HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

sábado, 31 de julio de 2010

Humildad

No sé porqué cuando hablamos de humildad tenemos tendencia a imaginarnos una persona sumida en cierta pobreza material. En consecuencia negamos dicha virtud a aquél que se nos antoja rico.


Hablando de la felicidad, una realidad muy simple que el mundo se esfuerza en presentarnos casi inalcanzable, es frecuente oír que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. Subrayo “tiene” por el mensaje subliminal e insidioso que conlleva. Pues bien, podríamos decir que humilde no es el que menos tiene, sino el que menos desea aun lo que ya tiene. En efecto, a lo largo de los siglos se ha deslizado en nuestros oídos la frase de Jesús: “Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos.” Y la frase se nos ha explicado en el sentido negativo excluyente: El rico no entra en el Reino. Sin embargo, la exclusión total no reside en la frase. Y ello porque el término “aguja” no se refiere a las agujas de coser que todos conocemos, sino a una especie de portillos existentes en las murallas de la época y que permitían el paso de personas y nada más, esto es que hablamos de dificultad, no de imposibilidad. Antes de seguir adelante, debo dejar claro que no estoy tratando de justificar al rico, sea personal o institucional, sino queriendo dar el significado más adecuado, y por tanto útil, a la palabra.

Las palabras tienen, en general, varias acepciones y, hablando en sentido espiritual, dos: uno exotérico y otro esotérico. En el caso que nos ocupa, el significado exotérico, religioso, superficial, sin caer en lo esperpéntico, sería el de la pobreza, esto es renunciar a todo tipo de posesión de cosas materiales. Pensar en la humildad como la “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”, sería captar el sentido interno, esotérico, profundo, de esta palabra. Y es que cuando uno se conoce a sí mismo, no ya en sus limitaciones, sino en la esencia misma de su ser, la posesión o no de cualquier cosa se convierte en algo accidental. Bien es cierto que no tener es una práctica muy recomendable, pero no es la panacea porque desear tener es peor aún que tener. La posesión de bienes materiales es algo que dificulta el conocimiento de sí mismo, la toma de consciencia. Por eso la práctica del no tener es recomendable, pero no debemos quedarnos ahí ya que es solo un primer paso para la verdadera humildad, entendida como conocimiento de sí mismo.

Con esta meditación quiero “echar un cable” a aquellos que se encuentran sometidos a una tiranía de la riqueza, a aquellos cuya renuncia a lo que poseen podría arrastrar a otros que “no lo tienen tan claro”, a otros que no están preparados para no tener. La posesión de cosas materiales no es una imposibilidad para entrar en el Reino de los Cielos, sino una dificultad más, una prueba más. Creo que deberíamos recordar otra frase de Jesús: “No es lo que entra por la boca lo que hace al hombre impuro, sino lo que sale de su corazón” Y es que la mera posesión de bienes materiales no le hace al hombre impuro, sino el sentimiento que tenga hacia ellas.

¡Que Dios nos ilumine!

viernes, 30 de julio de 2010

Evagrio el Monje (5)

Escribe Evagrio:

“Pero los demonios tienen también esta otra costumbre: después de acosarnos con pensamientos impuros, nos infunden alguna preocupación a fin de que Jesús se retire, debido al caudal de ideas que acuden a nuestra mente, y su Palabra se torne infructuosa, sofocada por pensamientos de preocupación. Pero una vez que los hayamos depuesto y habiendo depositado toda nuestra confianza en el Señor, conformándonos con las cosas que tenemos, y pobres en cuanto a nuestro estilo de vida y por la ropa que nos cubre, despojaremos cada día a los padres de la vanagloria. Si alguno se sintiere indecoroso por tener un traje pobre, que dirija su mirada a san Pablo, quien esperó la corona de la justicia en el frío y en la desnudez (2 Co 11:27). Puesto que el Apóstol ha llamado a este mundo "teatro" y "estadio," vemos cómo es posible que uno, acompañado por pensamientos de preocupación, corra hacia el premio de la suprema llamada de Dios (Flp 3:14) o luche contra los principados las potencias, los dominadores cósmicos de las tinieblas de este siglo (Ef 6:12). Aun entrenado en la observación de las realidades sensibles, no sé cómo esto es posible. Está claro que el que viste la túnica, se encontrará impedido de avanzar y arrastrado aquí y allá, como el intelecto lo es por los pensamientos cargados de preocupaciones, si creemos en la palabra que dice que el intelecto debe estar constantemente atento a su tesoro. Se ha dicho, en efecto: Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón (Mt 6:21).”

Escrito hace más de dieciséis, el texto tiene una evidente vigencia. Nuestra naturaleza material ha de manifestarse y a las tendencias propias de nuestro organismo, como estricto sistema animal, se añaden las elucubraciones mentales con las que el intelecto intenta conducir al alma. Esas elucubraciones mentales viene condicionadas a su vez por la preocupación por la supervivencia propia de un ser sometido a la tiranía del tiempo. Aterrizamos de pleno en el apego. Ese apego que induce a nuestra mente a buscar salida a lo que, desde su punto de vista y con sus argumentos, irrefutables en la realidad material, es imprescindible para la vida. Empieza con lo más básico que es la mera supervivencia y termina convirtiendo lo más superficial en imprescindible. Incluso aquello que puede parecer más espiritual, lo tergiversa y lo convierte en motivo de apego y, como tal, de causa de bloqueo en nuestra vida. En efecto, he de confesar que, a veces, llego a postergar la experiencia vital que nos conduce a la toma de consciencia y, en definitiva, a Dios mismo, por una pretendida disciplina mística inaplazable. Ninguna experiencia mística, ninguna oración pueden resultar más agradables a Dios que estar con los pies en la tierra, con nuestros hermanos que nos necesitan y por los que hemos de llegar a Dios. “Si no tengo amor,…” (1 Corintios, 13) Por eso no hay mejor logro místico que poner Amor en nuestro corazón.

