HESICASMO

Bienvenidos. Este es un blog dedicado a la espiritualidad y, en especial, al hesicasmo, la vía mística de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En la columna de la izquierda se incluyen textos sobre el hesicasmo (fundamentos, práctica, historia, biografías, frases para meditar, etc.) En la columna de la derecha se presentan mis meditaciones y aportaciones, modestas aportaciones, a esta vía mística. Os agradeceré vuestros comentarios que, a buen seguro, nos harán bien a todos.
La Paz de Dios sea con todos nosotros.

¿Ya os habéis olvidado?

HAITI: más de 500 muertos por cólera. El Servicio Andaluz de Salud está preparando atención médica, aquí en España, para varias decenas de niños haitianos. Algunas ONG's están recogiendo fondos para cubrir los gastos de viaje y estancia de padres e hijos. Y ¿tú que haces?

domingo, 31 de enero de 2010

Poema ZEN (a los que han dado el Gran Paso)


Desnudo el pecho y descalzo entra
El hombre en el mercado. Está cubierto
De barro y polvo, pero ¡como sonríe! Sin recurrir
A poderes místicos hace florecer, en un momento,
Los árboles marchitos.

sábado, 30 de enero de 2010

AMOR

Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El Amor es paciente, es servicial; el Amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El Amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El Amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. (1 Corintios, 13)

Carta sexta de San Antonio

En esta sexta carta se repiten algunos de los razonamientos y consejos de las anteriores, no en vano van dirigidas a distintas personas y no en vano hay algunas diferencias cronológicas entre todas ellas.

Nos vamos a entretener en dos de ellos y añadiremos el consejo de despedida que, aparte de la consabida frase de “dad al sabio y se hará más sabio”, dirige a sus hijos espirituales. Por cierto que no se trata de asentar una, por otro lado cierta, supremacía espiritual de San Antonio sobre los demás monjes, sino de llamar la atención de estos sobre algo más sutil que ellos mismos estaban buscando. San Antonio ha logrado, y se lo reconocen, dar su lugar al espíritu y e desde la unidad en el espíritu desde la que ellos, espíritus nonatos aún, son sus hijos. No se trata, pues, de una jerarquización disciplinaria, ni de un acto de soberbia extraño en un ser bendecido por Dios, ni de una fórmula de respeto buscada y no merecida.

Se recrea el santo, igual que en cartas anteriores, en el proceso de salvación. Establece así que para el proceso individualizado del hombre que prepara su liberación, el buscador, éste “debe conocer lo que es, según su naturaleza espiritual” y ello como forma de comprender y con ello alcanzar la liberación como resultado de la “preocupación” del Creador por sus criaturas.

Explica San Antonio como Dios ha venido muchas veces, ha germinado en el corazón de muchos hombres, pero su sola presencia en su interior (lo que llama según unos traductores “la ley de la Alianza” y según otros “la ley del corazón” no es garantía de germinación. Así vino en la forma de profetas y los santos oraban por nosotros. Es curiosa la forma, en principio metafórica, de describir el proceso salvífico. Reconoce la existencia de un nombre terrestre que califica de efímero y la de un nombre verdadero que describe su verdadero sentido, su naturaleza verdadera, la misión o la cualidad que se le ha encomendado a cada uno. Dice así: “¿Tendré necesidad de escribir vuestros nombres terrestres, que son efímeros? El que sabe su verdadero nombre también conoce su sentido. He aquí por qué Jacob, en su combate nocturno con el ángel, no cambió de nombre en toda la noche. Pero al llegar el día, recibió el de Israel, que significa: "Espíritu-que-ve-a-Dios" (Gén.32,24-28)” Nos encontramos de lleno en el lenguaje simbólico. Al nacer se nos da un nombre acorde con la tradición del lugar, los gustos familiares, etc. Algo que, en definitiva, no refleja exactamente nuestra personalidad. Pero Jacob, después de la prueba con el ángel ha superado una prueba que le ha abierto los ojos, le ha permitido conocer sus debilidades, sus virtudes,… le ha hecho ser en definitiva un hombre nuevo, consciente de su realidad, conoce la descripción que podría hacer de sí mismo y por ello su nombre (a este respecto os recomiendo una interesante página hebreo-argentina, http://shalom-mission.com.ar/home.htm, en ella encontrareis el significado de los nombre bíblicos (también los hay hebreos) Así podemos ver que Jacob, aparte de “el que toma por el talón” aludiendo a su pelea con el ángel, significa “el que suplanta”. Todo concuerda: Jacob es un suplantador de sí mismo que tras el duro examen del ángel nace a una nueva vida como Israel, “Espíritu que ve a Dios” o, según la mencionada página WEB, “el que reina con Dios”.

Y ¿en qué consiste la liberación, redención o como queramos llamarla? Pues esta es la respuesta de San Antonio: “No olvidéis esto: Dios es uno. Igualmente toda naturaleza espiritual está fundada en la unidad. Donde no reina la unidad y la armonía, se prepara la guerra.” Y más adelante sigue: “Por su Verbo omnipotente nos reunió de todos los países, de un extremo a otro de la tierra. Ha resucitado nuestro corazón de la tierra para enseñarnos que somos miembros unos de otros.” Porque, más claro no puede estar, incorporarnos a la unidad con Dios, esa unidad que nunca perdimos pero de la que nacimos inconscientes, esa es la verdadera liberación.
Ahora bien, el santo sigue puntualizando. La liberación no es un chispazo en la luz y la desaparición instantánea de la oscuridad. En efecto, por la razón discerniremos el bien del mal e imitaremos el modelo de Cristo, pero será solo eso: una imitación. Por tanto no pasaremos de ser siervos de Dios. “Así pues, toda criatura dotada de razón, por quien ha venido el Salvador, debe discernir su estado y la ignorancia de su espíritu. Debe intentar distinguir el bien del mal y liberarse gracias a su Venida. Quienes así han sido liberados se llaman siervos de Dios.” Como él mismo explica a continuación: “Esto es solamente una perfección provisional, que debe llevarnos a la filiación adoptiva.” Y termina recordando una vez más que la salvación final es algo que solo Dios por el Espíritu Santo puede conceder: “Cuando se acercó el tiempo en que debían recibirla, el Señor hizo reconocerlo por la enseñanza del Espíritu Santo y saber que la Venida de Jesús sería un juicio para los hombres.” Y es entonces cuando la unión con Cristo es tan fuerte, tan directa, tan clara que “Entonces dejaremos de invocar a Jesús de forma demasiado exterior y material. Pues la Venida de Jesús nos invita a un servicio más alto en el día en que quedarán destruidas nuestras iniquidades. Entonces nos dirá: "Ya no os llamo siervos, sino hermanos"”
No quiero alargarme ya más. Vamos a terminar con la advertencia de San Antonio: Cuidado con la tranquilidad. Ahí está el peligro, como dice el refrán “En la confianza está el peligro”. Pues San Antonio no dice: “Sí, queridos hijos, cuando los vientos se calman el piloto se distrae; pero si se alza un viento violento y contrario, muestra su competencia. A vosotros toca reconocer el tiempo al que hemos llegado.”

