«María, permanecía sentada a los pies del Señor escuchando su palabra»
Para que nada me saque de este hermoso silencio interior hay que guardar siempre las mismas condiciones, el mismo aislamiento, la misma separación, el mismo despojo. Si mis deseos, mis temores, mis alegrías, y mis dolores, si todos los movimientos provenientes de estas «cuatro pasiones» no están perfectamente ordenados a Dios, no seré un alma solitaria, y habrá en mí ruido. Es necesario, pues, el sosiego, el «sueño de las potencias», la unidad del ser. «Escucha, hija mía, inclina el oído, olvida a tu pueblo y la casa paterna, y el Rey será cautivo de tu belleza» (Sal. 44, 12 13)... «Olvidar su pueblo» me parece que es más difícil; porque este pueblo es todo este mundo, que hace, por decirlo así, parte de nosotros mismos: la sensibilidad, los recuerdos, las impresiones, etc... Y cuando el alma ha hecho esta ruptura, cuando está libre de todo esto, el Rey será cautivo de su belleza... El Creador, viendo el hermoso silencio que reina en su criatura, considerándola toda recogida en su unidad interior... la hace pasar a esta soledad inmensa, infinita, a este «lugar espacioso» cantado por el profeta (sal 17,20) y que no es otro que El mismo... «La llevaré a la soledad y le hablaré al corazón» (Os. 2, 14). ¡He aquí a esta alma entrada en esta vasta soledad donde Dios se hará oír! «Su palabra, dice San Pablo, es viva y eficaz, más penetrante que una espada de doble filo; llega hasta la división del alma y del espíritu y hasta las coyunturas y la médula» (Heb. 4, 12). Es, pues, ella directamente la que acabará el trabajo de despojo en el alma... Pero no basta con escuchar esta palabra, ¡hay que guardarla! (Jn. 14, 23). Y es guardándola como el alma será «santificada en la verdad», según el deseo del Maestro... Al que observa su palabra ¿no ha hecho El la promesa: «Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él»? (Jn. 14, 23).
¡Toda la Trinidad habita en el alma que la ama de verdad, es decir, observando su palabra!...
Beata Isabel de la Trinidad (1880-1906), carmelita descalza.
Tomado de http://www.evangeliodeldia.org/
lunes, 4 de octubre de 2010
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