Terminamos ya con esta defensa del hesicasmo por parte de San Gregorio Palamás con desenmascaramiento de aquellas personas que, pareciendo hesicastas, distan mucho de serlo. Aclara perfectamente que no hay hesicastas “con apellidos”, que el hesicasmo es uno y nada más. Las clasificaciones absurdas basadas en formas de expresarse son dañinas y más propias de fariseos. Confunden la forma con el fondo. Estableciendo esas clasificaciones restan vitalidad al hesicasmo, calumnian “a quienes representan, nombran y persiguen las realidades invisibles por medio de símbolos corporales”. En efecto los santos hesicastas manejan puntos de vista diferentes para facilitar la comprensión y la práctica del hesicasmo, pero no persiguen atar el espíritu a una parte concreta del cuerpo, el vientre, el corazón o la cabeza. Y no lo persiguen porque “el espíritu no está ni dentro ni fuera del cuerpo”
Aquellos cuyos propósitos me recuerdas con tu pregunta parecen compartir el mal del fariseo... desdeñan la actitud de la oración justificada del publicano y exhortan a los demás a no imitarlo en ella. «No se atrevía ni a levantar sus ojos al cielo» dice el Señor (Lc 18, 13). Lo imitan, por el contrario, aquellos que, orando, aplican sus ojos sobre ellos mismos. Quienes se refieren a ellos dándoles el sobrenombre de omphalópsicos (los que colocan su alma en el ombligo) calumnian a sus adversarios -¿de entre ellos, alguno colocó jamás el alma en el ombligo?-, se comportan además como detractores de prácticas que merecen alabanzas y no como esclarecedores de equivocaciones. No es la causa de la vida hesicasta y de la verdad lo que los impulsa a escribir, es la vanidad. No es su deseo el introducir sobriedad, sino el alejarla. Por todos los medios tratan de perjudicar a la obra y a aquellos que se dedican a ella con celo. Podrían también tratar de koliópsico al que dijo: «Mi vientre (kolia) se estremece como un arpa...» (Is 16, 11) y envolver en la misma calumnia a quienes representan, nombran y persiguen las realidades invisibles por medio de símbolos corporales...
Tú conoces la vida de Simeón el Nuevo Teólogo, sus escritos, y a Nicéforo el Hagiorita... que enseñan claramente a los principiantes aquello que, según me dices, otros combaten. ¿Pero, para qué limitamos a los santos del pasado? Hombres que han dado testimonio del poder del Espíritu santo, nos enseñaron todo esto por su propia boca: Teolepto, obispo de Filadelfia, Atanasio el Patriarca (fin del siglo XIII, comienzos del XIV). Tú los escuchas, a ellos y a otros, antes que ellos y después de ellos, invitando a conservar esa tradición que nuestros nuevos maestros en hesicasmo (...) se dedican a despreciar, a deformar y arruinar, sin beneficio para sus oyentes. Nosotros mismos hemos vivido con algunos de los santos más altamente considerados: fueron nuestros maestros. ¿Cómo, entonces, desdeñaríamos a quienes la experiencia, unida a la gracia, ha formado, para alinearnos detrás de los que no tienen otro título para enseñamos que su orgullo?
Huye de esas gentes y repítete sabiamente a ti mismo, como David: «Bendice a Yahvé, alma mía y bendiga todo mi ser su santo nombre» (Sal 103, 1). Escucha dócilmente a los Padres, escúchalos aconsejarte acerca de los medios para hacer reentrar al espíritu.
Aquel que trata de mesalianos a los que consideran al cerebro o al corazón como asiento del espíritu, que lo sepan: atacan a los santos. San Atanasio coloca el asiento de la razón en el cerebro. Macario, cuyo resplandor no es inferior, coloca en el corazón la operación del espíritu. Y casi todos los santos están de acuerdo con ellos. San Gregorio de Nisa, afirmando que el espíritu no está ni dentro ni fuera del cuerpo, no está en contradicción con ellos. Pues los otros colocan el espíritu en el cuerpo en tanto que lo consideran unido a él. Hablan simplemente colocándose en otro punto de vista pero no tienen una opinión diferente.
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