No me gusta decir adiós porque tiene una connotación de un antes y un después. Prefiero el “con Dios” que decían nuestros abuelos.
No me estoy despidiendo por mucho que lo parezca. Por mucho que mi propia mente se empeñe en engañarme, llorar y patalear: es como un niño. Se trata de la última resistencia de mi ego a su disolución y una consecuencia de ésta es que he decidido poner fin a este blog, al menos en su formato actual. Han sido muchos meses de trabajo; muchas palabras vertidas al viento con el riesgo que ello representa para los que las leen. Pero desde mi yo hacia el vuestro no tenía más remedio que usarlas, si quería transmitiros lo que sentía, mis pensamientos, mis experiencias o mis conocimientos. Hacerlo me parecía obligado para no caer en el egoísmo de privatizar un conocimiento, una experiencia, una vía.
Sois muchos los que habéis agradecido mis escritos. Hoy estoy seguro de que otros muchos no los habrán entendido y muchos más ni siquiera les habrán prestado atención. A todos, sin embargo, os doy las gracias. Entro en otra fase en la que no seré yo, sino vosotros. Entro en una fase en la que el significado de las palabras no habrá que buscarlo en el diccionario, sino en el corazón. No sé como ha de ser: Dios dirá. ¡Que Él nos acoja en su Ser!
Sentido en Sevilla, a 21 de Diciembre de 2011 y traducido a palabras el 30 de Diciembre de 2011
Estimado Fernando el coincidir en Las Escalonias y en el seguirte en este Blogs, me han ayudado ha descubrir una vía, que desconocía, la oración continua, el camino en Cristo, encontrar en occidente lo que buscaba en oriente, cosa que te agradezco. Por este motivo te doy las gracias y permito pedirte que no desconectes por lo menos de todo.
ResponderEliminarUn abrazo.
José Pedro