HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cortesía (2)


El pecado tiene mala fama. Siempre la ha tenido, pero no tanto por lo que es, como por lo que no es. Además, en este mundo nuestro, eso de reconocer que uno es algo que suena a culpa solo se practica cuando las pruebas en contra son irrefutables. Con este panorama, sugerir que nuestro viaje empiece reconociendo que somos pecadores puede parecer poco inteligente. Y, en efecto lo es, pero porque resulta necesario primero explicar de qué estamos hablando.

Vamos a remontarnos al principio de nuestra Tradición judeo-cristiana y desde el punto de vista lingüístico. En arameo e idiomas precedentes, al parecer, tenía el significado de olvidar: no tener presente algo o alguien a los que se dejaba de lado. Por tanto, este y no otro era el significado que se pretendía recoger en la Biblia. Así el pecado sería el olvido de Dios.

Los griegos empiezan a introducir el equívoco al entender por pecado un error: no alcanzar la meta o no dar en el blanco.

Finalmente, llegamos al concepto religioso, no exclusivo del cristianismo, del pecado como delito moral, esto es la desobediencia a unos preceptos que la religión en cuestión adopta como provenientes del dios de que se trate y que, casi siempre, termina interpretando de forma imprecisa, llegando en casos extremos a constituir un delito de estado (estados confesionales). Los primeros cristianos adoptaron el concepto de pecado como olvido. En el intento de racionalizar todo lo que hay a su alrededor, el hombre quiso dar una interpretación adicional, ya que el mero olvido es algo difícil de transmitir a aquellos que pretenden iniciarse en una religión. Así se fue incorporando poco a poco el concepto de ofensa. Pero, como dice el refrán, “no ofende quien quiere, sino quien puede” y el hombre no puede ofender a un dios. Se crea pues un conflicto, meramente intelectual, entre un concepto marginal pero que cobra prevalencia y el concepto de dios que puede tener todo hombre. Así las religiones terminan por sentar el concepto de delito, desobediencia a los mandamientos divinos, como significado único de pecado. La consecuencia es inmediata, aparte de los conflictos psicológicos que pueden derivarse para los fieles, éstos se resisten a confesarse pecadores.

Hemos pues de retomar el concepto primitivo. Yo soy pecador, ¿porqué? Porque desde el principio de la Creación e inherente a ella el hombre carga con unas restricciones que lo anclan al mundo y facilitan el olvido de Dios. No se trata de algo de lo que el Hombre tenga la culpa, pero, si no lo tenemos presente, perderemos nuestras señas de identidad, hijos de Dios. Entonces sí llegará a ser de aplicación el concepto griego de error o fallo, porque estaremos equivocando nuestro destino.

Así, pues, hermanos, es necesario tener en cuenta nuestras limitaciones, esas que nos hacen olvidarnos de Dios. El simple hecho de reconocerlas nos ayudará a desempeñar nuestra misión. Reconozcámonos olvidadizos o, si lo preferís por tradición, pecadores.

Fr+ Fernando

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