
Si en la entrada precedente, os he traído la cita del Deutoronomio en relación con la obediciencia, es ahora Gregorio el Sinaíta el que, mucho más escuetamente, lo hace. Y lo hace centrándose en lo podríamos considerar base teológica de la oración continua: un versículo del Deuteronomio. Dice así:
Por encima de los mandamientos, existe el mandamiento que involucra a todos: «Acuérdate del Señor tu Dios en todo tiempo» (Dt 8, 18). Es con respecto a esto que los otros son violados y es por él que se los cumple. El olvido, en el origen, destruyó el recuerdo de Dios, oscureció los mandamientos y mostró la desnudez del hombre.
Con este párrafo, San Gregorio, nos explica cual es el “pecado original”, la limitación que hemos de superar día a día para una plena toma de consciencia. Sigue explicando luego en tres párrafos clarificadores:
El principio y la causa de los pensamientos es, después de la transgresión, el estallido de la memoria que, al transformarse en compuesta y diversa, de simple y homogénea que era, pierde el recuerdo de Dios y corrompe sus poderes.
El remedio para liberar esta memoria primordial de la memoria perniciosa y malvada de los pensamientos es el retorno a la simplicidad original. El instrumento del pecado (se refiere a la desobediencia) no solamente ha falseado las relaciones de la memoria simple con el bien, sino que ha corrompido sus potencias y debilitado su atracción natural por la virtud. El gran remedio de la memoria es el recuerdo perseverante e inmóvil de Dios en la oración.
El principio de la oración espiritual - sacerdocio místico- es la operación o virtud purificadora del Espíritu. El principio de la quietud (hesychia) es el reposo y su medio, la virtud iluminadora y la contemplación. Su término, el éxtasis y el rapto del Espíritu por Dios.
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