jueves, 28 de enero de 2010

Desde Haití Siglo XXI, por mi amigo Sergio, se nos informa de las siguientes actividades que, con motivo del reciente terremoto, vienen organizando.


Haití, un país de tragedias

Ponentes:

  • Romel Legros
    Presidente Haití Siglo XXI
  • Pedro Mystal
    Haití Siglo XXI
  • Alix Coicou
    Haití Siglo XXI
  • Marc Antoine Archer
    Físico y testigo directo del terremoto.
  • Luis Pizarro Fernández
    Adjunto al defensor del Pueblo Andaluz

Lugar: Centro Pedro Duque Arrupe. Avda. Eduardo Dato nº 20 (Sevilla)Fecha: Jueves 28 de enero de 2010 (20:00)

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Sigue el correo de Sergio

Además estamos colaborando con la fundación APY Solidaridad en Acción, que
tiene sede en Sevilla y a 2 miembros desatacados en Haití en estos momentos.
Tenemos pensado organizar una jornada cultural donde se hable de Haití, su
pintura, gastronomía, cultura, música, etc. Se quiere pedir colaboración a la
Universidad de Sevilla y a la Diputación de Sevilla. Además para el día 20 de
Febrero, en Jerez, José Mercé dará un concierto en beneficio de los damnificados
de Haití donde habrá FILA 0. Se está organizando también un concierto en
Sevilla para el día 18 pero todavía no tengo los detalles y la fundación
APY tiene preparado un cargamento de 1000 tiendas de campaña para enviar a
los afectados. Ya hace dos semanas y dos días que ocurrió el terremoto y
ha dejado de ser portada en la prensa. Pero estoy seguro de que con los
distintos medios de comunicaciónque existen en la actualidad, no va a ser tan
fácil que esto decaiga. Hay un clamor en la red que supera a acualquier difusión
de noticias convencional.

Un saludo Te mantendré informado.

lunes, 25 de enero de 2010

Carta quinta de San Antonio (B)

Ya en el segundo párrafo de esta carta, San Antonio nos regala una perla: “Lo primero que importa al hombre dotado de razón es conocerse a sí mismo; después conocer cuanto viene de Dios y todas las gracias que de Él recibe incesantemente. Que sepa también que cuanto es pecado y merece reproche queda fuera de su naturaleza espiritual.”

Sigue con una frase, en apariencia confusa, pero que enlaza con cartas anteriores en las que se insiste en no hacer la voluntad propia, sino la del Padre. La forma en que lo hace es curiosa: Nuestro Creador se dio cuenta (…), como si Dios fuera corrigiendo la Creación, rectificando errores. Dice así: “Nuestro Creador se dio cuenta de que cuanto estaba así fuera de nuestra naturaleza procedía del libre albedrío, y que también la muerte procede de él. Sus entrañas se conmovieron por nosotros.”

En coherencia con escritos precedentes plantearse la pregunta de cómo puede devolver a Dios todos los bienes recibidos: “(…) si el hombre dotado de razón quiere ser absuelto cuando venga el Señor, le es preciso examinarse y preguntarse qué podría devolver a Dios por todos los bienes que de Él ha recibido.”

Y sigue: “También yo, el más miserable de todos, que estoy escribiendo esta carta despierto de mi sueño de muerte, he pasado la mayor parte de los días que me fueron concedidos en la tierra preguntándome, con lágrimas y gemidos, qué podría devolver al Señor por todo lo que me ha dado. Verdaderamente no hemos carecido de nada en cuanto Él ha emprendido en favor de nuestra miseria. Nos ha dado ángeles como servidores; ha ordenado a sus propios profetas que nos instruyan con sus oráculos; ha mandado a sus apóstoles evangelizarnos. Más aún: ha pedido a su Hijo Único que tome la condición de esclavo por nuestra causa.” No da la respuesta, posiblemente porque, al igual que en los koan del budismo zen, la respuesta sea la propia pregunta. Porque ¿podemos pagarle a Dios? ¿Hay algo que Dios valore por encima del resto hasta considerarlo moneda de pago? Solo puedo y solo debo reforzar la pregunta, pero la respuesta solo la puede dar cada uno.

Al igual que en la quinta carta A, expone el proceso de la salvación, pero bajo un punto de vista más esotérico, si cabe. Dice así: “El Espíritu Consolador recibido en el bautismo nos conduce de nuevo a nuestro estado original. Nos hace entrar en nuestra heredad y aplicar de nuevo el oído a su enseñanza. Y refiriéndose a los bautizados dice: ”En el mismo momento en que, recibiendo su santa herencia, acogen la enseñanza del Espíritu Santo, les fallan sus recursos corporales: fallan la voz y la lengua y adoran al Padre como es debido, en espíritu y en verdad (Jn.4,23). Recoge así la propia experiencia espiritual de San Antonio. El Bautismo, proceso iniciático donde los haya, debería suponer la remisión de los pecados, pasando a una segunda fase iniciática que sería el Bautismo en el Espíritu Santo y Consolador, que nos prepara para escuchar y asimilar su enseñanza. Así la comunicación con Dios ya no es verbal.

Finalmente, introduce una corrección sobre lo que muchas veces hemos oído, aunque hay traducciones contrarias: “(…) no hay que esperar el juicio futuro cuando venga Jesús. Porque su primer Adviento ya ha traído el juicio para todos."

Así mismo nos habla de la intercesión de los santos, la cual afirma que existe en forma de oración petitoria para que recuperemos nuestra naturaleza espiritual: “Y sabed también que los justos y los santos, revestidos del Espíritu, oran sin cesar por nosotros para que sepamos someternos humildemente a Dios, a fin de recuperar nuestra gloria primera y tomar de nuevo el vestido que habíamos rechazado, el que corresponde a nuestra naturaleza espiritual.”

sábado, 23 de enero de 2010

Carta quinta de San Antonio (A)


Esta quinta carta de San Antonio constituye un completo desarrollo del proceso salvífico de Dios Padre por Cristo. Empieza recordándonos la segunda Carta a los Corintios: “Incluso si conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no es así: porque en Cristo hay una creación nueva.”
Nos recuerda, en primer lugar, nuestra situación original. Así asegura que “(…) a consecuencia de nuestros innumerables pecados, (…), se ha enfriado la Ley de la Promesa y se han embotado las facultades de nuestras almas. Por la muerte en que estamos precipitados se nos ha hecho imposible tener cuidado de nuestro verdadero título de gloria: nuestra naturaleza espiritual.”
En esta funesta situación en la que “(…) no teníamos la menor noción de virtud. Pero Dios, nuestro Padre, contemplando nuestra debilidad, (…) quiso, por su bondad visitar a sus criaturas mediante el ministerio de los santos.” Esto es, Antonio expone claramente como el proceso de salvación se origina en Dios. Nuestra doble condición divina y humana está difuminada en este mundo, pero, aun así, tenemos a nuestra disposición todos los poderes de Dios, quien “(…) no nos ha dado lo que merecían nuestros pecados. Su bondad es tan grande que ha querido que el mismo sol se ponga a nuestro servicio (…) para apoyo físico de un ser al que su propia debilidad condenará a perecer. Sin hablar de sus otros poderes, ocultos, pero también a disposición nuestra sin que podamos verlos con los ojos corporales.”
Y en todo esto ¿qué papel jugamos o podemos jugar nosotros? La respuesta es muy simple: “Por nuestra parte dispongámonos ahora a ir hacia nuestro Creador por el camino de la pureza.” Solo eso: tomemos la determinación de ir al encuentro de Dios. Se nos ha venido mostrando a lo largo de siglos de historia como la salvación no puede llegarnos de los patriarcas, de los santos, de Moisés o de Juan el Bautista, solo el poder ejemplarizante del sacrificio de Cristo, nuestra imitación, puede salvarnos. Pero, podemos preguntarnos ¿cuál es el objeto de todo esto? “¿Qué le devolveremos el día del juicio?” La respuesta es doble, algo insulsa al principio, “la restauración de nuestro espíritu caído”, para terminar de una forma profunda, reveladora, de gran alcance: “y enseñarnos que somos miembros unos de otros.” Esto es, no es que formemos parte de un todo, es que somos al mismo tiempo parte y totalidad. No nos diferenciamos de nuestros hermanos, no somos ni mejores ni peores que los demás, somos los demás. Pero, si somos uno con los demás ¿no seremos uno con el mismo Dios? ¿No será esa nuestra verdadera, pero oculta realidad? ¿No será esa la verdadera salvación que Dios busca para nosotros: tomar consciencia de los que somos?
A continuación expone el proceso de salvación en torno a la venida de Cristo a lo que, curiosamente llama “la economía establecida por la venida de Jesús a este mundo, (…)”. O sea que considera la venida de Cristo como el mejor y más rápido método para conseguir nuestra salvación. Lo desarrolla como sigue:
1. Partimos de un estado de malicia, de desorden y de inestabilidad.
2. A partir de dicho estado inicial, la venida de Cristo fue “para algunos escándalo, para otros beneficio, para algunos sabiduría y poder, para otros también resurrección y vida.”
3. A esta venida de Cristo la llama “el juicio del mundo entero.”
4. Reitera, una vez más, como nos salva la venida de Cristo, no por el simple hecho de su venida, sino porque Él se revistió de nuestras mismas limitaciones (pecados) y frente a nuestro habitual abandono a nuestra propia voluntad, Cristo opone su humildad haciéndose siervo.
5. Solo queda que hagamos nuestra esta liberación, lo “nos hará un día discípulos de Jesús, por quien entraremos en la herencia divina.”
6. Se trata de una herencia invisible, incomprensible diría yo, a los ojos humanos, pero que en modo alguno a superior al hombre, sino que forma parte de él y lo corona poniendo de manifiesto su propia naturaleza.
7. Nos avisa de un primer peligro utilizando las palabras de San Pablo: “Profesan seguir a Dios, más con sus obras niegan su poder”
8. Y termina con otro peligro importante: “Los enemigos de la santidad piensan incesantemente en atacar a quienes de verdad lo desean. (…) el hombre carnal persigue siempre al espiritual y quien quiere vivir piadosamente la vida de Cristo, sufrirá persecución.”
Podríamos seguir dando vueltas a este tema, ponerlo del derecho y del revés, para terminar descubriendo lo mismo que San Antonio: “Pocas palabras bastan para consolarnos. Cuando el espíritu las ha aprendido ya no necesita de las palabras, con frecuencia de doble sentido, de nuestra boca.”

viernes, 22 de enero de 2010

La geoda




Una geoda es una roca hueca en cuyo interior se han desarrollado formaciones cristalinas de minerales. Externamente la geoda no se diferencia de cualquier otra roca o del resto de la masa rocosa de su entorno. Como se deduce de la frase anterior, pueden ser piedras aisladas o huecos dentro de grandes masas rocosas. Una de las más grandes del mundo es la de la localidad almeriense de Pulpí, formada por cristales de yeso. Tiene el tamaño de un pequeño salón.

Abrir uno de estos huecos es un regalo para la vista, aparte de la propia sorpresa. Sin embargo, la geoda no tiene dentro de sí más que minerales que, eso sí, se han ordenado de acuerdo a alguna forma cristalográfica, incrementando la poca o nula belleza del mineral a niveles impensables.

Os estaréis preguntando porqué, en contra de mi habitual línea espiritual, me ha dado por hablar de mineralogía. Porque, en uno u otro sentido, muchos de nosotros somos geodas.

La geoda crece interiormente, hacia dentro. Igual que intentamos hacer nosotros mismos. Tenemos burdos materiales que hemos de disolver primero para, eliminando el disolvente, obtener los ansiados cristales que tapizarán nuestro interior. O tendremos que volatilizarlos y en una brusca sublimación inversa conseguir ese mismo resultado. En todo caso, será preciso un laborioso proceso, continuado, sacrificado, … pero con un resultado excelente.

Sin embargo, no puedo aconsejaros que os comportéis como una geoda, porque la geoda guarda su tesoro en su interior, sin que nada, ni nadie pueda disfrutar de él. Es necesario que venga el hombre, sopese la piedra, la golpeé y finalmente la rompa para mostrar al mundo la belleza de su interior.

Nosotros, ya lo hacían los alquimistas, podemos desarrollar en nuestro interior, a partir de la materia más grosera, las más altas cotas de belleza espiritual, pero ¿de qué puede servir, si nadie va a disfrutar con su visión? Sin embargo, nosotros tenemos algo que no tiene la geoda: nuestra voluntad. Tenemos la posibilidad de abrirnos para mostrar al mundo la belleza que la Gracia Divina ha provocado en nosotros, en nuestro interior.


Es fácil, muy cómodo, resistirnos a partirnos, a abrir nuestro corazón a los demás a compartir con ellos algo que solo es bello cuando se comparte. Más aún, podemos caer en el tremendo error de confundirnos, de pensar que no somos geoda, que nuestro interior es tan “feo” como nuestro exterior. Yo os digo que, si hemos llegado hasta aquí, es porque en nuestro interior tenemos grandiosas formaciones cristalinas, ansiosas por salir a la luz. Solo hemos de superar una última prueba: rompernos nosotros mismos. No es fácil, pero será lo único que de sentido a nuestra vida, al esfuerzo de tantos y tantos años.

martes, 19 de enero de 2010

Carta cuarta de San Antonio (y3)


Sigue San Antonio, en la misma línea que en los párrafos precedentes, considerando la existencia, no solo de diablos, sino también de ángeles, santos, etc. Lo transcribo textualmente por su interés:

Porque todos, en cuanto existen forman una sola y única naturaleza espiritual: por haberse separado de Dios han visto aparecer entre sí tales diferencias como consecuencia de sus distintas actividades. Por la misma razón les han sido dados tantos nombres distintos, según su particular actividad. Así unos han sido llamados arcángeles, otros tronos o dominaciones, principados, potestades, querubines. Les fueron atribuidos estos nombres por su docilidad a la voluntad de su Creador.
En cuanto a los otros, por su mal comportamiento se les llamó mentirosos, Satán, así como otros demonios fueron llamados espíritus malos e impuros, espíritu de error, príncipes de este mundo y otras numerosas especies que hay entre ellos.
También entre los hombres (…), algunos recibieron el nombre de patriarcas, otros de profetas, de reyes, sacerdotes, jueces, apóstoles, (…), según su comportamiento santo. Estos diversos nombres les fueron atribuidos sin distinción de hombre o mujer, según la diversa naturaleza de sus obras: porque todos tienen el mismo origen.
Quien peca contra el prójimo, peca contra sí mismo; quien lo engaña, se engaña; y quien le hace bien, se lo hace a sí mismo. Por el contrario, ¿quién engañará a Dios? ¿Quién le dañará? O ¿quién le prestará un servicio? O incluso ¿quién le dará una bendición que juzgue necesaria? ¿Quién podrá jamás glorificar al Altísimo según su dignidad, exaltarlo según su medida?
Vestidos aún con el peso de este cuerpo despertemos a Dios en nosotros mismos respondiendo a su llamada, entreguémonos a la muerte para la salvación de nuestra alma y de todos. Así manifestaremos el origen de la misericordia de que somos objeto. No nos dejemos llevar del egoísmo si no queremos participar de la caída del demonio.
Quien se conoce a sí mismo conoce también a las demás criaturas que Dios ha creado de la nada, como está escrito: Él, que ha creado todo de la nada (Sab.1,14). Lo que los libros santos quieren decir con esto se refiere a la esencia espiritual, velada por la corrupción de nuestro cuerpo; que no existiendo desde un principio, un día se nos quitará. Quien sabe amarse a sí mismo ama también a los demás.


Tras una serie de comentarios y ruegos dirigidos a los destinatarios de la carta, continúa diciendo:
Mis queridos hijos en el Señor, auténticos hijos de Israel, ¿qué necesidad tengo de invocar la bendición sobre vuestros nombres mortales, y de mencionarlos, si son efímeros? Ya sabéis que mi amor por vosotros no se dirige a vuestro ser mortal; es un amor espiritual, según Dios. Estoy convencido de esto: es grande vuestra dicha, que consiste en haber tomado conciencia de vuestra miseria y haber afirmado en vosotros esta esencia invisible que no pasa como el cuerpo. Pienso así porque esta dicha os ha sido concedida ya desde ahora.

Curiosa, cuando menos es la expresión de san Antonio, cuando nos indica que nuestras buenas obras, nuestra toma de conciencia de nuestra realidad divinal, más que alegría para nosotros mismos, que lo será, lo será para Cristo, para la asamblea de santos y para él mismo, no como Antonio, sino como representación de todos los que nos rodean: “Consolareis a Cristo Jesús en su Venida, y a toda la asamblea de los santos. Y también a mí, pobre hombre, que sigo retenido dentro de este cuerpo de barro, en medio de las tinieblas.” Y es que san Antonio tiene muy claro que nuestra esencia inmortal (“Quien se conoce verdaderamente no tendrá duda alguna acerca de 103 su esencia inmortal.”) nos hace uno con el Cuerpo Místico de Cristo: Quiero, pues, que tengáis un claro conocimiento de ello: “Jesucristo nuestro Señor es el Verbo auténtico del Padre, a partir del cual fueron creadas todas las naturalezas espirituales, a imagen de la Imagen que es El, ya que El es la cabeza de toda la creación y del cuerpo que es la Iglesia. Así pues, somos miembros unos de otros, y somos el cuerpo de Cristo (I Cor.12,27).”

Como consecuencia de todo lo anterior y recordando que nuestra “salvación” solo puede venir de “la bondad del Padre”, desarrolla la tesis de dicha salvación: solo una sacudida brutal puede hacernos despertar del ensueño en que nos tiene sumidos nuestra propia naturaleza; solo Alguien similar a nosotros, sometido a nuestras mismas aparentes limitaciones, cargado con las mismas cargas de este mundo que arrastramos nosotros, pero con la consciencia de ser quien es en realidad, podía ser capaz de mostrarnos el camino. Por esto
“Envió, pues, a su Hijo Único el cual, viéndonos esclavos, tomó sobre sí la forma de esclavo (Fil. 2,7). El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados (Is.53,5). Después nos ha reunido de todos los países para hacer que nuestro corazón resucite de la tierra y para enseñarnos que todos somos una sola y misma esencia, miembros unos de otros. Amémonos pues, profundamente unos a otros: en efecto, quien ama a su prójimo amará a Dios, y quien ama a Dios se ama a sí mismo.”

Aun siendo importante el desarrollo de la tesis, más lo es la conclusión: la unidad espiritual con Dios y por supuesto con Cristo en quien se pone de manifiesto, no ya la unicidad, sino la unidad con el Padre y por ende con todos nosotros.
La carta concluye con algunas advertencias de sumo interés.
En primer lugar, reclama vigilancia continuada,”(…) gritad día y noche a vuestro Creador para que venga de lo alto el socorro que protegerá vuetro corazón y vuestros pensamientos y los establecerá en Cristo.”
Sigue recordando la necesidad de la ayuda de Dios:
“(…) la bondad del Padre no cesa de ayudarnos, hoy como ayer, a escapar de esta muerte que hemos merecido. (no debemos entenderlo necesariamente como un castigo)”

Termina dedicando varios párrafos a advertirnos de los riesgos de la soberbia y del engreimiento. En efecto la soberbia fue la causa de la “caída” de Satanás. Ninguno de nosotros está libre de tan craso error. Aquellos que se creen más cerca de Dios, aquellos que han permanecido gran parte de su vida buscando y disfrutando el conocimiento, pueden caer fácilmente. Los diablos intentan convencernos de “que cada uno de nosotros haga su voluntad propia” en lugar de hacer la voluntad de “mi Padre que está en los cielos”. Por este mismo motivo los diablos siembran la discordia y la desconfianza entre los hombres porque, sabedores que por el amor a los hombres llegamos al amor a Dios, confundir nuestra mente y llevarnos a desconfiar del prójimo, a criticarlo e incluso a odiarlo, es la mejor forma de apartarnos de Dios, de impedir nuestro viaje de retorno a Él. Termina recordando, como parte del proceso salvífico de Cristo, su acción de lavar los pies a los que, en este mundo, eran menos que Él. ¿Somos capaces de humillarnos así? No, pues estamos perdiendo tiempo para alcanzar nuestra salvación.

domingo, 17 de enero de 2010

Aportación a "Carta cuarta de San Antonio (2)"

Una buena amiga y seguidora de este blog, nos hace la siguiente aportación al hilo de la entrada "Carta cuarta de San Antonio (2)":

Creo que fue San Agustín quien llegó a la conclusión -ignoro si teológica o filosóficamente- de que "La Causa de Todas las Causas, es también la causa del mal causado". Ergo...el mal, aunque no lo entendamos, también proviene de Dios, que es la Única Causa, Principio y Fin de todas las cosas. Si la causa del mal proviniera de Satanás, Dios se encontraría con un competidor, y ya dejaría de ser ese Ser Omnipotente y Único. Lo que ocurre es que, La Unidad, al dividirse, crea La Dualidad, y con ésta se crea El Bien y El Mal y genera todos los opuestos. (El Yin-Yang. El Kynalión...). Esta es mi pequeña aportación.


Gracias Regla por tu magnífica aportación.

sábado, 16 de enero de 2010

Carta cuarta de San Antonio (2)

Nos quedamos ayer con la duda de si el diablo existe o no. Rebuscando entre viejos ficheros y en internet, encontré la “demostración” que cito a continuación. Procede de un foro de teología (http://boards4.melodysoft.com/app?ID=isegoria&msg=6509). Y lo traigo a colación, tanto por la agudeza de sus razonamientos, como para que sirva de base a nuestras propias elucubraciones.

La intención es la raíz de todo acto;
no puede intentarse lo que no se entiende;
no puede entenderse lo que no es;
luego no puede hacerse lo que no es.
Se hace el mal,
ergo, el mal es antes de ser hecho;
el mal es antes de ser intentado;
el mal es antes de ser entendido.

De donde se sigue que el mal preexiste al pensamiento y, ya que el hombre es en tanto que piensa, también preexiste al hombre.
Con todo, el mal no puede subsistir por sí mismo, dado que siempre es relativo a un mayor bien o a un menor bien. Así que el mal es creado. Pero, si preexiste al hombre y a toda criatura, sólo puede ser creado por Dios.
Convenimos, pues, en que el mal es anterior al hombre y creado por Dios; en que el hombre no puede hacer nada que no intente, no puede intentar nada que no entienda y, en fin, no puede entender nada que no sea y que no se manifieste en su conciencia. Ahora bien, el mal puede manifestarse necesariamente o libremente. Necesariamente, si depende de causas segundas; libremente, si depende sólo de Dios. Al depender sólo de Dios (como hemos visto ya), el mal se manifiesta libremente y al margen de la voluntad del hombre.
Si el mal actúa y es libre, el mal no carece de intención;
si no carece de intención, no carece de entendimiento;
si no carece de entendimiento, el mal es un sujeto;
y, si es anterior al hombre y a toda criatura, es un sujeto no humano, el primero entre los ángeles: Satanás.

Saludos.

Daniel.
Por cierto, hablando de San Antonio, debemos felicitar hoy día 17 de Enero a todos los que así se llamen: ¡Felicidades!

Carta Cuarta de San Antonio (1)

Es con diferencia la carta más larga de las 7 escritas por el santo. Está dirigida a los hermanos de Arsinoé. La localización exacta es para mí algo difícil y tampoco fundamental pues este es un blog con objetivo espiritual y no tanto cultural o científico. Pero es interesante indicar que con el nombre de Arsinoé hubo varias reinas y princesas egipcias, entre otras Arsinoé IV, hermana de Cleopatra que ordenó fuera asesinada, y que, en su honor, hay en Egipto, unos diez pueblos con este nombre, entre otros un puerto, entonces cabeza del comercio con la India que hoy conocemos por Suez y una ciudad junto al Nilo, la llamada Cocodrilópolis por los griegos, ya que en ella se veneraban los cocodrilos como encarnación del dios Sobrek.

Curiosidades aparte, es interesante el planteamiento inicial del santo: no lanza un consejo para quien lo quiera escuchar, sino que nos lleva a hacernos una consideración. Así dice: “(…) es muy importante que os interroguéis acerca de la naturaleza espiritual, en que ya no hay hombre ni mujer, sino solamente la esencia inmortal que tiene comienzo y no tendrá fin.” Continúa recordando nuestra doble condición espiritual y material. Y sigue indicando la importancia de conocer lo que él llama “la razón de su caída hasta este punto de abyección y vergüenza”, asegurando que “nadie se ha librado de ella”. Esto es lo que posterior y equivocadamente hemos dado en llamar pecado original. Y digo equivocadamente porque en él no ha intervenido la voluntad del hombre. Así, deberíamos interpretarlo más como una limitación que como un pecado en su connotación “delictiva”. Por ello, nos advierte el santo que seamos conscientes de que lo que ha de sobrevivir es nuestra naturaleza espiritual que no “participará de la disolución de los cuerpos”

Ahora bien, de una forma un tanto novelada pero acorde con los tiempos, San Antonio expone que para superar esa “limitación original” nosotros solo podemos poner nuestra voluntad, nuestro deseo, y rezar al Padre pidiendo la ayuda necesaria, porque solo el Salvador “es el único médico capaz de curar nuestra profunda herida”, esto es solo la Gracia de Dios puede salvarnos.

Explica también como la única forma de salvarnos era hacerse igual que nosotros, lo cual no deja de ser evidente, porque ¿qué ejemplo podríamos tomar en cuanto a nuestra conducta de un ser que fuera Dios en todo y no asumiera nuestras propias limitaciones de hombres?

Sigue un largo párrafo que no tiene más finalidad que avisarnos de las intenciones del diablo, movido por la envidia que surge al darse cuenta de que nuestra intención era, es y será tomar conciencia de nuestra abyección, nuestro “pecado original”. Y, al tiempo que nos reconforta con el hecho de que los santos piden a Dios por nosotros, termina diciendo: “El demonio no ignora que el Creador nos ha perdonado, que El es su muerte y que ha preparado la gehena como término de su rechazo.” Hoy día, orgullosos nosotros, somos muy dados a considerar la existencia del diablo como invención de abuelas y curas viejos. Como mucho limitamos su poder diciendo que son nuestras propias debilidades, lo que nos lleva a pensar que es superable, aun con un cierto esfuerzo por nuestra parte. Una trampa más, pues ello nos aparta de pedir la ayuda divina, su gracia.

Sintetizando, San Antonio habla del diablo como si fuera uno de aquellos personajillos que siembran la desconfianza y el desánimo en una comunidad, que siempre están descontentos de sus jefes, de sus compañeros o de sus subordinados, que se dejan llevar por su ira o por su soberbia o por su egoísmo, que tanto nos amargan la existencia. Son iguales, pero no son el diablo. Actúan como él, porque, sabiéndolo o sin saberlo, son dominados por él, pero no son él. Son espíritus que sufren por esa dominación, pero no son el diablo.

San Antonio, nos explica cómo llega el hombre a ese estado de dominación diabólica: “En verdad os digo, hijos míos, quien se haya deleitado en sus propios deseos y sometido a sus propios pensamientos, quien haya acogido de todo corazón esta semilla y buscado en ella su gozo, puesta en ella la esperanza de su corazón como si fuera un misterio grande y excelente, y se haya servido para justificar una vez más su conducta, su alma, como el aire estará habitada por los espíritus del mal. Le será consejera funesta y hará de su cuerpo la copa de sus secretas abyecciones. Sobre este hombre tienen los demonios pleno poder, porque no ha querido poner a plena luz su ignominia.”

Así, pues, el camino que sigue el diablo es claro: “Comprendedlo bien: nosotros les servimos de cuerpo cuando nuestra alma acoge su malicia. En efecto, por ese cuerpo, que es nuestro, es por donde el alma introduce en sí a los demonios.”

Y aprovecha para darnos una pequeña receta para ayudarnos: “No despreciéis mis palabras porque los demonios saben que nuestra vida depende de estos intercambios entre nosotros.” Y ¿no os recuerda esto la frase de Cristo: “Allí donde haya dos o más de vosotros reunidos en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos”?

Claro que todo esto es difícil de demostrar. Porque ¿Quién ha visto alguna vez un diablo? Pues, como dice San Antonio: “Son nuestras acciones las que manifiestan su presencia.”

Y, después de tan sutiles demostraciones, habrá quien aún se planteé: pero ¿el diablo existe?

jueves, 14 de enero de 2010

HAITI

Queridos Hermanos:
Ayer nos levantamos con la dolorosa noticia de que un terremoto había asolado uno de los países más pobres de la Tierra. Hablan de más de 100.000 personas muertas. La tragedia no está en la muerte, sino en la vida de los que quedamos. Está en la capacidad de los supervivientes para hacer frente a tandura prueba y está en que aquellos que estamos viviendo tan ricamente en la seguridad de nuestras casas seamos capaces de hacer algo por estas personas.

En España hay una ONG, HAITÍ SIGLO XXI, formada por haitianos y descendientes de haitianos que se encuentran doblemente doloridos: por el hecho en sí y por las dificultades que se les presentan para ayudar a sus compatriotas. A diferencia de lo que suele ocurrir en estas tragedias, ellos están siempre ahí ayudando a su pueblo. Su última aportación fue la construcción de un pequeño depósito de agua. Han visto como la naturaleza ha destruido lo que ellos han ayudado a construir. Creo, lo digo con el corazón, que precisan nuestra ayuda.

Han abierto una cuenta corriente IBAN ES11-2100-2144-03-0200323647. Os pido, para ellos, vuestra aportación. Podéis entrar en su página web http://haitisigloxxi.es/ para ampliar la información.

Gracias a todos por vuestra ayuda

Tercer carta de San Antonio

En esta tercera carta de San Antonio a sus hijos espirituales, no como intermediario o guía, sino porque los hace destinatarios de su amor espiritual
(“Hijos: mi amor hacia vosotros no es de la tierra; es amor espiritual, según Dios”),
merecen destacarse cuatro conceptos.

En primer lugar, califica de muerte la vida que vivimos:
“Hijos, habitamos en la muerte. Nuestra morada es la celda de un prisionero. Los lazos de la muerte nos tienen encadenados.”
No es que San Antonio nos quiera imbuir el miedo y la desesperanza, sino que llama nuestra atención sobre el hecho cierto de que las leyes de este mundo material tratarán de imponerse a nuestro ser, sometiendo nuestra parte física, siendo el riesgo que nos dejemos arrastrar en la parte espiritual. No es una maldición, sino la consecuencia lógica de nuestra inmersión en este mundo, de nuestra encarnación.

En segundo lugar, nos hace objeto de Amor y, simultáneamente, nos hace inmortales:
“Dios ama siempre a sus criaturas que, inmortales por esencia, no desaparecen con el cuerpo.”
Esto es, no estamos en un destierro, no se trata de un castigo, sino de algo que Dios Padre ha juzgado bueno para nosotros. Como el santo comprende que decirnos que vivimos encarcelados puede ser duro para espíritus pusilánimes, nos indica que somos objetivo del Amor de Dios y que además somos inmortales “por esencia”.

En tercer lugar nos da la “receta” para iniciar el camino de salvación: la renuncia a todas las cosas de este mundo. En efecto, este mundo, luego lo volveremos a ver, es transitorio, atarnos a él, no romper los apegos a sus “realidades”, no considerarlo como “un simulador de vuelo”, sino como un avión de verdad, es paradójicamente quedarnos en tierra y, como esta existencia es transitoria, evidentemente nos estaremos condenando a la muerte. Claro que el término muerte parece demasiado fuerte. En efecto lo es. Por eso San Antonio puntualiza más adelante que, como recompensa a la renuncia, Dios “devolverá a vuestro espíritu su pureza original”. Por tanto, la muerte no es sino un continuar, de alguna forma, en este sistema de vida que no es vida, sino muerte.

Finalmente, nos sitúa en la realidad que vivimos para no llamarnos a engaño. Para ello avisa de nuestra estupidez, usando la palabra de Pablo (Cuidad, hijos, que no se cumpla en nosotros la palabra de Pablo:
"solamente la apariencia exterior de la obra de Dios, negando su poder" (Tito.1,16)”)
. O sea que, lejos de dejarnos arrastrar por nuestra tendencia a ver lo superficial, debemos profundizar en el conocimiento del mundo que nos rodea y de nosotros mismos, descubriendo lo que hay más allá de lo que pueden ver nuestros ojos. Nos avisa también de nuestra posible desesperanza
("¿Qué se gana con mi muerte si un día he de convertirme en podredumbre?" (ps.29,10))
, pensamiento habitual y lógico en las personas que aún permanecen en la corteza exterior de nuestro Ser. Y termina describiendo lo que a su entender es la vida actual:
"Sí, hijos, mi corazón se sorprende y mi alma se espanta: nos hundimos en el agua , estamos metidos en el placer como gentes ebrias de vino nuevo porque nos dejamos distraer por nuestros deseos, dejamos reinar en nosotros la voluntad propia y rechazamos dirigir nuestra mirada al cielo para buscar la gloria celeste y la obra de los santos y marchar en adelante tras sus huellas. Ahora, comprendámoslo: santos del cielo, ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, querubines, serafines, sol, luna, estrellas, patriarcas, profetas, apóstoles, el mismo diablo o Satán, los espíritus del mal o el soberano de los aires, en suma, todos, y los hombres y mujeres, pertenecen desde el día de su creación a un solo y mismo universo, en el cual, sólo deja de estar contenida la perfecta, bienaventurada Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La mala conducta de algunas de sus criaturas ha obligado a Dios a darles el nombre en relación con sus obras. Pero dará una mayor gloria a las que más hayan progresado."
En resumen, el santo nos sitúa a todos, seres humanos, santos y toda la Corte Celestial, en un mismo universo graduado según la capacidad de cada uno (en relación con sus obras). A cada uno de esos grados le ha dado un nombre. Sobre este universo sitúa el poder de la Santísima Trinidad, aparentemente ajeno, externo, a dicha creación. No quiere decir con ello que sea un espacio externo y ajeno a la Santísima Trinidad (no podría ser así), sino que ésta no participa de esa misma dinámica. Y, recordando la parábola de los talentos, anuncia que la gloria que el Señor nos dará a cada uno será en función del progreso que hagamos (“dará una mayor gloria a las que más hayan progresado”)

sábado, 9 de enero de 2010

Segunda carta de San Antonio

La segunda carta de San Antonio es de una profundidad extrema en su mensaje y, aunque se mantiene en la ortodoxia para evitar ser piedra de escándalo, deja abierta una puerta a la Luz. Es muy significativa, en este sentido, la frase con que termina su carta y que terminaría convirtiéndose en habitual en los intercambios entre anacoretas: "Da consejos al sabio y se hará más sabio" (Prov.9,9)