¡Que el Amor acampe en nuestro corazón!

jueves, 29 de julio de 2010

Traigo hoy esta meditación a raíz del Evangelio del día (Mt, 13, 54-58) No trato de dilucidar sobre la actividad esotérica de Jesús en sus primeros treinta años de vida. Fuera en un sentido o fuera en otro, lo cierto es que su grandeza interior, capaz de pasar desapercibida para el común de los mortales, es lo que llama la atención de nuestro meditante y debe llamar la nuestra propia:
¿De dónde saca éste esa sabiduría...? ¿No es el hijo del carpintero?



Cada vez que pienso en el gran misterio de la vida escondida y humilde de Jesús durante sus treinta primeros años, mi espíritu se siente cada vez más confundido y me faltan las palabras. ¡Ah! es la misma evidencia: tengo frente a mí una luminosa lección: no tan sólo los juicios y la manera de pensar del mundo sino también los juicios y la manera de pensar de muchos eclesiásticos me parecen completamente falsos y se oponen del todo a esta lección. Por mi parte confieso que no he llegado todavía a hacerme una idea de ello. Sin embargo, y por lo que me conozco, me parece que sólo poseo una apariencia de humildad, pero no su verdadero espíritu; ese amor a «lo escondido» de Jesucristo en Nazaret, no lo conozco más que de nombre. ¡Y decir que Jesús pasó treinta años de vida escondida, y que era Dios, y que era el «reflejo de la sustancia del Padre» (Hb 1,3), y que vino para salvar al mundo, y que todo esto lo hizo únicamente para enseñarnos cuán necesaria es la humildad y cuánta falta hace practicarla! Y yo, que soy un grande y miserable pecador, que sólo pienso en complacerme a mí mismo, en complacerme en los éxitos que me dan un poco de honor terrestre, que no puedo tener el más mínimo pensamiento santo sin que se deslice la preocupación de mi reputación cerca de los demás... A fin de cuentas no sé acostumbrarme, si no es con un gran esfuerzo, a esa idea de pasar realmente desapercibido, escondido, tal como Jesucristo lo practicó y tal cual me lo enseña.

Beato Juan XXIII (1881-1963), Diario del alma (http://www.evangeliodeldia.org/)

Si esto escribía nuestro afable y admirado Juan XXIII, ¿qué tendré que decir yo?

domingo, 25 de julio de 2010

Juramento hipocrático

Diez horas en la sala de urgencias de un hospital dan para mucho. Dan para ver tus debilidades, tus puntos flacos y, en fin, lo que necesitas un buen entrenamiento y, sobre todo, lo bien que te vendría tener “línea directa” con Dios. Dan para ver los estragos del ego cuando el hombre se ve agobiado por lo que equivocadamente considera “su” Vida. Dan para ver lo poco que sabemos de nosotros mismos y del ser humano en general. Dan para ver que el juramento hipocrático es una iniciación que no afecta solo a los médicos. Dan para ver que, como tantas otras tradiciones, ésta también se ha deteriorado. Dan para ver que los hospitales son otra trampa más de ese sistema que nos hemos construido o que, al menos, distan mucho de ser lo que deberían ser.


Sería muy fácil caer en el error de la crítica destructiva, demoledora. Podía exponer las carencias de los hospitales en ese sentido. Pero no ayudaría a nadie, ni a mí mismo.

Hay un refrán que dice: “Es más fácil ver la mota en el ojo ajeno que la viga en el propio”. Así que en vez de criticar a los demás, he decidido exponer “mi mota”, que a buen seguro será algo más que mota, a ver si alguien ve la viga en el suyo, si es que hay alguien con vigas en sus ojos.

La primera sensación que uno, acompañante él, experimenta es desazón, tal vez aprehensión, fastidio por estar ahí en lugar de estar viendo el partido de futbol o haciendo la sacrosanta meditación o trascribiendo sus propias meditaciones para ponerlas en común con los demás. Como urgencia que es, a uno le pilla de sorpresa. Y, ¿por qué no vamos a decirlo?, le fastidia. Pasan unos minutos, o tal vez solo unos segundos, hasta que uno se sobrepone y enfrenta la larga experiencia, si no con alegría, al menos con una aceptación consciente y serena.

Superada la primera prueba, uno es consciente de que está ahí para ayudar ¿a quién? ¡Hombre, por supuesto que a su familiar o amigo enfermo! ¿Solo? Porque, cuando, superados los trámites administrativos y la clasificación médica, pasamos a la sala de espera, el espectáculo suele ser deprimente. Se percibe un gazpacho de sentimientos negativos difícil de digerir. Es necesario hacer un esfuerzo para serenar su ánimo. Uno se da cuenta de que de mero acompañante está en el riesgo de convertirse en paciente. Nuevo esfuerzo de autodominio. Es necesario romper el apego, es necesario cortar esos lazos sentimentales, muy humanos, pero muy traicioneros que traen a nuestra mente el demonio de la tristeza, de la pesadumbre y, tras ellos, de la desesperación. ¡Menuda ayuda voy a dar, si me dejo arrastrar por esos sentimientos! Ver el escaparate de sufrimientos que nos muestra la sala de espera y percibir como ese sufrimiento nos intenta invadir es todo uno. Tratamos de hacer nuestra esa misma experiencia, pero esa experiencia no es la nuestra. Nosotros no estamos ahí para sufrir viendo sufrir, sino para ayudar a que esas experiencias les valgan para algo a los que han de vivirlas. La mente y el espíritu luchan por imponer su ley. Se cruzan acusaciones. Cuesta trabajo ponerlos de acuerdo y buscar el equilibrio. Son segundos, tal vez décimas de segundo, pero se consigue. Claro que a lo largo de diez horas de encierro, el demonio de la tristeza puede dar varios envites más. Uno empieza a pensar que las sesiones de meditación sirven para algo, pero se quedan cortas. Concluyo que, si quiero ayudar a los demás, tengo que dedicar más tiempo o más intensidad a la meditación. Lo peor no ha llegado.

