HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

miércoles, 31 de marzo de 2010

Los otros y yo

No resulta fácil meter a los demás en nuestro yo más profundo hasta hacerlos, no ya nuestros hermanos, sino nosotros mismos, hacerlos uno con nosotros y en conjunto con Cristo. Es difícil, ¿porqué? Porque nuestra cultura lleva siglos considerando la diferencia entre los otros y yo, estudiando las diferencias entre los hombres en lugar de buscar sus semejanzas, juzgando, en fin, desde la diferencia. A fe que resulta fácil. Abrimos los ojos y vemos formas diferentes, palpamos y sentimos texturas diferentes y temperaturas diferentes, olfateamos y percibimos olores agradables y desagradables, prestamos atención a nuestro oído y percibimos diferentes intensidades y distintos tonos. Todos nuestros sentidos están preparados para buscar las diferencias entre uno y otro ser. Si a ello le añadimos nuestro cerval y natural pánico a la muerte, desarrollamos un instinto de supervivencia que marca las diferencias entre lo bueno y lo malo, lo agresivo y lo que puede ser objeto de nuestra agresión,… No sigo, vemos fácilmente que este mundo está concebido sobre la base de la diferenciación.

Los santos de todos los tiempos y de todas las religiones han sido conscientes de esto desde el más profundo conocimiento de su ser y, por ello, de la naturaleza humana. Por ello, con un evidente objetivo de apoyo en nuestro desarrollo espiritual, han sembrado sus escritos de consejos, historias y pensamientos que, si aparentemente propician la distinción entre cada uno de nosotros y los demás, la aplicación de los mismos a nuestra vida de forma continuada y estricta nos conduce irremediablemente a sentir la unidad. Veamos unos cuantos de estos ejemplos.

Empezaremos por San Antonio. Decía que “Del prójimo nos viene –probablemente la traducción no refleje la forma más adecuada, ya que implícitamente le atribuye la culpa de nuestra condenación al prójimo. Personalmente prefiero decir: Por nuestro trato del prójimo (…)- la vida y la muerte. Porque si nos ganamos a nuestro hermano, nos ganamos a Dios; pero si lo escandalizamos, ¡pecamos contra Cristo!”

En otra ocasión decía el Abad Antonio: “Llega el tiempo en que los hombres enloquecerán y al ver a alguien que no esté loco se alzarán contra él y le dirán “¡Estás loco!”, porque no es igual que ellos.”

En una ocasión, un monje, al ver que consultaba con un anciano egipcio, le dijo al abad Arsenio:
- Abad Arsenio, tú que tan bien conoces la cultura romana y griega, ¿cómo es que le preguntas a este inculto por sus pensamientos?

Y él le respondió:

- La cultura romana y griega las conozco, pero el alfabeto de este inculto no lo he aprendido todavía.

Volvemos con una historia relativa al Abad Antonio. Preguntó una vez el abad Agatón al abad Antonio:

- ¿Cómo podría contener a mi lengua para que no diga mentiras?

Y el abad Antonio le respondió:

- Si no mientes, cometerás muchos pecados.

Aquél, entonces, le dijo:

- ¿Qué quieres decir?

Y el anciano le contestó:

- Pon que dos hombres asesinan a uno ante tus ojos, y uno de ellos se esconde en tu celda. Y pon que la autoridad que lo busca te pregunta "¿se ha cometido un crimen delante de ti?". Si no le mientes, entregas a un hombre a la muerte. Mejor déjalo libre ante Dios; porque Él lo sabe todo.

Cuentan del Abad Juan Colobos que: unos ancianos se reunieron a comer juntos en el eremitorio; estaba junto a ellos el abad Juan. Se levantó, pues, uno, que resultaba ser el de mayor edad, a servir la jarra de agua; nadie quiso que lo sirviera, excepto Juan Colobos. Los demás, entonces, se asombraron, y le dijeron:

- ¿Cómo tú, que eres mucho más joven que él, has aceptado que te sirva él que es mayor?
Y les dijo:

- Yo cuando me levanto a servir la jarra, me alegro si todos lo aceptan, porque así tengo mi paga. Y ahora por el mismo motivo lo he aceptado, para que pueda tener su paga, no vaya a entristecerse porque nadie lo acepte. Y al oír esto se admiraron y salieron beneficiados por su juicio.

Contaba el Abad Isaac:

Cuando era más joven practiqué el ascetismo junto al abad Cronio, y nunca me pidió que hiciera nada, a pesar de ser un anciano y temblar de debilidad, sino que se levantaba él solo y me traía a mí la jarra y a todos los demás sin excepción. También practiqué el ascetismo con el abad Teodoro de Fermo, y tampoco él me pidió nunca que hiciera nada, sino que incluso ponía él solo la mesa y decía:

- Hermano, si quieres ven a comer.

Y yo le decía:

- Abad, he venido contigo para beneficiarme, ¿por qué no me pides nada?

Pero el viejo guardó silencio. Así que me marché y pedí consejo a los ancianos. Los ancianos, pues, vinieron y le dijeron:

- Abad, ha venido el hermano ante tu santidad para beneficiarse ¿por qué entonces no le pides nada?

Y el anciano les respondió:

- ¿Tal vez soy el jefe de la comunidad para darle órdenes? Yo nunca le digo nada, pero si quiere, que haga él lo que me ve hacer a mí.

Así que a partir de entonces me adelantaba y hacía lo que veía que iba a hacer el anciano. Además, él cuando hacía algo lo hacía en silencio. Y eso es lo que me enseñó, a hacer mi labor en silencio.

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