lo haya dicho. Nuestro amigo está descubriendo ahora lo que no había descubierto hasta este momento, está viviendo lo que quería descubrir y la sonrisa está volviendo a su rostro. Es la mejor medicina. Una medicina que habremos activado entre TODOS y que él sabrá aplicar de la mejor forma posible. Eso es lo que le deseo: que entre todos le hayamos podido transmitir la fuerza suficiente para poder llevar cabo su misión en este mundo. Llevarla a buen fin lo tiene que hacer él y lo hará.
Pero vaya ahora mi admiración, mi agradecimiento y mi felicitación a mi amigo, porque su fe ha ayudado a su amigo. Sin más palabras: el que quiera entender que entienda.
viernes, 16 de abril de 2010
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