Diez horas de espera te permiten ver pasar por tu lado el miedo y la desesperación en seres humanos que parece hayan dejado de serlo ya, tal es su pánico. Algunos parecen poseídos, algunos creo que lo están. Otros aparecen abatidos y sus quejas, monótonas, lastimeras, marcan el ritmo de las horas. Es un bombardeo continuo. Los que entran mal se sienten peor y los que entran sanos se encrespan unos y se contagian otros. Es difícil evitar ingresar en uno de los dos grupos, cuando no en los dos. Y te sientes impotente. Quieres ayudar, pero no sabes cómo. Piensas en transmitir energía ¿a cuál de todos? ¿A todos? ¿Tengo fuerza para ello? Respiras metódicamente, inspiras, respiras,… Sí, te relajas. Pero, ¡no! ¡No es eso lo que yo quiero! ¡Quiero ayudar! Uno vomita por allí. Una gitana plañidera recita todas sus penas en voz alta. Otro decide escenificar su malestar suspirando. Otro se quiere quitar el miedo de encima diciendo en voz alta frases pretendidamente ingeniosas. Otro desespera de la espera, critica en voz alta y tensa, a los… (irrepetible) de los políticos que roban y engañan y no arreglan la sanidad porque ellos no van a urgencias. Uno, yo, se queda prendido de tal argumentación y asiente con la cabeza, ¡torpe! ¡Estás ayudando a estropearlo todo!

Y al fin caigo en la cuenta, orgulloso de mí, me ha faltado la humildad de reconocer que no soy nada. Y Le pido ayuda. Ahora sí: de nuevo empieza la técnica respiratoria, pero ahora mi pensamiento se centra en Él. Ahora recuerdo mi oración continua y ahora funciona. Y la situación se calma, los “ayes” se apagan,… ¡Gracias, Señor!

Pero son muchas horas. El cansancio hace mella. Uno se relaja en la espera y hay nuevos envites del demonio de la tristeza y del de la desesperación y del otro y del de más allá. Y cojo la mano de mi enfermo, con tanto ajetreo, lo tengo casi olvidado y simplemente hablo con él, ¿mejor? Sí, mucho mejor.

Con todo creo que he salido enriquecido. He aprendido que sin Dios no hay nada; que yo solo soy un perfecto inútil; que, por mucho que avance, me queda un largo camino por recorrer; que las cosas sencillas, como una conversación agradable, suelen ser el mejor remedio; que la división clásica cristiana de la oración, la meditación y la contemplación es básica, fundamental, porque nada de lo que pretendamos lo conseguiremos sin la oración previa, esa conversación humilde, petitoria y alabadora a Dios que nos prepara para el resto; que yo disto mucho de ser mejor que los otros, entre otras razones porque nadie es sino lo que el Padre permite que sea; que yo puedo caer en la misma desesperación que los demás; que el ejercicio, la práctica y la disciplina son fundamentales como preparación de mi ser para recibir y transmitir la Ayuda Divina.

¡Que la Paz de Dios sea con todos nosotros!

sábado, 24 de julio de 2010

Evagrio el Monje (5)

La cita de hoy es muy corta; tanto como grande e importante es el mensaje.

“En cuanto al deber de no preocuparse por los trajes o manjares, considero superfluo escribir con respecto a esto, ya que el Salvador mismo lo prohíbe en los Evangelios: no os preocupéis por vuestra vida, por lo que comeréis, por lo que tomaréis o por lo que vestiréis. Esto concierne a los gentiles y a los incrédulos, a los que rechazan la providencia del Soberano, y reniegan del Creador, pero es cosa totalmente ajena a aquellos cristianos que han creído que dos pajarillos que se venden por un cuarto están bajo el gobierno de los santos ángeles.”

Hoy día, con las continuadas noticias sobre la “crisis económica”, en este mundo occidental que se asusta por tener que hacer frente a algo que es infinitamente despreciable frente a lo que padece, de forma permanente, una parte muy importante de la Humanidad (ese mal llamado tercer mundo que para mí es el primero), para ese mundo este mensaje es un aviso a tomar muy en serio.

Sabemos que, en la fase preparatoria de la meditación hesicasta, uno de los pasos más importantes es el desprendimiento de cargas, el desapego frente a las cosas mundanas, donde lo más elemental es la renuncia a lo material. Es sorprendente que seres, supuestamente racionales, no se percaten de la fugacidad de lo material, de lo inútil que es atesorar dinero, comida, ropa, cargos, etc., en una loca e interminable carrera por asegurar una supervivencia en una vida transitoria.

