HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

lunes, 29 de marzo de 2010

La negación


¿Por qué será que vemos la mota en el ojo ajeno y no vemos la viga en el propio?
Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro
se sentó entre ellos.
Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: "Este
también estaba con él".
Pedro lo negó, diciendo: "Mujer, no lo conozco".
Poco después, otro lo vio y dijo: "Tú también eres uno de aquellos". Pero
Pedro respondió: "No, hombre, no lo soy".
Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: "No hay duda de
que este hombre estaba con él; además, él también es galileo".
"Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices". En ese momento, cuando todavía
estaba hablando, cantó el gallo.
El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el
Señor le había dicho: "Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres
veces".
Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Nos han enseñado, y luego lo hemos practicado asiduamente, a entrar en resonancia con la parte prosaica, emotiva, de esta narración, enfrentándonos a algo que, en nuestro fuero interno pensábamos, nunca llegaría: el momento histórico o novelado, lo mismo da, de la negación de Pedro. Pero nunca nos enfrentamos a vivir ese momento. Hoy lo quiero hacer y que cada cual, en la intimidad de su conciencia, lo haga.
¡Qué felicidad si solo fueran tres veces! Porque, Pedro, lo negó tres veces, pero ¿cuántas veces al día niego yo a Cristo? Cada vez que, aunque sea por un momento, me siento más que los demás. Cada vez que permito que los demás penséis que yo soy digno de admiración. Cada vez que permito que alguien, aun el ser más miserable de la tierra, piense que es más miserable que yo y máxime cuando todos sabemos que el Divino Maestro está en el corazón de cada uno de nosotros. ¿Con qué derecho puedo yo sentir siquiera la tentación de rechazar al pobre, al drogadicto, al enfermo, al asesino, a la prostituta, al loco, al idiota, al extranjero, al débil, al grosero, al maleducado, al inculto, al deforme, al del otro bando, al tonto de baba, en fin, al otro, al que es, mejor dicho, al que parece ser distinto de mí? Es fácil sentarse cómodamente delante del ordenador y escribir de ética, de moral, de religión, de espiritualidad o de lo que sea, con la buena intención, de transmitir conocimiento. Eso no tiene mérito. Lo difícil es vivir las circunstancias de los otros y salir a la Vida. Lo difícil lo hizo Cristo: hacerse siervo de todos. Mi vida es fácil aunque, en mi autocompasión, me parezca sacrificada, aunque las más insignificantes molestias se me antojen un tremendo sacrificio. Egoísmo, autocomplacencia. Ya lo dijo Cristo: Haced lo que dicen, pero no lo que hacen. Tendría que estar llorando amargamente todo el día y toda la noche porque continuamente estoy negando a Cristo.
Afortunadamente esos que, aún hoy, siento distintos de mí me sonríen y me dan la mano. Todavía más: me parece que, a través de ellos, Dios mismo me sonríe y me tiende la mano.
Podría seguir profundizando en ese conocimiento de mí mismo que es la antesala de la humildad, pero eso debe hacerse en el recogimiento de la celda del corazón de cada uno. A mí solo me queda pediros y pedirme perdón por lo que os haya fallado y por lo que os pueda fallar, por aquél momento en que me necesitasteis y yo estaba ocupado con las cosas del césar, por aquél momento en que no fui capaz de partir el pan, como lo hiciera Él, y daros a comer, por aquél momento en que teníais sed y en lugar de daros mi sangre, en el colmo de la estupidez, os daba agua ¡Qué fácil es negar a Dios!
Espero que, cuando llegue la Hora, sea al menos como el buen ladrón y no me apegue a este mundo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario