HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

viernes, 10 de septiembre de 2010

Evagrio el Monje (12)

En nuestro análisis de la obra y pensamiento de Evagrio, llegamos a un curioso demonio: el de la Tristeza. Dice Evagrio:


Todos los demonios enseñan al alma el amor por el placer: sólo el demonio de la tristeza se abstiene de ello. Por el contrario, destruye todos los pensamientos insinuados por los otros demonios, impidiendo al alma sentir cualquier placer, insensibilizándola con su tristeza. Es cierto lo que se ha dicho: que los huesos del hombre triste se tornan áridos (Pr. 17:22). Y sin embargo, si se lucha un poco, este demonio sirve para fortalecer al solitario. Lo convence de no acercarse a ninguna de las cosas de este mundo ni a ningún placer. Si persiste en su lucha, genera en él pensamientos que lo inducen a alejar su alma de este tormento o lo fuerzan a huir de ese lugar. Tal es lo que ha pensado y sufrido el santo Job, atormentado por este demonio: Ojalá pudiera echar mano a mí mismo u otro, a mi pedido, así lo hiciera (Jb 30:24). Símbolo de este demonio es la víbora, animal venenoso. La naturaleza le ha concedido, benevolentemente, el que pueda destruir los venenos de los otros animales, pero si la tomamos en estado puro, destruye la vida misma. Es a este demonio que san Pablo ha entregado el hombre de Corinto, que había pecado. Pero luego se apresura a escribir a los Corintios: Os ruego que confirméis vuestro amor por él, para que no sea consumido por la excesiva tristeza (Cf. 2Co 2:8-7).

Y sin embargo, este espíritu que aflige a los hombres es capaz de ser portador de un arrepentimiento bueno. Y así también san Juan Bautista ha denominado "raza de víboras" a aquellos que han sido heridos por este espíritu, y que se refugiaban en Dios, diciendo: ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira que vendrá? Dad, pues, frutos dignos de arrepentimiento y no penséis decir dentro de vosotros: a Abraham tenemos por padre (Mt. 3:7-9). Todo el que ha imitado a Abraham y se ha alejado de su tierra y de su parentela, se ha vuelto más fuerte que este demonio.

Si alguno es dominado por la cólera, está dominado por los demonios. Y si alguien le sirve, éste es extraño a la vida monástica, un extranjero en las vías de nuestro Salvador, dado que el mismo Señor nos dice que Él muestra el camino a los humildes. Por tanto, cuando el intelecto de los solitarios se refugia en la llanura de la mansedumbre, difícilmente puede ser poseído, ya que no hay otra virtud que los demonios teman más que la misma. Ésta es la virtud que había adquirido el gran Moisés, quien fuera conocido como el más manso de los hombres. Y el santo David ha declarado que esta virtud es digna del recuerdo de Dios: Acuérdate de David y de toda su mansedumbre (Sal 131:1). Y también el Salvador mismo nos ha ordenado ser imitadores de su mansedumbre:

Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt 11:29).

Si alguno ha renunciado a manjares y bebidas, pero excita su cólera con malos pensamientos, ¡se asemeja a una nave que navega con un demonio como piloto! Con todas nuestras fuerzas debemos cuidar de nuestro perro y enseñarle a destruir sólo los lobos, sin devorar las ovejas, dando prueba de mansedumbre hacia todos los hombres.
Sobre las palabras de Evagrio me gustaría hacer alguna consideración.

En primer lugar, no deja de sorprender la similitud en la descripción del hombre triste con la que cabría hacer de una persona depresiva. Ya era algo conocido en los primeros siglos de la Era Cristiana. Es, tal vez y en la terminología demonológica de Evagrio, un diablo que parece ayudarnos contra sus hermanos. Sin embargo, su actuación tiene varios campos de batalla y oponentes muy diferentes. El exceso pasional, sea del orden que sea, lleva al hastío y de éste al aburrimiento; vivimos una experimentación desordenada: compramos por comprar, comemos por comer, holgamos por pereza, etc. y de todo nos vamos cansando. En una sociedad como la que nos acoge, en la que muchas cosas se nos dan hechas y no tenemos aliciente alguno por conseguirlas y otras nos cuesta la misma vida alcanzarlas o conservarlas (la vivienda o el empleo, por ejemplo), el número de enfermos de depresión es muy elevado; creo no equivocarme si digo que mayor que nunca en la historia. Es paradójico que en la mal llamada sociedad del bienestar, que casi debería denominarse sociedad epicúrea, cueste tanto vivir. Me atrevería a decir que la mejor arma de nuestro amigo, el diablo de la tristeza, es la monotonía. Sin embargo, esta es solo una pequeña demostración de su fuerza y de su maquiavelismo. Precisamente su actuación maquiavélica persigue al “solitario”, entendido no como un misántropo, sino como aquella persona que renuncia voluntariamente a los placeres de este mundo para consagrarse a la vida espiritual. Sutilmente llega a convertir en algo monótono la vida cotidiana del “solitario” (se puede ser solitario y vivir en una comunidad, p.ej. de monjes). Cuando el diablo consigue que el “solitario” convierta en plegarias repetitivas, cansinas, lo que son procesos de puesta en resonancia, permítaseme la expresión, con la Divinidad, entonces ha triunfado. Aún hay más: este diabólico ente puede someter a esa persona a la desesperanza que aparece en el hombre cuando los avatares a que se enfrenta en esta vida, lo acosan sin respiro y teme por su supervivencia. Entonces el hombre no entiende nada, se abate, no ve sentido a su vida, se deprime. Y ¿cuál es la solución? Evagrio lo tiene muy claro: la mansedumbre, la obediencia a que en otra ocasión me he referido, la aceptación de las experiencias que nos ha tocado vivir. Y como ejemplos nos trae al santo Job, a Moisés, a David y al propio Cristo. También nos recuerda el modelo de Abraham, dando el primer paso para conseguir la mansedumbre. Hablamos de la renuncia, pero una renuncia efectiva, consecuente. No vale con decir “Soy hijo de Abraham”, sino que hay que imitarlo. De esta forma conseguimos vencer al demonio utilizando su propia táctica, la misma que utiliza la medicina para obtener antídotos contra ciertos venenos, el empleo de pequeñas cantidades de veneno de las víboras permite crear los antídotos necesarios.

¡Imitemos a Cristo que fue manso y humilde de corazón!

1 comentario:

  1. Le felicito por este blog y sus referencias a textos monásticos. Aunque soy un creyente laico, siempre me he sentido un poco "monje" y estos textos me ayudan.
    Paz y Bien.

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