Es terrible ver como unos pocos individuos se dedican a asustar al resto de la sociedad con una crisis que no es problema, con el único objetivo de dominarla. Porque, si el significado de crisis ha sido tergiversado, manipulado, hasta la saciedad, hoy más que nunca hemos de recuperar su auténtico significado. Debemos recordar a esos políticos incapaces que se dedican a diseñar medidas punitivas para una sociedad que no es más culpable que ellos mismos, que NO ESTAMOS ANTE ALGO TERRORÍFICO, SINO ANTE UN GRAN CAMBIO que eso es lo que significa precisamente la palabra crisis.

Es un cambio de mentalidad, es un cambio en los principios del juego económico, es un cambio en las relaciones entre las personas y entre los pueblos, es un cambio en el concepto de solidaridad,… Hemos estado recorriendo un camino equivocado que nos debe servir para aprender que este mundo es algo que nos dan prestado para permitir nuestra vivencia, cada uno según su creencia. Y ese cambio se basa en conjugar un verbo que el comunismo hizo odioso y el capitalismo incluyó en las técnicas de marketing como una herramienta manipulativa más, prostituyendo su hermosos significado: COMPARTIR. Claro que para compartir hemos de empezar por perder la obsesión por poseer.

Si esto es ya importante para la Humanidad en su conjunto, para una Humanidad más o menos evolucionada, cuanto más importante es para un místico contemplativo. Una persona que pretende COMPARTIR SU VIDA CON TODOS, que aspira a someter su voluntad a los demás y por ellos a Dios, que desea servir a los demás (Mt, 20, 28),… ¿qué hace elucubrando sobre cómo se las va a ingeniar para sobrevivir?

No nos equivoquemos, ninguna de mis palabras quiere decir otra cosa que lo que dicen. Sería absurdo que todos nos sentáramos a meditar las 24 horas del día y nos olvidáramos de vivir la experiencia que Dios ha puesto a nuestro alcance. La contemplación ha de ser como el faro para los navegantes. La experiencia mística y contemplativa es nuestro faro, nunca nuestro fin. Por ello, debemos seguir viviendo en esta vida, sin apegos inútiles, pero viviéndola, con sus necesidades, pero sin sus agobios. No nos busquemos más complicaciones que las que ya tiene la vida por sí misma. Claro que a alguno le tocará ser farero.

¡Que la Paz de Dios sea con todos nosotros!

sábado, 17 de julio de 2010

Evagrio el Monje (4)

Evagrio continúa analizando el comportamiento humano entre la virtud y la bestialidad, que así llama a la rendición humana ante la tentación, sirviéndose para explicarlo de la figura de los demonios.
“Me parece pues, que los demonios informan al principio fundamental de nuestra alma, moviéndonos la memoria, pues el órgano es, en ese momento, mantenido inactivo por el sueño. Debemos saber cómo se produce ese movimiento de la memoria. ¿Será, acaso, por medio de las pasiones? Esto es evidente, pues el que es puro y está libre de pasiones, no pasa por cosas similares.”
Aunque hoy sabemos que nuestros circuitos neurológicos tienen “efecto memoria” y pueden hacernos revivir situaciones ya experimentadas, no por ello podemos quitar mérito a la capacidad de observación y discursiva de nuestro buen monje. Nos pone, así, un ejemplo a seguir: la observación de nosotros mismos y de nuestro entorno nos permite llegar a conclusiones que la ciencia académica puede tardar siglos en descubrir.
Pero no solo eso. Nos pone sobre aviso acerca de la importancia de borrar esos “registros” y/o de evitar que se produzcan. No dice explícitamente como ha de hacerse, pero apunta lo siguiente: “Pues puede suceder que nos acordemos del agua ya sea que tengamos sed o no, y así sucede que nos acordamos del oro ya sea con codicia o sin ella. Y lo mismo sucede con el resto. Sin embargo, el hecho de que encontremos dichas diferencias entre las variadas fantasías, es un indicio de su artificiosidad.” En aquellos tiempos era habitual aludir al ayuno, la abstinencia, el sacrificio, la limosna o la oración, como las herramientas más adecuadas para luchar contra las tentaciones y el propio Evagrio y otros Padres lo recomendaban. No andan lejos de la verdad, aunque los siglos posteriores se hayan encargado de tergiversar el fondo de la cuestión. Es evidente que una cierta disciplina, entendida como sistemática en el comportamiento, una cierta austeridad en nuestra forma de vida, etc., ayudan a que, por ejemplo, no tengamos sed cuando nuestro cuerpo no necesita agua. Tampoco es descabellado pensar que la oración o las técnicas meditativas puedan “descargar” los circuitos neurológicos y evitar la actuación incontrolada de la memoria.
Un poco más adelante, nos dice Evagrio, hablando de la ira:
“Nuestra irascibilidad, cuando se mueve contra natura, coopera en mucho con los objetivos que los demonios se prefijan, tornándose así utilísima para cualquiera de sus engaños. Por tanto, éstos no se hacen rogar para accionarla, de día o de noche. Y cuando la ven contenida por la humildad, en seguida la liberan con buenos pretextos, y así, tornándose violenta, ésta sirve a sus pensamientos bestiales. Es necesario, pues, no excitarla con ningún objeto, ni justo ni injusto, evitando poner en mano de quien nos sugestiona, un arma funesta, como sé que muchos hacen, aferrándose más de lo necesario a fútiles pretextos. Por cierto, dime, ¿por que eres tan combativo? ¿No has despreciado ya manjares, riquezas y gloria? ¿Por qué crías a un perro, si has manifestado no poseer nada? Si éste ladra y se echa sobre la gente, es claro que es porque uno tiene algo y quiere defenderlo. Y estoy bien seguro de que un hombre así está alejado de la oración pura, porque sé que la irascibilidad destruye esta oración. Y me asombra que olvides también a los santos, mientras David grita: Cesa en tu ira y deja la cólera (Sal 36:8). Y el Eclesiastés recomienda: Aleja la cólera de tu corazón, y quita la maldad de tu carne (Qo 11:10), mientras el Apóstol nos ordena elevar, en todo tiempo y lugar, manos puras sin iras ni disputas (1 Tm 2:8). ¿Y por qué no aprendemos de la antigua y misteriosa costumbre de echar fuera de casa a los perros en tiempo de oración? Ella nos demuestra, alegóricamente, cómo no debe existir cólera en el que reza.”

