HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
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La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

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sábado, 30 de enero de 2010

Carta sexta de San Antonio

En esta sexta carta se repiten algunos de los razonamientos y consejos de las anteriores, no en vano van dirigidas a distintas personas y no en vano hay algunas diferencias cronológicas entre todas ellas.

Nos vamos a entretener en dos de ellos y añadiremos el consejo de despedida que, aparte de la consabida frase de “dad al sabio y se hará más sabio”, dirige a sus hijos espirituales. Por cierto que no se trata de asentar una, por otro lado cierta, supremacía espiritual de San Antonio sobre los demás monjes, sino de llamar la atención de estos sobre algo más sutil que ellos mismos estaban buscando. San Antonio ha logrado, y se lo reconocen, dar su lugar al espíritu y e desde la unidad en el espíritu desde la que ellos, espíritus nonatos aún, son sus hijos. No se trata, pues, de una jerarquización disciplinaria, ni de un acto de soberbia extraño en un ser bendecido por Dios, ni de una fórmula de respeto buscada y no merecida.

Se recrea el santo, igual que en cartas anteriores, en el proceso de salvación. Establece así que para el proceso individualizado del hombre que prepara su liberación, el buscador, éste “debe conocer lo que es, según su naturaleza espiritual” y ello como forma de comprender y con ello alcanzar la liberación como resultado de la “preocupación” del Creador por sus criaturas.

Explica San Antonio como Dios ha venido muchas veces, ha germinado en el corazón de muchos hombres, pero su sola presencia en su interior (lo que llama según unos traductores “la ley de la Alianza” y según otros “la ley del corazón” no es garantía de germinación. Así vino en la forma de profetas y los santos oraban por nosotros. Es curiosa la forma, en principio metafórica, de describir el proceso salvífico. Reconoce la existencia de un nombre terrestre que califica de efímero y la de un nombre verdadero que describe su verdadero sentido, su naturaleza verdadera, la misión o la cualidad que se le ha encomendado a cada uno. Dice así: “¿Tendré necesidad de escribir vuestros nombres terrestres, que son efímeros? El que sabe su verdadero nombre también conoce su sentido. He aquí por qué Jacob, en su combate nocturno con el ángel, no cambió de nombre en toda la noche. Pero al llegar el día, recibió el de Israel, que significa: "Espíritu-que-ve-a-Dios" (Gén.32,24-28)” Nos encontramos de lleno en el lenguaje simbólico. Al nacer se nos da un nombre acorde con la tradición del lugar, los gustos familiares, etc. Algo que, en definitiva, no refleja exactamente nuestra personalidad. Pero Jacob, después de la prueba con el ángel ha superado una prueba que le ha abierto los ojos, le ha permitido conocer sus debilidades, sus virtudes,… le ha hecho ser en definitiva un hombre nuevo, consciente de su realidad, conoce la descripción que podría hacer de sí mismo y por ello su nombre (a este respecto os recomiendo una interesante página hebreo-argentina, http://shalom-mission.com.ar/home.htm, en ella encontrareis el significado de los nombre bíblicos (también los hay hebreos) Así podemos ver que Jacob, aparte de “el que toma por el talón” aludiendo a su pelea con el ángel, significa “el que suplanta”. Todo concuerda: Jacob es un suplantador de sí mismo que tras el duro examen del ángel nace a una nueva vida como Israel, “Espíritu que ve a Dios” o, según la mencionada página WEB, “el que reina con Dios”.

Y ¿en qué consiste la liberación, redención o como queramos llamarla? Pues esta es la respuesta de San Antonio: “No olvidéis esto: Dios es uno. Igualmente toda naturaleza espiritual está fundada en la unidad. Donde no reina la unidad y la armonía, se prepara la guerra.” Y más adelante sigue: “Por su Verbo omnipotente nos reunió de todos los países, de un extremo a otro de la tierra. Ha resucitado nuestro corazón de la tierra para enseñarnos que somos miembros unos de otros.” Porque, más claro no puede estar, incorporarnos a la unidad con Dios, esa unidad que nunca perdimos pero de la que nacimos inconscientes, esa es la verdadera liberación.
Ahora bien, el santo sigue puntualizando. La liberación no es un chispazo en la luz y la desaparición instantánea de la oscuridad. En efecto, por la razón discerniremos el bien del mal e imitaremos el modelo de Cristo, pero será solo eso: una imitación. Por tanto no pasaremos de ser siervos de Dios. “Así pues, toda criatura dotada de razón, por quien ha venido el Salvador, debe discernir su estado y la ignorancia de su espíritu. Debe intentar distinguir el bien del mal y liberarse gracias a su Venida. Quienes así han sido liberados se llaman siervos de Dios.” Como él mismo explica a continuación: “Esto es solamente una perfección provisional, que debe llevarnos a la filiación adoptiva.” Y termina recordando una vez más que la salvación final es algo que solo Dios por el Espíritu Santo puede conceder: “Cuando se acercó el tiempo en que debían recibirla, el Señor hizo reconocerlo por la enseñanza del Espíritu Santo y saber que la Venida de Jesús sería un juicio para los hombres.” Y es entonces cuando la unión con Cristo es tan fuerte, tan directa, tan clara que “Entonces dejaremos de invocar a Jesús de forma demasiado exterior y material. Pues la Venida de Jesús nos invita a un servicio más alto en el día en que quedarán destruidas nuestras iniquidades. Entonces nos dirá: "Ya no os llamo siervos, sino hermanos"”
No quiero alargarme ya más. Vamos a terminar con la advertencia de San Antonio: Cuidado con la tranquilidad. Ahí está el peligro, como dice el refrán “En la confianza está el peligro”. Pues San Antonio no dice: “Sí, queridos hijos, cuando los vientos se calman el piloto se distrae; pero si se alza un viento violento y contrario, muestra su competencia. A vosotros toca reconocer el tiempo al que hemos llegado.”

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