lunes, 17 de mayo de 2010
Mimosa púdica
La Mimosa púdica es una planta de origen americano (cada vez tengo más claro que tenemos que redescubrir América o, mejor, dejar que los americanos nos colonicen) cuya característica principal es que reacciona al contacto con un objeto extraño plegándose como si fuera una planta mustia y, por tanto, no apetecible para un posible depredador. Dispone pues de un mecanismo de defensa que le hace cerrarse hacia sí misma.
No pretendo dar clases de botánica porque seguro que, como en tantas otras cosas, alguien me las daría a mí. No: se trata de una meditación. Hay muchos seres a nuestro alrededor que, ante un acercamiento que a nosotros no nos parece agresivo, pero sí para él, se encierran en si mismos y no nos dejan ver su belleza interior, ¿quién sino nosotros tiene la culpa de que eso ocurra así, de que el acercamiento no haya sido posible, de que hayamos privado al mundo de la bella manifestación de amor de ese ser? He visto en muchas ocasiones el rechazo, el desprecio, la incomprensión, la crítica más o menos velada hacia personas “raras”, a las que se termina calificando de poco sociables, de malajes o de cosas peores, desplazándolas a “corralitos” en lo que sociológicamente llamamos “grupos en riesgo de exclusión social”. Eso sí, después de establecer la clasificación nos quedamos tan anchos, escribimos artículos, ponencias, y dejamos que nos califiquen de expertos en una maquiavélica estrategia equivalente a la autocalificación.
Y sin embargo habremos sido nosotros los que habremos establecido esa marginación y los que habremos impedido que la Humanidad disfrute de la amorosa belleza interior de esas personas. Con razón decía Teresa de Calcuta: «Jamás sabremos lo mucho que puede hacer una simple sonrisa».
Claro que a lo mejor somos nosotros los que tenemos miedo porque desconocemos el Amor que se encierra en nuestro prójimo. Veréis cuando se me acerca un perro desconocido le dejo que me olfateé, incluso le tiendo la mano. Después de esto el perro permitirá que nos acerquemos e incluso se dejará acariciar. ¿Funciona siempre? Pues, no. Necesitamos saber en qué estado se encuentra el perro, si ha sido agredido hace poco, si ha sufrido maltrato habitual, si está encerrado o atado, si… Parece difícil pero no lo es, solo hace falta querer comprender al perro, observarlo, no tener miedo… Hay personas que nunca serán capaces de dejar que se les acerque un perro, más aún procurarán evitarlos, ¿porqué? Porque su desconocimiento les causa miedo. Con las personas nos pasa lo mismo, solo que aquí nos escudamos en la “normalidad de grupo” que nos hace rechazar al “subgrupo de los anormales”, o más bien de los que consideramos anormales.
Por eso os recomiendo: ¡Sonreíd por favor! Estaréis en condiciones de ver el Amor en todos los rincones, seréis más felices y haréis felices a los demás.
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