El texto lo dice todo y no precisa más comentarios, como no sea llamar la atención sobre esa trampa tan artera que se presenta ante quienes tratan de avanzar por el camino de la espiritualidad, centran su desapego en las cosas materiales, en el amor preferencial y, sin embargo, creyéndose poseedores de la Verdad, se alteran ante la injusticia, la violencia, el robo, la barbarie, etc., cayendo en la burda trampa que el demonio de la irascibilidad les tiende.
Habrá quien traiga a colación la escena del Maestro expulsando a los mercaderes de los alrededores del Templo. Pero tendría que preguntarles: Si ya Cristo se refirió al Templo como a sí mismo diciendo que lo “destruiría” y lo edificaría de nuevo en tres días, ¿no se estaría refiriendo de nuevo a Sí mismo cuando expulso a los mercaderes del entorno del Templo? ¿No serían los mercaderes los vínculos que atan nuestro cuerpo a este mundo material? ¿No nos estaría diciendo que debemos retirar esos enlaces a la vida mundana, aunque fuera de forma algo brusca?



Quedad en la Paz de Dios

viernes, 16 de julio de 2010

Entended con el corazón

Poco a poco, pero en las últimas décadas de forma muy acelerada, estamos siendo dominados por la razón, mejor dicho por una sobredosis de razón. Kant afirmaba: “Por razón entiendo aquí toda la facultad cognoscitiva superior” y luego añadía “todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, pasa de estos al entendimiento y termina en la razón”. Sin embargo, estamos retornando al concepto que primariamente predominó de que la razón es una facultad o una capacidad de conocer la realidad no ya sensitiva o imaginativamente, sino de modo discursivo. En nuestro idioma, quedan testimonios de esa tradicional equivalencia: en determinados contextos, identificamos discurrir y razonar. No sé si es un bloqueo colectivo o una manipulación maligna del poder, más o menos oculto, que intenta interferir en el devenir de la Humanidad con el único objetivo de aumentar su poder o su riqueza. Personalmente creo que se trata más bien de lo segundo.


En una primera fase, se nos ha estado mentalizando sobre el poder de la mente, pero de la mente racional y racionalizante. Se nos ha hecho creer que todo puede ser superado, diseccionado, con el análisis racional. Hasta las relaciones personales se han visto sometidas a su imperio: La separación de bienes y los contratos prematrimoniales son, en muchos casos, un claro ejemplo de la fría desconfianza que provoca un análisis cartesiano de las relaciones humanas que, en muchas ocasiones, se basa en lamentables hechos, no generalizables, que la prensa se encarga de restregarnos una y otra vez por nuestras narices. En una segunda fase, se nos viene cortando incluso ese hilo racional que todavía nos permitiría dar marcha atrás en un acto de rebelión contra el sistema. Hoy día a nuestros jóvenes ya no se les enseña ni siquiera a pensar, sino que aprenden de forma dogmática. Es como si les hubieran enseñado a realizar unos cuantos puzles en base a unas recetas bajo cuyo uso y abuso llegasen a creer que pensaban. Ni siquiera el enseñante se da cuenta de su error: las prisas, la esclavitud del programa de estudios, la parodia de los protocolos de calidad, el abuso de las reuniones, hay que correr, en fin, la carrera de la imbecilidad. ¡Qué bien se controla un rebaño de imbéciles! Aceptamos información supuestamente científica sin otro criterio que haber aparecido en los medios de comunicación. Somos más dados a creer en los bulos que en las noticias fidedignas, tal vez por el morbo de este tipo de información.

La razón discursiva es una facultad del ser humano, una facultad que le ayuda a entender el mundo que le rodea, que le ayuda a relacionarse con dicho mundo, con sus semejantes y con los que no lo son. Pero solo eso: ayuda. Ha de apoyarse en otras facultades que se no se promueven. La imaginación ha quedado marginada por los video-juegos. La capacidad de observación es cada día más reducida. Es curioso observar cómo se generan las discusiones más absurdas sobre los temas más banales. Hoy en día nos basamos en la literalidad de las palabras para entendernos, pero una literalidad que ha sido subliminalmente manipulada. A las palabras se les van dando significados que antes nunca tuvieron; la sintaxis ya no es la que era y se intercalan “palabros” de otros idiomas porque se desconoce el propio y parece más progre emplear el del vecino, aunque el significado no quede muy claro. El problema es que cada grupo adopta unos significados y una sintaxis propios. Con todo ello, uno ya no sabe si le están insultando o quieren ponerle en los altares.

Y es que nos estamos posicionando en un relativismo intransigente y egocéntrico. Hablando en forma vulgar, cada uno de nosotros cree que es el “ombligo del mundo”. Y es que el uso exclusivo de la razón está sometido a las reglas de la soberbia, porque la razón como facultad no está ni democrática ni justamente repartida: unos son más inteligentes que otros y esos unos suelen caer en la tentación de creerse superiores a los otros. Como podéis comprender, el entendimiento es difícil.

