Desde el 3 de Abril, una fecha de especial y persistente emotividad personal, no había vuelto a colgar ninguna de mis meditaciones en este blog. Sin embargo, el número de seguidores ha aumentado: buena, muy buena, señal.
El ser humano es impaciente, quiere resultados inmediatos. Me atrevería a decir que cuanto más impaciente es un individuo, más separado se encuentra de su toma de consciencia. Aquél que busca resultados inmediatos transita por esta vida arrastrado por el caudaloso río del materialismo más trasnochado y absorbente. Lo curioso es que cualquier actividad del espíritu encaminada a la perfección de éste requiere paciencia, o mejor constancia. Lo curioso está en que una virtud sea necesaria para promoverse a sí misma. Aparentemente es una contradicción y sin embargo ocurre, en mayor o menor grado, con todas las virtudes. Porque, a pesar de los agoreros nos digan lo contrario, las virtudes, todas las virtudes, están presentes en todos y cada uno de nosotros: solo es necesario, una vez extraídas del baúl de los recuerdos, tener la constancia de fomentarlas, de mantenerlas en alto y presentes siempre en nuestras vidas. Para ello solo hace falta pulsar un botón: activar el deseo que dimana de nuestro libre albedrío, o sea querer.
Os sugiero que meditéis sobre esto. Conversad con Doña Constancia.
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