Como ocurre con todos los autores místicos o simplemente espirituales, Evagrio presenta frases y razonamientos que requieren un análisis más profundo de lo habitual. Los dos párrafos que siguen podrían servir muy bien de base a un proceso iniciático.
La naturaleza racional, condenada a muerte por la malicia, ha sido resucitada por Cristo mediante la contemplación de todos los siglos. Y el Padre resucita el alma que ha muerto de muerte de Cristo, mediante su conocimiento. Y es esto lo que dice Pablo: Si estamos muertos con Cristo, creamos que también viviremos con Él.
Cuando el intelecto se ha despojado del hombre viejo, se reviste de lo que proviene de la gracia, y es entonces que en el tiempo de la oración verá su propia estructura, símil de algún modo, al zafiro o a la superficie celeste. Cosas éstas que las Escrituras indican como el lugar de Dios, visto por los ancianos en el monte Sinaí.
En el primer párrafo, el concepto “naturaleza racional” se corresponde con la naturaleza espiritual del alma, esto es que la malicia hace prevalecer de entre las dos componentes del alma, la componente material frente a la espiritual. Pero, ¿qué debemos entender por “malicia”? Hay varias acepciones posibles. Las más de ellas aluden a un mal natural (intención, inclinación o cualidad por la que se hace el mal) y, por tanto, parten de la maldad congénita del hombre. Hay, sin embargo, otro significado mucho más acorde a la naturaleza humana y que representan una visión más optimista, yo diría simplemente más real, del ser humano. La malicia deberíamos interpretarla como equivocación o interpretación errónea, esto es una forma de pensar y actuar derivada de las limitadas capacidades originales del hombre. Así, cuando el hombre desarrolla y potencia esas capacidades reduce el efecto de la malicia. Sin embargo, la malicia, la propensión al pensamiento malicioso, requiere un paso más para que su efecto desaparezca totalmente. Mientras queramos hacer frente a la malicia con las herramientas meramente intelectuales, seguiremos estando expuestos a su resurrección. Esa es la condena a muerte a que se refiere Evagrio. Es necesaria la “muerte de Cristo” para romper ese maleficio. Esa “muerte” ha quedado dispuesta como ejemplo a la “contemplación de todos los siglos”, se entienden posteriores al sacrificio de Cristo.
El segundo párrafo nos habla del hombre viejo, ya desaparecido, con la imitada muerte de Cristo y deja sutilmente claro que ya no es el intelecto el que nos aporta la vida, sino la “gracia”, entiéndase de Dios. El remate es sumamente interesante y nos trae precisamente el Cielo a la Tierra. Así, nos indica que en el tiempo de la oración el hombre verá su propia estructura que, como ya se decía en el Génesis, es a imagen y semejanza de Dios. Evidentemente, si hemos alcanzado un estado “símil (…) al zafiro o a la superficie celeste”, algo muy parecido al Cielo estará en nosotros o nosotros en ello.
Así, pues, repasemos cuidadosamente la historia de Jesús y descubramos el proceso salvífico de Cristo. Será una hermosa peregrinación a “lugar de Dios” y descubriremos que está más cerca de nosotros que lo que pensábamos.
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