Aunque para entenderse con los demás hace falta alguna que otra virtud adicional, como saber escuchar, observar,… lo fundamental es poner el corazón sobre la mesa. Acercar los corazones de los contertulios es la mejor forma de propiciar el entendimiento. Los latinos tenemos fama de impulsivos y de poner el corazón en lo que hacemos, pero no es ese corazón al que me refiero. No es corazón como coraje, energía, entusiasmo,… Es corazón como sinceridad. Es poner el corazón sobre la mesa como “poner las cartas boca arriba”. Es corazón como albergue de esa energía vital esencial que todos tenemos. Es corazón como portador del Amor que TODOS llevamos dentro.

Cuando alguien os hable, no oigáis con los oídos, no analicéis con el diccionario en la mano, escuchad con el corazón. Poneos en el lugar del otro -¡qué difícil!-, mirad en su corazón y mostradle el vuestro.

Cada día hay más solitarios, mejor dicho más gente que se siente sola en medio de las grandes ciudades. En el mundo de la comunicación, de internet, del teléfono móvil, de la televisión,… cada día hay más solitarios. ¡Terrible paradoja! Nuestro egoísmo, nuestro talibanismo racional nos impide entendernos con nuestros semejantes. Dejad un poco de vuestro corazón en vuestras conversaciones, recibiréis ciento por uno.

Puede parecer que estoy dominado por un ataque de pesimismo. No, me he limitado a hacer un retrato de lo que se ve y no de lo que no se ve, consciente de que esa es la imagen que nos hacen llegar y que muchos ven y aceptan como única. Quería llegar a este puto porque me consta, lo sé, lo veo todos los días, lo percibo a través de los correos electrónicos,… que hay muchos, muchísimos, seres humanos que ocultan a su mano izquierda lo que hace la derecha; que son excelentes maestros (maestros mejor que profesores), que dialogan desde una postura abierta a toda opinión, que saben escuchar, aceptar y hacer críticas sin herir, ni ser heridos; que primero sienten, perciben, vibran con el mundo que les rodea, disfrutando el momento que viven sin calificativos, ni bueno ni malo, porque todo lo que sucede es porque tiene que suceder.

Por tanto, ¡ánimo! No os dejéis arrastrar por un cartesianismo ideal para la geometría, pero nefasto para el contacto entre almas, aunque las limitaciones de vuestros sentidos y la monopolización y manipulación informativa solo os permitan percibir una ruina ética o moral a vuestro alrededor: Se trata de un burdo engaño.

sábado, 10 de julio de 2010

Posturas

Algunos de los que accedéis al blog Cignatus me enviáis correos de consulta en los que casi me consideráis un maestro. No quiero caer en la falsa modestia de decir que no lo soy, sin más, pero no puedo, ni debo, aceptar vuestra afirmación.

Dice Marcos el Asceta en “A propósito de aquellos que creen estar justificados por sus obras”: “Si tú entiendes, según lo que dicen las Escrituras, que en toda la Tierra están los juicios de Dios, cada acontecimiento será para ti maestro del conocimiento de Dios.” El maestro pues no está en la capacidad de los demás de hacer o dejar de hacer, sino en la nuestra de entender lo que sucede a nuestro alrededor. Si os sentís atraídos por la forma de ser o pensar de alguien, evitad caer en el error de considerarlo un maestro. Entended que Algo en vuestro interior se ha sentido identificado con lo que vuestros ojos ven, vuestros oídos oyen y vuestro corazón siente. Es en definitiva vuestro Maestro Interior el que os llama, retiraos entonces a meditar y decid: “Habla, Señor, que vuestro siervo escucha”.

Viene todo esto a cuento de alguna que otra consulta en torno a la postura que ha de adoptarse en la meditación hesicasta. Debéis tener en cuenta que lo realmente importante es la actitud. El hesicasta ha de adoptar una actitud de espera y, para ello, ha de prepararse. La preparación no consiste en castigar el cuerpo, aunque, tal vez, algún alma pletórica de energía deba descargar o reconducir dicho exceso de energía en el sentido conveniente. Decía el padre Simeón de Monte Athos que los hombres primitivos, llenos de fuerza, más que el hombre actual, tenía que sentarse encorvando la espalda. Ahora, sin embargo, todas las escuelas de meditación, recomiendan mantener la espalda recta y solo el mentón se acerca al pecho, como si fuera en actitud de respeto. Levantar la cabeza conlleva, al menos a mí me ocurre, a que se tensen los hombros. Toda tensión muscular, todo dolor, nos incomodará en la espera y será un obstáculo para la meditación. Claro está que tampoco es buena una postura que muestre molicie o desgana. Cada cual debe adoptar aquellas posturas que mejor se ajuste a sus características pero siempre evitando tensiones musculares, relajos excesivos, impedimentos respiratorios, posturas que lleven al cansancio o que provoquen mala circulación sanguínea, posturas inestables, etc.

Quedad con Dios

viernes, 9 de julio de 2010

Evagrio el Monje (3)

Evagrio continua exponiendo sus teorías sobre el devenir del hombre en su existencia terrena. Nos introduce aquí en el concepto del recuerdo pasional. Aunque no presenta una definición explícita, es fácil concluir que se refiere a los condicionantes de nuestra naturaleza humana. Afirma que son dos: la concupiscencia y la cólera.


