sábado, 19 de diciembre de 2009
Dios proveerá
En un anuncio de esos que pululan por internet aparece una secuencia de imágenes. En la primera se puede leer: Protege tu casa. Sigue otra: Protege tu salud. Y otra: Protege tu familia. Finalmente remata ofreciendo: La guía completa para asegurar tu vida.
La vida y los maestros de la vida tiran de nosotros pretendiendo trascender algunos días más nuestra existencia, asegurándonos una vida sin sobresaltos, creándonos la ilusión de una seguridad que, en el mejor de los casos, no sirve más que en el plano del mundo manifestado. Claro que, si antes nos han bombardeado con la estupidez de que todo se acaba aquí, en este mundo; si antes nos han acostumbrado a convivir con la preocupación por el mañana; si antes nos han convencido de que en el mundo no hay más que malas noticias; entonces es lógico que nosotros solitos lleguemos al convencimiento de que los necesitamos, a ellos y a sus productos.
Ayer hablábamos de la obediencia como medio fundamental para conseguir la unidad con Dios, pero sin una confianza absoluta en Dios, nos resultará difícil alcanzar esa obediencia. Cuando todo a nuestro alrededor es cabeza perdida; cuando no nos dejan ver más que muerte y destrucción; cuando vivimos inmersos en la obsesión por la supervivencia de nuestro cuerpo y de nuestros bienes; cuando pasa todo eso es muy difícil obedecer, ni a Dios, ni a los hermanos, porque el miedo nos hace egoístas.
Fijaros en lo absurdo que es confiar en alguien o en algo que pone condiciones para ayudarnos, que esconde sus intenciones en cláusulas escritas en letra pequeña, que pide antes de dar. ¿Qué pide Dios? Que confiemos en Él, solo eso.
Si alguien desea seguir asegurando su futuro aquí en la tierra, que lo haga, eso es libertad y la libertad permite equivocarse. Yo prefiero decir: “Dios proveerá”
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