HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

sábado, 16 de enero de 2010

Carta Cuarta de San Antonio (1)

Es con diferencia la carta más larga de las 7 escritas por el santo. Está dirigida a los hermanos de Arsinoé. La localización exacta es para mí algo difícil y tampoco fundamental pues este es un blog con objetivo espiritual y no tanto cultural o científico. Pero es interesante indicar que con el nombre de Arsinoé hubo varias reinas y princesas egipcias, entre otras Arsinoé IV, hermana de Cleopatra que ordenó fuera asesinada, y que, en su honor, hay en Egipto, unos diez pueblos con este nombre, entre otros un puerto, entonces cabeza del comercio con la India que hoy conocemos por Suez y una ciudad junto al Nilo, la llamada Cocodrilópolis por los griegos, ya que en ella se veneraban los cocodrilos como encarnación del dios Sobrek.

Curiosidades aparte, es interesante el planteamiento inicial del santo: no lanza un consejo para quien lo quiera escuchar, sino que nos lleva a hacernos una consideración. Así dice: “(…) es muy importante que os interroguéis acerca de la naturaleza espiritual, en que ya no hay hombre ni mujer, sino solamente la esencia inmortal que tiene comienzo y no tendrá fin.” Continúa recordando nuestra doble condición espiritual y material. Y sigue indicando la importancia de conocer lo que él llama “la razón de su caída hasta este punto de abyección y vergüenza”, asegurando que “nadie se ha librado de ella”. Esto es lo que posterior y equivocadamente hemos dado en llamar pecado original. Y digo equivocadamente porque en él no ha intervenido la voluntad del hombre. Así, deberíamos interpretarlo más como una limitación que como un pecado en su connotación “delictiva”. Por ello, nos advierte el santo que seamos conscientes de que lo que ha de sobrevivir es nuestra naturaleza espiritual que no “participará de la disolución de los cuerpos”

Ahora bien, de una forma un tanto novelada pero acorde con los tiempos, San Antonio expone que para superar esa “limitación original” nosotros solo podemos poner nuestra voluntad, nuestro deseo, y rezar al Padre pidiendo la ayuda necesaria, porque solo el Salvador “es el único médico capaz de curar nuestra profunda herida”, esto es solo la Gracia de Dios puede salvarnos.

Explica también como la única forma de salvarnos era hacerse igual que nosotros, lo cual no deja de ser evidente, porque ¿qué ejemplo podríamos tomar en cuanto a nuestra conducta de un ser que fuera Dios en todo y no asumiera nuestras propias limitaciones de hombres?

Sigue un largo párrafo que no tiene más finalidad que avisarnos de las intenciones del diablo, movido por la envidia que surge al darse cuenta de que nuestra intención era, es y será tomar conciencia de nuestra abyección, nuestro “pecado original”. Y, al tiempo que nos reconforta con el hecho de que los santos piden a Dios por nosotros, termina diciendo: “El demonio no ignora que el Creador nos ha perdonado, que El es su muerte y que ha preparado la gehena como término de su rechazo.” Hoy día, orgullosos nosotros, somos muy dados a considerar la existencia del diablo como invención de abuelas y curas viejos. Como mucho limitamos su poder diciendo que son nuestras propias debilidades, lo que nos lleva a pensar que es superable, aun con un cierto esfuerzo por nuestra parte. Una trampa más, pues ello nos aparta de pedir la ayuda divina, su gracia.

Sintetizando, San Antonio habla del diablo como si fuera uno de aquellos personajillos que siembran la desconfianza y el desánimo en una comunidad, que siempre están descontentos de sus jefes, de sus compañeros o de sus subordinados, que se dejan llevar por su ira o por su soberbia o por su egoísmo, que tanto nos amargan la existencia. Son iguales, pero no son el diablo. Actúan como él, porque, sabiéndolo o sin saberlo, son dominados por él, pero no son él. Son espíritus que sufren por esa dominación, pero no son el diablo.

San Antonio, nos explica cómo llega el hombre a ese estado de dominación diabólica: “En verdad os digo, hijos míos, quien se haya deleitado en sus propios deseos y sometido a sus propios pensamientos, quien haya acogido de todo corazón esta semilla y buscado en ella su gozo, puesta en ella la esperanza de su corazón como si fuera un misterio grande y excelente, y se haya servido para justificar una vez más su conducta, su alma, como el aire estará habitada por los espíritus del mal. Le será consejera funesta y hará de su cuerpo la copa de sus secretas abyecciones. Sobre este hombre tienen los demonios pleno poder, porque no ha querido poner a plena luz su ignominia.”

Así, pues, el camino que sigue el diablo es claro: “Comprendedlo bien: nosotros les servimos de cuerpo cuando nuestra alma acoge su malicia. En efecto, por ese cuerpo, que es nuestro, es por donde el alma introduce en sí a los demonios.”

Y aprovecha para darnos una pequeña receta para ayudarnos: “No despreciéis mis palabras porque los demonios saben que nuestra vida depende de estos intercambios entre nosotros.” Y ¿no os recuerda esto la frase de Cristo: “Allí donde haya dos o más de vosotros reunidos en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos”?

Claro que todo esto es difícil de demostrar. Porque ¿Quién ha visto alguna vez un diablo? Pues, como dice San Antonio: “Son nuestras acciones las que manifiestan su presencia.”

Y, después de tan sutiles demostraciones, habrá quien aún se planteé: pero ¿el diablo existe?

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