El concepto de concupiscencia ha sido monopolizado por la moral católica, dándole un sesgo carnal, sensual y hasta sexual que no es otra cosa que una particularización excesiva. Así, el diccionario de la RAE, podemos leer: “En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.” Debemos quedarnos con un significado más amplio. En efecto, la palabreja deriva del latín cupere que significa desear y así llegamos al concepto más amplio: DESEO DESORDENADO, sin control. Precisamente el prefijo con es el que puntualiza el carácter desordenado del deseo, esto es lo que nos hace “perder la cabeza”, desviarnos de nuestro caminar.

En cuanto a la cólera, podríamos quedarnos con el significado más tradicional, ira, enojo, enfado. Sin embargo, esto nos privaría de una puntualización. Nos podemos enfadar, es lógico y humano, por algo que no funciona como nosotros queremos, por alguna faena que nos hayan hecho o porque nuestro equipo de futbol haya perdido por goleada. Lo que no es lógico es llevar este enfado al extremo de hacer que los demás “paguen los platos rotos” o de privarnos de disfrutar de otros aspectos de la vida. Y es que prefiero el significado médico: el cólera como enfermedad “caracterizada por vómitos repentinos repetidos y diarrea severa.

Pues bien, ambas pasiones son veneno para nuestra vida. Más exactamente hacen que nuestra vida descienda al plano material olvidándose del espiritual, privándonos de vivir la experiencia completa para la que hemos venido a este mundo, haciendo inútil, en fin, nuestra existencia.

Los remedios son muy sencillos: disciplina y entrenamiento. Aquí ha vuelto a haber una tergiversación de significados por aplicación de morales y éticas, basadas más en la apariencia y que llevan al desenfreno del extremo opuesto que resulta igualmente dañino. Cuando hablamos de ayuno, de dormir en el suelo, etc. nos imaginamos a nosotros mismos cargados de cilicios y con el flagelo en la mano, lo que es sencillamente depresivo. Hemos de interpretar estas palabras con una visión más deportiva del asunto. El atleta entrena, tiene una disciplina, estricta y así espera alcanzar la gloria, el triunfo, en el estadio. Eso es lo que tenemos que hacer. Es muy sencillo. Yo me acuerdo que, cuando era algo más pequeño que ahora, ante cualquier contrariedad decíamos “vaya por Dios”. Ahora lo hemos sustituido por un “c…” o por un “me c… en la mar”, como si la mar tuviera algo que ver en el asunto. Ese “vaya por Dios” era un reconocimiento implícito, tal vez inconsciente, de que nuestra experiencia, aparentemente negativa, estaba sirviendo para una toma de consciencia, para un desarrollo espiritual que, de otra forma, no podríamos alcanzar. Sencillo ¿no?

Os dejo con las palabras de Evagrio.


“El hombre no puede rechazar los recuerdos pasionales si no presta atención a la concupiscencia y a la cólera, disipando a la primera con ayunos, velando y durmiendo en el suelo, y calmando a la segunda con actos de soportación, de paciencia, de perdón y de misericordia. De las pasiones antedichas surgen casi todos los pensamientos demoníacos que empujan al intelecto a la ruina y a la perdición. Pero es imposible superar estas pasiones si no se desprecian totalmente los manjares, las riquezas y la gloria y aun el propio cuerpo, con motivo de aquellos pensamientos que tan a menudo lo flagelan. Es absolutamente necesario, pues, imitar a aquellos que se encuentran en el mar, en peligro, y que echan por la borda los aparejos a causa de la violencia de los vientos y de las olas. Pero llegados a este punto, debemos guardarnos de desprendernos de los aparejos para ser mirados por los hombres, o habremos ya recibido nuestra merced, ya que otro naufragio más terrible que el primero nos afligirá, y entonces soplará el viento contrario, el del demonio de la vanagloria. Por tanto, también el Señor nuestro de los Evangelios, impulsando a nuestro intelecto que es el capitán del barco, nos dice: Mirad que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, para ser visto por ellos: de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los Cielos (Mt 6:1). Y dice además: Y cuando recéis, no seáis como los hipócritas; porque ellos gustan de orar en las sinagogas y en los cantones de las calles, de pie para ser vistos por los hombres: por cierto os digo, que ya tienen su pago (Mt 6:5-16).”

sábado, 3 de julio de 2010

Evagrio el Monje (2)

Decíamos en el ayer de nuestro tiempo terrenal que en los primeros párrafos de “A propósito del discernimiento de las pasiones y de los pensamientos” de Evagrio el Monje, el autor parecía asumir la existencia, no de un diablo, sino de varios con diferentes personalidades o especialidades en el arte del mal, entendido éste como la forma de llevar al hombre por caminos que lo aparten de la práctica de las virtudes. Ni entonces, ni ahora la Iglesia Católica rechaza la existencia de Satanás. Pero ¿qué o quién es el Diablo o Satanás o como queramos llamarlo? ¿Es una única persona o son varias?
Jesús (Mt 15-11) afirma: “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.” A la vista de este pensamiento no parece que Satanás sea algo externo a nosotros. Aquí la Iglesia Católica es contundente: el hombre nace impuro, con la mancha del pecado original. Pero veamos qué nos dice Evagrio. Dos párrafos más adelante continúa:
“En breve: no sucede que el hombre tropiece con el Demonio, si antes no ha sido herido por esos tres males principales. Y también delante del Salvador, el Diablo antepuso estos tres pensamientos: primeramente exhortándolo a convertir las piedras en panes, luego prometiéndole el mundo si se postraba a sus pies, adorándolo, y como tercera cosa, lo tienta con la posibilidad de que la gloria lo cubriría si, cayendo de las almenas del templo, los ángeles lo recogen y lo salvan, como Hijo de Dios que es. Pero nuestro Señor, mostrándose superior a todo esto, ordenó al Diablo que se alejara de Él, enseñándonos así que no es posible rechazar al Diablo si no se desprecian estos tres pensamientos.”
“Todos los pensamientos demoníacos introducen en el alma conceptos relativos a objetos sensibles, y el intelecto, compenetrándose de ellos, imprime en sí mismo las formas de esos objetos. El alma reconoce, entonces, al demonio que se asocia al objeto mismo. Por ejemplo: si en mi mente se presenta la fisonomía de quien me ha agraviado u ofendido, es evidente que surgirán en mí pensamientos de rencor. Si surgiera el recuerdo de las riquezas o de la gloria, recordaré claramente por el objeto, cuál es el motivo de mi angustia. Lo mismo sucede con los otros pensamientos: por el objeto descubrirás quién es el que viene a insinuarlos. Sin embargo, no quiero decir que todo recuerdo de tales objetos provenga de los demonios. Porque es el intelecto mismo, accionado por el hombre, el que produce las imágenes de los acontecimientos. Provienen de los demonios aquellos recuerdos que suscitan la ira o la concupiscencia contra natura. Con motivo de la turbación que causan estas potencias, el intelecto, mediante el pensamiento, comete adulterios y se embarca en guerras, porque no puede acoger la imagen de Dios, su legislador. En efecto, esa luminosidad se manifiesta al principio fundamental del alma en el tiempo de la plegaria, en la medida en que ésta se despoje de los conceptos relativos a los objetos.”

