HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

viernes, 12 de febrero de 2010

Comentarios de San Gregorio el Sinaíta (1)

Aunque era hábito común entre los monjes orientales, salir de sus monasterios para trasmitir al pueblo sus experiencias, destaca entre todos ellos San Gregorio el Sinaíta. Su preocupación por aprender no era mayor que la de enseñar. Iniciamos hoy un recorrido por lo que nos ha llegado de su escritos.

En relación con la oración y la contemplación decía:

No deberíamos hablar como un gran doctor ni tener necesidad del apoyo de la Escritura ni de los Padres, sino ser «enseñados por Dios» (Jn 6, 45) hasta el punto de aprender y conocer, en Él y por Él, todo lo que necesitamos. No solamente nosotros sino cualquiera de los fieles. ¿Acaso no hemos sido llamados para llevar grabadas en nuestro corazón las tablas de la ley del Espíritu y para conversar con Jesús mediante la oración pura de la misma forma admirable que los querubines?
Pero sólo somos niños en el momento de nuestra segunda creación, incapaces de comprender la gracia, de aprovechar la renovación, ignorantes, sobre todo, de la supereminente grandeza de la gloria de la que participamos. Ignoramos que, por la observación de los mandamientos, debemos crecer en alma y espíritu para ver lo que hemos recibido. He aquí cómo la mayor parte de nosotros cae, por negligencia y hábito vicioso, en la insensibilidad y en la ceguera, hasta el punto de no saber ya, si hay un Dios, qué somos, ni en qué nos hemos convertido a pesar de ser hijos de Dios, hijos de la luz, niños y miembros de Cristo.
Hemos sido bautizados en la edad adulta pero sólo percibimos el agua y no el Espíritu. Incluso siendo renovados en el Espíritu, no lo creemos más que con una fe muerta e inactiva... somos carne y nos conducimos según la carne. Y permanecemos muertos hasta la hora de nuestro fin, sin vivir en Cristo ni estar movidos por él. Y, «lo que sabemos», a la hora del tránsito y del juicio «nos será quitado» a causa de nuestra incredulidad y nos faltará la esperanza por no haber comprendido que los niños deben ser parecidos al Padre, dioses en Dios, espíritus salidos del Espíritu...

Aunque de estos tres párrafos podríamos sacar muchas más enseñanzas, quisiera destacar tres de ellas.

En primer lugar, Gregorio llega a colocar por delante de la lectura de las Sagradas Escrituras y por delante de las enseñanzas de los grandes maestros, las enseñanzas dictadas por el mismo Dios que implícitamente sitúa en nuestro interior cuando dice que estamos llamados a llevar en nuestro corazón las tablas de la ley del Espíritu. Nos está hablando de la importancia de sentarnos con nuestro maestro interior y ¿qué es esto sino orar y meditar?

En el segundo párrafo nos pone de manifiesto nuestra ignorancia sobre un hecho clave: participamos de la gloria. Y esta ignorancia nos lleva a olvidarnos de Dios, a pesar de ser hijos suyos. Pues bien, para superar esta ignorancia, no hay más que observar los mandamientos.

Finalmente, nos señala como, en contra de lo que pensamos habitualmente, en esta vida estamos muertos. Vivimos según los criterios del mundo material, de la carne dice él, y así ahogamos el efecto del bautismo, su poder iniciático, haciendo que nos fijemos nada más en el agua que derraman sobre nosotros y no en el Espíritu. He de recordar que los primeros cristianos se bautizaban en la edad adulta y no de bebés como hacemos ahora.

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