HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

martes, 19 de enero de 2010

Carta cuarta de San Antonio (y3)


Sigue San Antonio, en la misma línea que en los párrafos precedentes, considerando la existencia, no solo de diablos, sino también de ángeles, santos, etc. Lo transcribo textualmente por su interés:

Porque todos, en cuanto existen forman una sola y única naturaleza espiritual: por haberse separado de Dios han visto aparecer entre sí tales diferencias como consecuencia de sus distintas actividades. Por la misma razón les han sido dados tantos nombres distintos, según su particular actividad. Así unos han sido llamados arcángeles, otros tronos o dominaciones, principados, potestades, querubines. Les fueron atribuidos estos nombres por su docilidad a la voluntad de su Creador.
En cuanto a los otros, por su mal comportamiento se les llamó mentirosos, Satán, así como otros demonios fueron llamados espíritus malos e impuros, espíritu de error, príncipes de este mundo y otras numerosas especies que hay entre ellos.
También entre los hombres (…), algunos recibieron el nombre de patriarcas, otros de profetas, de reyes, sacerdotes, jueces, apóstoles, (…), según su comportamiento santo. Estos diversos nombres les fueron atribuidos sin distinción de hombre o mujer, según la diversa naturaleza de sus obras: porque todos tienen el mismo origen.
Quien peca contra el prójimo, peca contra sí mismo; quien lo engaña, se engaña; y quien le hace bien, se lo hace a sí mismo. Por el contrario, ¿quién engañará a Dios? ¿Quién le dañará? O ¿quién le prestará un servicio? O incluso ¿quién le dará una bendición que juzgue necesaria? ¿Quién podrá jamás glorificar al Altísimo según su dignidad, exaltarlo según su medida?
Vestidos aún con el peso de este cuerpo despertemos a Dios en nosotros mismos respondiendo a su llamada, entreguémonos a la muerte para la salvación de nuestra alma y de todos. Así manifestaremos el origen de la misericordia de que somos objeto. No nos dejemos llevar del egoísmo si no queremos participar de la caída del demonio.
Quien se conoce a sí mismo conoce también a las demás criaturas que Dios ha creado de la nada, como está escrito: Él, que ha creado todo de la nada (Sab.1,14). Lo que los libros santos quieren decir con esto se refiere a la esencia espiritual, velada por la corrupción de nuestro cuerpo; que no existiendo desde un principio, un día se nos quitará. Quien sabe amarse a sí mismo ama también a los demás.


Tras una serie de comentarios y ruegos dirigidos a los destinatarios de la carta, continúa diciendo:
Mis queridos hijos en el Señor, auténticos hijos de Israel, ¿qué necesidad tengo de invocar la bendición sobre vuestros nombres mortales, y de mencionarlos, si son efímeros? Ya sabéis que mi amor por vosotros no se dirige a vuestro ser mortal; es un amor espiritual, según Dios. Estoy convencido de esto: es grande vuestra dicha, que consiste en haber tomado conciencia de vuestra miseria y haber afirmado en vosotros esta esencia invisible que no pasa como el cuerpo. Pienso así porque esta dicha os ha sido concedida ya desde ahora.

Curiosa, cuando menos es la expresión de san Antonio, cuando nos indica que nuestras buenas obras, nuestra toma de conciencia de nuestra realidad divinal, más que alegría para nosotros mismos, que lo será, lo será para Cristo, para la asamblea de santos y para él mismo, no como Antonio, sino como representación de todos los que nos rodean: “Consolareis a Cristo Jesús en su Venida, y a toda la asamblea de los santos. Y también a mí, pobre hombre, que sigo retenido dentro de este cuerpo de barro, en medio de las tinieblas.” Y es que san Antonio tiene muy claro que nuestra esencia inmortal (“Quien se conoce verdaderamente no tendrá duda alguna acerca de 103 su esencia inmortal.”) nos hace uno con el Cuerpo Místico de Cristo: Quiero, pues, que tengáis un claro conocimiento de ello: “Jesucristo nuestro Señor es el Verbo auténtico del Padre, a partir del cual fueron creadas todas las naturalezas espirituales, a imagen de la Imagen que es El, ya que El es la cabeza de toda la creación y del cuerpo que es la Iglesia. Así pues, somos miembros unos de otros, y somos el cuerpo de Cristo (I Cor.12,27).”

Como consecuencia de todo lo anterior y recordando que nuestra “salvación” solo puede venir de “la bondad del Padre”, desarrolla la tesis de dicha salvación: solo una sacudida brutal puede hacernos despertar del ensueño en que nos tiene sumidos nuestra propia naturaleza; solo Alguien similar a nosotros, sometido a nuestras mismas aparentes limitaciones, cargado con las mismas cargas de este mundo que arrastramos nosotros, pero con la consciencia de ser quien es en realidad, podía ser capaz de mostrarnos el camino. Por esto
“Envió, pues, a su Hijo Único el cual, viéndonos esclavos, tomó sobre sí la forma de esclavo (Fil. 2,7). El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados (Is.53,5). Después nos ha reunido de todos los países para hacer que nuestro corazón resucite de la tierra y para enseñarnos que todos somos una sola y misma esencia, miembros unos de otros. Amémonos pues, profundamente unos a otros: en efecto, quien ama a su prójimo amará a Dios, y quien ama a Dios se ama a sí mismo.”

Aun siendo importante el desarrollo de la tesis, más lo es la conclusión: la unidad espiritual con Dios y por supuesto con Cristo en quien se pone de manifiesto, no ya la unicidad, sino la unidad con el Padre y por ende con todos nosotros.
La carta concluye con algunas advertencias de sumo interés.
En primer lugar, reclama vigilancia continuada,”(…) gritad día y noche a vuestro Creador para que venga de lo alto el socorro que protegerá vuetro corazón y vuestros pensamientos y los establecerá en Cristo.”
Sigue recordando la necesidad de la ayuda de Dios:
“(…) la bondad del Padre no cesa de ayudarnos, hoy como ayer, a escapar de esta muerte que hemos merecido. (no debemos entenderlo necesariamente como un castigo)”

Termina dedicando varios párrafos a advertirnos de los riesgos de la soberbia y del engreimiento. En efecto la soberbia fue la causa de la “caída” de Satanás. Ninguno de nosotros está libre de tan craso error. Aquellos que se creen más cerca de Dios, aquellos que han permanecido gran parte de su vida buscando y disfrutando el conocimiento, pueden caer fácilmente. Los diablos intentan convencernos de “que cada uno de nosotros haga su voluntad propia” en lugar de hacer la voluntad de “mi Padre que está en los cielos”. Por este mismo motivo los diablos siembran la discordia y la desconfianza entre los hombres porque, sabedores que por el amor a los hombres llegamos al amor a Dios, confundir nuestra mente y llevarnos a desconfiar del prójimo, a criticarlo e incluso a odiarlo, es la mejor forma de apartarnos de Dios, de impedir nuestro viaje de retorno a Él. Termina recordando, como parte del proceso salvífico de Cristo, su acción de lavar los pies a los que, en este mundo, eran menos que Él. ¿Somos capaces de humillarnos así? No, pues estamos perdiendo tiempo para alcanzar nuestra salvación.

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