Gula, dinero y gloria son los tres pensamientos que abren las puertas a los diablos para cada una de las restantes tentaciones. Aún más, Evagrio asegura que “es el intelecto mismo, accionado por el hombre, el que produce las imágenes de los acontecimientos” La coherencia con la frase de Jesús, recogida en el Evangelio de San Mateo, es rotunda. Así pues, podemos afirmar tranquilamente que las tentaciones, los actos que nos apartan de la virtud, son generados por nuestros pensamientos. Es claro, por tanto, que la hesiquia, la tranquilidad de mente, el acallar la mente, es la mejor “terapia” para conseguir la permanencia en el camino de la virtud. En Mt 5:27-30, Jesús avisa del pecado de pensamiento La interpretación que tradicionalmente se ha dado a estos versículos es, en mi opinión, imprecisa y hasta contraproducente. De lo que realmente nos está avisando Jesús es del peligro que subyace en nuestros pensamientos, sean en relación con el adulterio o con cualquier otra desviación de la Ley de Dios. Y digo que puede ser contraproducente porque el propio esfuerzo, la propia concentración en el pensamiento para rechazarlo obliga a tenerlo continuamente presente. Se trata por el contrario de dejarlo pasar, anclar nuestra mente a un pensamiento limpio y para ello la oración continua se presenta como un arma infalible. No son técnicas exclusivas del hesicasmo, muchas otras técnicas de meditación las usan. Es lógico: las potencias del hombre son las mismas en cualquier parte del mundo y las artes meditativas van dirigidas a los hombres, no a los animales.
Estas consideraciones nos dan una ventaja fundamental en nuestra evolución espiritual. En efecto, las tentaciones no empiezan si logramos dominar nuestra mente y hacerla indiferente a la gula, el dinero o la gloria. Esto lo consigue Jesús en las mal llamadas tentaciones en su retiro al desierto. Y esto no depende de nadie, sino de nosotros. Pero ¿qué es esto sino desapego y humildad o sea los primeros pasos que empezamos dando en nuestro viaje hesicasta?
Lo que hemos visto en estas líneas precedentes es solo un atisbo de lo que podemos encontrar releyendo una y otra vez las palabras de Evagrio. Hacedlo, por favor, pero hacedlo con la mente abierta, libre de prejuicios y de dogmas. Estoy seguro de que llegaréis a entender mejor la palabras del Maestro mucho mejor.

viernes, 2 de julio de 2010

Odas de Salomón (oda 19)

Traigo hoy al blog la oda 19 de las denominadas Odas de Salomón. Se trata de una colección de 42 odas que aunque se atribuyen nominalmente a Salomón parecen haber sido escritas en los tres primeros siglos del cristianismo. El hecho que los primeros manuscritos aparecieran junto con los Salmos propició su denominación. Aunque existen semejanzas con los Salmos e incluso con el Evangelio de San Juan, la continua mención al conocimiento, gnosis, hace pensar que se tratara de textos de carácter litúrgico de un grupo cristiano gnóstico o incluso hereje para la iglesia oficial, si se me permite la expresión.
Aunque escritas en un estilo metafórico suave, son fácilmente comprensibles en un primer plano de entendimiento, su trasfondo es mucho mayor. Creo que merecen una meditación.
Una copa de leche me fue brindada,
Y bebí en la dulzura de la delicia del Amo.
El Hijo es la copa
Y la leche provino del Padre,
Y el Espíritu Santo extrajo la leche
Porque sus pechos estaban llenos,
Y era necesario para Él que su leche fuera liberada,
Y el Espíritu Santo destapó su seno
Y mezcló la leche de los dos pechos del Padre
Y brindó la preparación al mundo
Sin que el mundo lo supiera,
Y quienes la recibieron son los elegidos de su diestra.
La Virgen la recibió en su matriz y concibió y dio a luz.
Y la Virgen llegó a ser una madre con muchas misericordias.

jueves, 1 de julio de 2010

Entusiasmo

El entusiasmo es el mayor activo del mundo, pues vence al dinero, al poder y a las influencias.

(Profesor Bieniawski, Ingeniero,experto en Mecánica de Rocas)