Empieza hablando de la “Ley de la Alianza”, cuyo concepto y contenido da por sabido, estableciendo que quien recorre sus senderos va acompañado de la bondad, la gracia y el Espíritu de Dios y quien no queda esclavizado a la criatura en lugar de servir al Creador. Pero ¿qué es la Ley de la Alianza? En contra de lo que pudiera parecernos no es una serie de preceptos que nos sometan y obliguen a determinados comportamientos. Se trata de un principio básico de nuestra inserción en la Creación, es el cordón umbilical que nos une a Dios, un cordón inmaterial que podemos debilitar hasta el extremo de romperlo o fortalecerlo hasta hacerlo indestructible. Pues bien, tras afirmar que “nuestra naturaleza permanecía inmortal”, se supone que en el origen de los tiempos, asegura que “(…) quienes han recibido la gracia y han sido fortalecidos por la Ley de la Alianza, a quienes ha iluminado la enseñanza del Espíritu Santo y se les ha dado el espíritu de filiación, han podido adorar a su Creador como es debido” San Antonio deja claro que nuestra naturaleza, se sobreentiende que en aquello que es fundamental y no accidental, es inmortal, eterna. Y sigue esbozando los pasos de la “salvación” del hombre: 1) Recibir la Gracia Divina; 2) disciplinarse, o fortalecerse, en el cumplimiento de la Ley de la Alianza; 3) recibir la enseñanza, iluminación, del Espíritu Santo y 4) Ser conscientes de nuestra filiación divina.

El proceso histórico de la salvación humana, que por otro lado se repite en la vida de cada uno de nosotros, lo resume en los intentos por parte del hombre de “alcanzar” a Dios, desde Moisés a los profetas, intentos plausibles pero que nunca llegaron a buen fin, hasta que llegó Cristo: “Cada uno, revestido del Espíritu, constató que la llaga era incurable y que ninguna criatura podía curarla, excepto el Hijo Único, fiel imagen del Padre, de Aquel que creó a esta imagen los seres dotados de inteligencia.” Y es que, en efecto, la salvación no puede venir de la naturaleza humana, no es algo que pueda conseguir la inteligencia, no se consigue por simple búsqueda de algo ajeno a nosotros, sino de Algo que está dentro de nosotros y que, a semejanza de Cristo, nos hace hijos de Dios.

Pero esta “imagen de Dios” que es Cristo y debemos ser nosotros, conocedora de su naturaleza (el conocimiento de uno mismo es la base de la humildad), se humilló hasta la muerte. Es la expresión de la obediencia, del sometimiento de la voluntad propia del ser humano en su componente material a la voluntad divina manifestada desde nuestro interior: "Hijo de hombre, prepárate lo necesario para una cautividad" (Ez.12,3)

Debemos destacar una frase clave para la comprensión del mensaje de San Antonio: “enseñándonos que somos miembros unos de otros.” Suprime con esta frase toda duda sobre la unicidad del ser humano con Dios y con todos los hombres, sus hermanos. Después de esto no podemos seguir viéndonos como algo externo ni a Dios, ni a los hombres. Se entiende así perfectamente el mensaje de Cristo: Amad a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a vosotros mismos.

Termina su segunda carta con dos frases encaminadas a despertar el interés de los destinatarios de la carta por el cuidado de su alma: “Todo ser dotado de inteligencia espiritual - por quien ha venido el Señor - debe tomar conciencia de su naturaleza propia, es decir, le es preciso conocerse a sí mismo y llevar a cabo el discernimiento del mal y del bien, si quiere encontrar la liberación cuando venga el Señor.” “Pero sabed bien esto, hermanos queridísimos: el que haya descuidado su progreso espiritual y no haya consagrado todas sus fuerzas a esta obra, debe saber bien que la venida del Señor ser para él día de su condenación.”

miércoles, 6 de enero de 2010

Primera Carta de San Antonio (2)

Continua San Antonio con la que se ha dado en llamar doctrina de las tres mociones. Años después la repetirá, el también monje, obispo y discípulo suyo, San Ammonas.




Tres son en efecto las mociones violentas que padece el monje: 1) Una primera que reside en el cuerpo desde el mismo momento de la creación y que solo puede ponerse en acción si el alma lo quiere; 2) Una segunda que surge del propio cuerpo por su propia naturaleza y 3) Una tercera que proviene de los espíritus malos. El texto original es algo confuso hemos de acudir al ya citado Ammonas para conseguir una cierta claridad de conceptos. Este santo dice así: “Hay tres voluntades que acompañan constantemente al hombre, pero pocos monjes las conocen, a excepción de los que han llegado a ser perfectos; de ellos dice el Apóstol: El alimento sólido es para los perfectos, para aquellos que por la práctica tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal (Hb 5,14). ¿Cuáles son esas tres voluntades? Una es aquella sugerida por el Enemigo; la otra, es la que brota en el corazón del hombre; y la tercera es la que siembra Dios en el hombre. Pero de estas tres, Dios solamente acepta la suya.”



Como podemos observar, las voluntades que cita San Ammonas están relacionadas en sentido inverso a las citadas por San Antonio.



A continuación San Antonio explica cómo y porqué el alma se agota en una lucha estéril si el hombre no tiene en cuenta estas tres mociones y se deja engañar por la voluntad del cuerpo o la de los diablos. Aconseja, pues, “(…) permanecer en la rectitud, perseverar en el testimonio que el Espíritu da en lo más íntimo de su corazón y permanecer vigilante, (…)”

Tras esa lucha estéril del alma ignorante de la existencia de estas tres voluntades, el alma enferma, se desespera y percibe “que sólo puede hallar su reposo en Dios, y que permanecer en El es su paz.”

Retoma la tesis del Maestro Interior que surge en el momento en que el corazón, tras la “obra de conversión y purificación, sale vencedor del combate, ora en el Espíritu y aleja las pasiones del alma que proceden de la propia voluntad” (la segunda de las voluntades de San Ammonas). Entonces “el Espíritu se convierte en el amigo de su corazón y le ayuda a guardarlos” (se refiere a los Mandamientos)